Todo el mundo sabe quién es Drácula, uno de los
personajes de ficción más "reales" de la historia, mucho más que su
creador, Bram Stoker. Pero pocos conocen los enrevesados detalles de sus
venturas y desventuras a través de la literatura, el teatro y el cine,
vampirizado por productores, abogados, directores, actores y jueces.
Ahora, Hollywood gótico (Es Pop Ediciones), de David Skal, desvela los secretos mejor guardados del vampiro más famoso, como si de una auténtica novela de misterio se tratara.
Drácula, personaje y novela, juntos o por separado, se han
transformado en contenedores polimorfos, que cada cual puede utilizar
como dios o el demonio le dé a entender: metáfora de la era victoriana y
su sexualidad reprimida; imagen de la xenofobia y el racismo
imperialista; parábola socioeconómica de la lucha de clases; archivo de
conocimientos esotéricos y ocultistas; la última gran obra gótica del
siglo XIX o la primera del XX; autobiografía inconsciente de su autor…
Todas estas cosas y más, muchas más, se han dicho y pueden decirse del
no-muerto creado por Stoker, sin agotar nunca sus posibilidades. Son
incontables sus apariciones, estelares o como artista invitado, en
centenares de novelas y relatos, obras teatrales, películas, series de
televisión, cómics, videojuegos… Y cereales, helados, galletas, cócteles
o chocolatinas, que nos alimentan en paradójico reflejo especular del
vampirismo del que hace gala el personaje. Hay que huir no ya al Tercer
Mundo, sino al Cuarto o el Quinto, si acaso, para encontrar a alguien
que no sepa quién es Drácula, independientemente de que haya leído o
visto ninguna de las obras a este consagradas. Es cultura general,
popular y global. Un auténtico fenómeno para-normal del que, sin
embargo, no sabemos todo lo que creemos saber.
Bueno, hay alguien que sí lo sabe, sino todo, si casi todo lo humanamente posible sobre el Conde Drácula. Y ese alguien es el conocido y justamente alabado crítico cultural David J. Skal.
Gótico hollywoodiense
Cuando apareciera en 1990 su primera versión de Hollywood gótico, libro
que publica ahora en España la devota y esforzada editorial Es Pop,
Skal era ya un reconocido crítico de cine y especialista en teatro -su
gran amor-, además de haber probado fortuna como novelista, con tres
obras de ciencia ficción bien recibidas por los aficionados al género.
Pero su primer ensayo, consagrado por completo a las diferentes
versiones y adaptaciones del personaje de Stoker, le convirtió de
inmediato en autor de culto para aquellos que gustamos de sumergirnos en
las aguas más oscuras de la literatura y la cultura.
El
libro, apropiadamente subtitulado en su edición original como 'La
enmarañada tela de araña de Drácula, de la novela al teatro y a la
pantalla' (o algo así), aborda no solo las circunstancias que rodearon
la creación del personaje por parte de su autor, incluyendo un certero
perfil de Stoker y una ajustada genealogía del vampiro moderno, sino
sobre todo y en asombroso detalle, los múltiples avatares del conde
no-muerto a través del complejo devenir que le llevó, poco después del
fallecimiento de su creador, a convertirse en favorito de los escenarios
y las pantallas cinematográficas.
Un laberinto de cuestiones legales y episodios estrambóticos,
protagonizados por no menos estrambóticas personalidades de la escena y
la cultura, comenzando por el propio Henry Irving, estrella
del teatro victoriano de quien fuera secretario y hagiógrafo el propio
Stoker, pasando por editores y productores míticos como Horace Liveright, personajes de la farándula como Hamilton Deane –autor de la versión teatral autorizada-, directores de cine como Murnau o Tod Browning, productores como Carl Laemmle Jr.
–creador del ciclo de terror de la Universal e introductor del género
en Hollywood- y así, naturalmente, hasta llegar a actores como Bela Lugosi –devorado por su personaje- o Christopher Lee
–que le ha sobrevivido muy bien-. Imposible citar aquí la galería
completa de caracteres que retrata Skal con trazo rápido pero eficaz,
ingenio y rigor historiográfico bien aderezado con más que una pizca de
sentido del humor.
Si se es, como el que suscribe, un eterno fan del vampiro de Stoker
(aunque a veces resulte tarea algo pesada) Hollywood gótico no resulta
solo una lectura totalmente obligatoria, sino un reencuentro feliz con
el personaje, porque más allá de todos los tópicos que ya conocíamos,
descubrimos gracias a Skal una dimensión nueva, poco documentada fuera
de su libro: la de la sub-trama legal y judicial que ha acompañado desde
sus inicios las aventuras de Drácula, al convertirse de personaje
literario en ser de carne y hueso sobre escenarios y pantallas. Una
intriga de intrigas, por la que el autor es capaz de guiarnos con
claridad prístina y sorprendente agilidad, transformando la historia del
vampiro de ficción en un auténtico y muy real drama judicial -humano y
hasta demasiado humano-, en el que las ambiciones personales, los
conflictos monetarios y los duelos de carácter alcanzan a menudo cotas
tragicómicas.
Es este enredo legal, digno de un novelón de John Grisham y
que ni siquiera el mismísimo Perry Mason sería capaz de solucionar
satisfactoriamente, el que se transforma en verdadero corazón sangrante
del libro, y donde adivinamos que el Hollywood gótico del título no hace
tanto referencia al hecho de que la meca del cine, a través de Drácula,
descubriera el género gótico, convirtiéndolo en inagotable fuente de
ingresos hasta hoy, como más bien a la naturaleza esencialmente gótica
del propio Hollywood. Un lugar físico y material al que se superpone
otro no-lugar arquetípico, ficticio pero no por ello menos real, que
parece erigirse, como el mismísimo castillo de Drácula, en mansión del
horror, en cuyos incontables subterráneos, mazmorras y pasadizos, se
ocultan monstruos tan terribles como vampiros y licántropos, pero
sedientos no de sangre, sino de dinero, fama y poder.
El tren del terror
Cuando el lector abre la primera página de Hollywood gótico,
poco puede suponer que se ha subido no a un apacible crucero por las
aguas del género fantástico y de terror, atracando plácidamente en los
puertos habituales y conocidos: la mitología del vampiro, la historia de
Drácula y su creador, los comentarios más o menos acertados sobre
películas y obras, el aciago destino de Lugosi, etc. Por el contrario,
se ha subido a un tren del terror granguiñolesco, sardónico a veces,
pero también en ocasiones patético, que sube y baja vertiginosamente por
una montaña rusa de pleitos, acusaciones, persecuciones y demandas, a
lo largo de cuyo trayecto se asoman repetidas veces toda suerte de
criaturas de la farándula, empeñadas en hincar el diente, figurada y
literalmente, a ese inagotable banco de sangre –la sangre es vida, la
vida es tiempo y, ya se sabe: el tiempo es oro- que es el vampiro de
Stoker. Una galería del terror que no por entrañable y emotiva a veces,
deja de dar un poco (o un mucho) de miedo al lector. Y entre sus
miembros más destacados, brilla con terrible luz propia el personaje más
grande que la vida de Florence Stoker, la viuda de Drácula, como la califica a veces Skal, muy justificadamente.
Florence Stoker, nacida Balcombe, bella modelo prerrafaelista, pretendida en su juventud por Oscar Wilde y admirada por Burne-Jones,
ya en su ancianidad se convirtió en auténtica némesis de cualquiera que
intentara apoderarse de la obra maestra de su fallecido esposo, sin
rendir cuentas antes por sus derechos de autor legalmente establecidos,
algo mucho más difícil y complejo de lo que podría pensarse. Amparada en
sus exigencias por una tirante relación con la Sociedad Británica de
Autores, Florence Stoker no solo defendió con uñas, dientes y garras lo
que era suyo, sino que encabezó una auténtica cruzada para destruir por
completo… ¡El Nosferatu de Murnau!
La obra maestra del cine fantástico alemán de la época, adaptación
inconfesa de Drácula, se convirtió en una obsesión para la antigua
belleza victoriana, quien no se detuvo hasta conseguir que los
tribunales alemanes fallaran a su favor y que la productora del filme,
Prana, fuera inevitablemente a la ruina. A lo largo de los años, hasta
su muerte en 1937, cuando Drácula ya había sido vampirizado por
Hollywood, Florence no cejó en su persecución, intentando que fueran
destruidas todas y cada una de las copias de la película producida por Albin Grau, el
ocultista amigo de Murnau que soñó con un cine esotérico para las
masas, y de ser por ella, Nosferatu se habría convertido en celuloide
perdido para siempre, como ese Londres después de medianoche que tan bien ha sabido evocar recientemente el escritor mejicano –amigo de Skal, por cierto- Augusto Cruz.
Afortunadamente, no fue así, pero dice mucho del carácter férreo de
esta dama de hierro que jamás se molestara en echar un solo vistazo al
film de Murnau. David Skal convierte a Florence Stoker en un personaje
vivo, ambiguo y tan fascinante como implacable.
Pero no es este, ni mucho menos, el episodio más tragicómico,
grotesco y sorprendente que nos tropezamos en nuestro recorrido por Hollywood gótico. Son
muchos los momentos de regocijo para el aficionado, pero quizá otra de
sus cumbres sea la no menos desesperada lucha del hijo y la familia de
Bela Lugosi por conseguir cobrar derechos de imagen… ¡por el muñeco
Drácula de la Universal! En efecto, cuando años después de la prematura
muerte del actor, víctima quizá de la maldición de su personaje, la
productora Universal comenzó a comercializar la imagen encarnada por
este en la pantalla, convirtiéndola en omnipresente a través no solo de
muñecos articulados y juguetes, sino también de cromos, tebeos, etc., el
hijo de Lugosi interpuso indignado una demanda, exigiendo bien la
retirada de la imagen creada por su padre para el personaje, bien el
cobro de los correspondientes royalties en concepto de derechos de imagen heredados.
Dio comienzo así un nuevo duelo judicial que duraría años, y en el
que surgirían cuestiones no solo de índole legal, sino también moral y
casi metafísica. No había duda de que el Drácula que comercializaba
Universal estaba diseñado a imagen y semejanza de Lugosi o, mejor dicho,
de la caracterización de Lugosi. Si este no hubiera ejercido ninguna
autoridad singular sobre la misma, si no la hubiera hecho suya, es decir, si ese no fuera su Drácula… ¿Por qué Universal no utilizaba la imagen de los Drácula interpretados por Lon Chaney Jr. o John Carradine
en otras de sus películas? Por otra parte, Lugosi había firmado un
contrato –como todos: fáustico- en el que cedía, prácticamente por
completo e indefinidamente, la utilización de su imagen a la productora.
Bien es cierto que en 1931 estaba lejos de suponer que, un par de
décadas más tarde, su estampa, su rostro, serían un icono pop capaz de
generar por sí mismos beneficios económicos inmensos…
¿Quién fue antes: Drácula o Lugosi? ¿Era Drácula, Lugosi, o Lugosi,
Drácula? ¿Puede una compañía productora comprar la imagen de sus actores
para la eternidad? –si habéis visto El congreso ya
sabéis que sí-, ¿Es posible heredar la imagen comercializada de un
pariente como bien económico privativo? Al final, el pobre Lugosi
resultaba vampirizado incluso después de muerto, y seguía siendo
desangrado por Universal ante la indignación de sus descendientes. Los
tribunales no supieron ponerse muy de acuerdo en este juicio entre
vampiros y hombres, más allá de la muerte.
Teatro de sangre
Estos son solo dos de los muchos ejemplos del delirante mundo que describe Hollywood gótico. Un
mundo creado en torno y alrededor de un personaje de ficción
sobrenatural, que ha cobrado a lo largo de las décadas una sobrenatural
realidad y que David Skal, uno de los mayores expertos en el género
actuales, radiografía con estilo claro y preciso. Más allá de los muchos
libros que se han escrito y escribirán sobre Drácula o sobre el
vampirismo en el cine y la literatura, el gran mérito de Skal, bien
visible también en su estupendo Monster Show. Una historia cultural del horror (Valdemar), es aportar una visión sociocultural tan documentada, erudita y precisa como original, entretenida y diferente.
En este caso, su amor por las artes escénicas da una lógica primacía
en las páginas del libro a las mismas, de fundamental importancia para
el personaje, puesto que la mayoría de los Drácula cinematográficos
partieron a menudo antes de la versión teatral de Hamilton Deane o de la
revisada después por Garrett Fort, que de la novela de Stoker.
La crónica de estas adaptaciones teatrales y de los muchos y curiosos
personajes asociados a ellas, inextricablemente unida a los avatares
del personaje en la pantalla, es uno de los elementos más destacables de
Hollywood gótico, y si acaso algo se echa en falta es solo, quizás –no puedo evitar la puntilla, maldición del freak donde las haya-, alguna mención a la versión que interpretara sobre las tablas españolas el gran Narciso Ibáñez Menta en el Teatro de la Comedia de Madrid, allá por 1978, dirigida por Jaime Azpilicueta e inspirada en la entonces célebre adaptación protagonizada por Frank Langella entre decorados del llorado Edward Gorey. Aún recuerdo mi rabia infantil (tenía solo trece o catorce años) por no poder ir a verla…
Detalles aparte, la lectura de este profusamente ilustrado Hollywood gótico es un bocado exquisito a degustar con una buena copa de vino… Aunque, la verdad, yo nunca bebo vino.
Fuente: http://mas.asturias24.es/secciones/lecturas/noticias/el-caso-dracula-o-el-vampiro-vampirizado/1432107100
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