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Rey Salomón, por Pedro Berruguete. |
En su
artículo La geometría secreta del Templo de Salomón, Manuel Figueroa nos dice
acerca del rey que mando erigir el colosal Templo de Jerusalén: “El interés por
el conocimiento de la forma o la estructura del templo es, en realidad, el
interés por el conocimiento hermético de Salomón que personifica la sabiduría
de la Tradición de todas las edades.
De
acuerdo con el Talmud -recopilación de la tradición oral judía y base de la religión
judía ortodoxa-, Salomón era experto en Cábala. También tenía profundos
conocimientos de Alquimia y Necromancia y era capaz de controlar demonios
elementales, obteniendo de ellos buena parte de su sabiduría.
En su
Claviculas Salomonis o Claves del Rey Salomón trabajo en el que presumiblemente
se exponen los secretos mágicos obtenidos por Salomón y empleados por él en la
conjuración de espíritus- se arroja luz sobre los rituales iniciáticos
masónicos.
McGregor-Mathers,
fundador de la Golden Dawn, reconoce la posibilidad de que se tratara de un
mago en el más amplio sentido de la palabra. Hipótesis que basa en las
afirmaciones del historiador judío Flavio Josefo, quien hizo especial mención a
los trabajos mágicos y dotes sobrenaturales de este rey. Todo lo cual se
encuentra asimismo reflejado en muchas tradiciones orientales que subrayan,
entre otras muchas, las facultades mágicas de Salomón, como se indica
frecuentemente, por ejemplo, en Las mil y una noches. Pero este misterios
monarca encierra aún más sorpresas.
Así
por ejemplo, los alquimistas medievales estaban convencidos de que conocía los
procesos secretos de Hermes Trismegisto y que, gracias a ellos, llegó no sólo a
multiplicar los metales, sino también a fabricar la piedra filosofal. Y se dice
también que Salomón sabía cómo controlar la “esencia incorpórea del espíritu
universal”, conocimiento que lo habría asistido en la construcción del Templo.
Por
otro lado, y de acuerdo con los antiguos rabinos, Salomón habría sido,
paralelamente, un iniciado de las escuelas mistéricas, siendo su templo un
lugar de iniciación.
Tanto
las gradas como los pilares situados a ambos lados del pórtico, los querubines
babilónicos y todo el arreglo de las alcobas indican, de hecho, que el templo
habría sido erigido de acuerdo a patrones tomados de Egipto.
Michel
Lamy nos recuerda en La otra historia de los templarios que Salomón hizo
también erigir unos santuarios para unas “divinidades extranjeras”. Consagró en
particular unos templos a Astarté, “la abominación de los sidonios” y a Milkom,
“el horror de los amonitas”.
Según
el canon místico, siempre han existido sobre la Tierra una serie de hombres
santos que han accedido al trato íntimo con la deidad.
De
ellos, el que alcanza la posición más alta entre sus contemporáneos es el
“polo” de su época, siendo los demás intermediarios. El “polo” es un individuo
misterioso que, desconocido y nada conspicuo, se mezcla con la humanidad. Como
un atractor extraño alrededor del cual todo converge, en él se encarna el
significado y el espíritu de una época. ¿Pudo ser Salomón el “polo” del
judaísmo?
El
templo de Salomón y su enigmático arquitecto
En el
seno de la primera monarquía terrestre se elevó el primer templo a Dios. La Biblia
recoge claramente las tradiciones según las cuales fue el propio Yahvé -al que
identificaban como Dios- quien, en última instancia, ordenaba cuándo, quién y
cómo se había de construir el Templo.
Así,
en el Libro Primero de las Crónicas, el rey David declaraba: “Oídme, hermanos
míos y pueblo mío: había decidido en mi corazón edificar una casa donde
descansase el Arca de la Alianza de Yahvé y sirviese de escabel de los pies de
nuestro Dios. Ya había hecho yo preparativos para la cosntrucción, pero Dios me
dijo: “No edificarás tú la Casa a mi nombre, pues eres hombre de guerra y has
derramado sangre”.
Para
esta misión, de entre todos los hijos de David Dios elegiría a Salomón: “Y Él
me dijo: “Tu hijo Salomón edificará mi Casa y mis atrios, porque le he escogido
a él por hijo mío y yo seré para él padre”.
Y así
fue. Cuando Salomón quiso alzar el templo, pidió ayuda al rey de Tiro, Hiram,
ya que tal edificación requería un arquitecto experimentado en las técnicas y
conocedor de la doctrina secreta de los números y de las formas.
De ahí
que el monarca enviara a Hiram-Abiff el fundidor, para que se hiciera cargo de
la sagrada obra. Pero como en todas los hechos acaecidos en épocas remotas, en
los que no se sabe muy bien donde termina la historia y donde comienza la
leyenda, las circunstancias iniciales no están nada claras.
Michel
Lamy, en su obra La otra historia de los templarios nos dice que “fue sin duda
edificado hacia el año 960 a.C., al menos en su forma primitiva. Salomón, que
deseaba construir un templo para mayor gloria de Dios, había establecido unos
acuerdos con el rey fenicio, que se había comprometido a proporcionarle madera
(de cedro y de ciprés).
Éste
le enviaría también trabajadores especializados: canteros y carpinteros
reclutados en Guebal, donde los propios egipcios tenían por costumbre reclutar
a su mano de obra cualificada. El templo se elevó en el monte Moriah y su
construcción tardó siete años. Fue uno de los edificios más sagrados que jamás
hayan existido en la Tierra.
La
geometría secreta con la que fue erigido por Hiram había sido heredada por el
propio arquitecto, cuyo probable origen es develado por Heckethorne en su libro
Las sociedades secretas de todos los tiempos y países.
Según
Heckethorne, Hiram habría sido descendiente directo de la línea de Caín, lo
cual podría explicar la creencia de que el templo había sido realizado por
demonios -o elementales- sobre los que tanto Hiram como el propio Salomón
ejercían cierto control. Pero ocurrió que la esposa del rey Salomón se enamoró
de Hiram, el arquitecto del templo, éste cayó en desgracia ante los ojos del
rey y, finalmente, murió asesinado.
Esto
no quiere decir que el rey tenga algo que ver con tal asesinato. Sin embargo,
antes de morir dijo Hiram que tendría muchos descendientes que completarían su
trabajo, es decir, que construirían otros templos.
Y, en
este sentido, son muchos los estudiosos que están convencidos de que esos
descendientes fueron los templarios, ya que ellos mismos se consideraban los
arquitectos y custodios de la “fórmula secreta”.
De
cualquier forma es esta una cuestión muy confusa también, pues dice Michel Lamy
al respecto: “El arquitecto Hiram, según la leyenda, murió a manos de unos
compañeros celosos a quienes había negado la divulgación de determinados
secretos.
Como
consecuencia de la desaparición de Hiram, Salomón envió a nueve maestros en su
busca. Nueve maestros, como los nueve primeros templarios, en busca del
arquitecto de los secretos”. En aquella época se creía que el Templo de Jerusalén
unía el Cielo y la Tierra y que los ritos que allí se desarrollaban reforzaban
está asociación; por tanto, cualquier desviación en el servicio del templo
podía tener consecuencias catastróficas.
El
Templo de Salomón, construido en el siglo X a.C., se convirtió así en algo
esencial no sólo para la imaginería religiosa judía, sino también para el simbolismo
cristiano en siglos venideros. En el 587-586 a.C. fue arrasado hasta los
cimientos por Nabucodonosor.
Restaurado
alrededor del 500 a.C. por Zorobabel, fue nuevamente destruido, para ser
reconstruido una vez más por Herodes “El Grande”, no mucho antes del nacimiento
de Jesús. El tercer templo fue abatido finalmente por los romanos en el año 70
d.C., ocupando en la actualidad su antiguo lugar la mezquita de la Cúpula de la
Roca, en la Explanada del Templo.
Dice
Michel Lamy sobre las reliquias que se custodiaban en el Templo: “Si bien la
mayor parte de los objetos sagrados habían desaparecido en el momento de las
diversas destrucciones, y principalmente durante el saqueo de Jerusalén por
Tito, hubo uno que, aún habiéndose volatilizado, no parecía haber sido sacado
de allí.
Ahora
bien, había sido para albergar dicho objeto por lo que Salomón hizo construir
el Templo: el Arca de la Alianza que guardaba las Tablas de la Ley.
Una
tradición rabínica citada por Rabbí Mannaseh ben Israel (1604-1657) explica que
Salomón habría hecho construir un escondrijo debajo del propio Templo, a fin de
poner a buen recaudo el Arca en caso de peligro… Y continúa explicando: “No
parece que el Arca hubiera sido robada con ocasión de alguno de los diferentes
saqueos o por lo menos, de ser cierto, fue recuperada, según los textos".
Su
desaparición por medio de un robo habría dejado numerosos rastros, tanto en los
textos como en la tradición oral. Louis Charpentier nos recuerda a este
respecto: “Cuando Nabucodonosor tomó Jerusalén, no se hace ninguna mención al Arca
entre el botín. Hizo quemar el Templo en 587 a.C.”.
A
Charpentier no le cabe ninguna duda acerca de ello: el Arca permaneció en su
sitio, oculta bajo el Templo, y los templarios la descubrieron. Esta es una
cuestión en la que entraremos en profundidad cuando tratemos los pormenores de
la creación de la Orden del Templo.
El
código secreto indescifrable
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La llamada "Roca Fundacional" es preservada en el interior del Domo de la Roca. |
Según
ha escrito Jonathan Smith, recordando antiguas creencias, “la Piedra de la
Fundación, como en las construcciones mesopotámicas, es el centro exacto del
Cosmos, el eje o polo, y fue sobre esta Piedra donde estuvo Yahvé cuando creó
el mundo; de esta Piedra surgió por primera vez la Luz (se entiende que esta
luz iluminaba el templo, que fue construido sobre la Piedra y cuyas ventanas
estaban diseñadas para dejar salir la luz y no para permitir su entrada); de la
superficie de esta Piedra se obtuvo, rascando, polvo para crear a Adán; bajo
esta Piedra está enterrado Adán; en esta Piedra ofreció Adán el primer
sacrificio; sobre esta Piedra Caín y Abel ofrecieron su fatal sacrificio; de
esta Piedra vinieron las aguas del diluvio y bajo esta Piedra recedieron”.
Se
creía, en efecto, que bajo la roca fluían las aguas subterráneas, fuerzas del
caos que no cesaban de amenazar con engullir el mundo ordenado. La función del
Templo era, supuestamente, mantener a raya a aquellas fuerzas.
Han
sido muchos los exégetas que han tratado de reconstruir teóricamente la
estructura del Templo. Es el caso del franciscano normando Nicolás de Lyre o el
filósofo François Vatable. Incluso el mismo Isaac Newton, subyugado por la
magia de la visión de Ezequiel donde se apuntaban las medidas del Templo de
Jerusalén, hizo alarde de erudición como teólogo, filósofo, físico y matemático
exponiendo sus resultados en Solomon´s Temple.
Su
intención, dado el carácter simbólico del templo, era conocer su forma para
averiguar su significado. Pero ni siquiera un gigante del pensamiento como él,
artífice de la Física clásica y de la mecánica celeste, pudo descifrar el
mensaje mistérico subyacente en esa misteriosa forma arquitectónica.
Y es
que la sabiduría que el rey Salomón plasmó en la construcción del Templo parece
estar más allá de las mediciones y los cálculos matemáticos. Los que más se han
acercado a esa fuente que inspiró a Salomón son los masones, cuyos rituales
dejan entrever un conocimiento esotérico milenario comparable al que configuró
el Templo.
Como
ilustración de esta herencia espiritual, tenemos los pilares de la masonería,
las columnas J y B; columnas de sabiduría y rigor del cabalístico Árbol de la
Vida, que corresponden a los pilares del mismo nombre que sostenían al pórtico
del Templo de Salomón y que Hiram-Abiff había hecho forjar en bronce.
El
Templo de Salomón.
Después
que el Templo de Salomón sufrió la destrucción, la única pared que quedó del
mismo fue transformada por los judíos en el “Muro de los Lamentos”. A
continuación de la conquista de Jerusalén en el siglo VII DC por los
musulmanes, éstos construyeron la mezquita de Omar y el Domo de la Roca en ese
lugar, existentes aún. En la foto de la derecha (abajo) se observa el Domo de la Roca
lugar donde estuvo el Templo del Rey Salomón.
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Cúpula de la Roca desde el Monte de los Olivos. |
Simbología
de un edificio mistérico
En su
tiempo, Salomón fue la personificación de la sabiduría universal, siendo su
Templo la “Casa de la Luz Eterna”, nombre que algunos exégetas han querido ver
en el propio rey: “Sol-om-on”.
De
acuerdo con las enseñanzas mistéricas, hay tres templos de Salomón. El primero
es la “Gran Casa del Universo”, en medio de la cual se asienta el Sol, rodeado
de sus compañeros artesanos: los doce signos del Zodíaco.
Tres
luces -la estelar, la solar y la lunar- iluminan este templo cósmico.
Acompañado de sus planetas, lunas o asteroides, este Rey Divino se pasea con
pompa por las avenidas del espacio. Según esta interpretación, Hiram
representaría la luz física activa del Sol, mientras que Salomón simbolizaría
su refulgencia intelectual y espiritual, invisible pero todopoderosa.
El
segundo templo simbólico es la “Mansión” o “Catedral del Alma”, una estructura
invisible cuya comprensión corresponde única y exclusivamente a un arcano masónico
supremo. El misterio de este edificio intangible está encerrado tras la
alegoría del “Soma Psychon” o “traje de boda”, como lo describió San Pablo, las
“Vestiduras de Gloria” del gran sacerdote de Israel o la “Túnica Amarilla” de
los monjes budistas. Según esta última interpretación, el alma, creada a partir
de una sustancia ígnea invisible, un metal áureo llameante, habría sido
introducida por el maestro masón Hiram-Abiff en el molde de barro (el cuerpo
físico), conformando el denominado “Mar Fundido”.
Así,
el Templo del alma humana habría sido construido por tres maestros masones que
personifican la sabiduría, el amor y el servicio, y sólo cuando esta operación
se realiza de acuerdo con la Ley de la Vida, el espíritu de Dios mora en este
lugar sagrado.
El
templo del alma así concebido es la verdadera “Casa Eterna” y sólo quien es
capaz de erigirlo de esta manera está considerado como un verdadero maestro masón.
Estas caractéristicas las reunía en su persona el rey Salomón.
V.·.H.·.
GUSTAVO MARTÍNEZ CORREA
Resp.·.
Log.·. Estrella de Salomón #78 Origen: Gran Logia Nacional de Colombia
Fuente: http://www.diariomasonico.com/planchas/salomon-iniciado-masoneria
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