La sonda Lisa Pathfinder, en el centro |
Hace casi un siglo, Albert Einstein
predijo la existencia de ondas gravitacionales, una consecuencia
fundamental de la relatividad que no se ha logrado confirmar desde
entonces. El próximo 2 de diciembre, la Agencia Espacial Europea (ESA)
lanza la misión LISA Pathfinder con el objetivo de probar la
tecnología necesaria para atraparlas por primera vez y, de paso, poner a
prueba las teorías de Einstein como nunca se hizo antes.
La Teoría General de la Relatividad
predice que la aceleración de grandes masas en el universo libera
energía en forma de ondas que curvan el espacio-tiempo. Estas ondas
moverían todos los objetos que encuentran a su paso como si fuesen boyas
en el mar. Los cuerpos con mayor gravedad del universo, como dos
agujeros negros que orbitan juntos hasta fusionarse, deberían generar
distorsiones tan violentas que deberían poder detectarse en la Tierra.
Captarlas sería como ganar un sentido más para percibir el cosmos más
allá de la radiación electromagnética (luz, infrarrojos, rayos X…) que
domina la astronomía actual.
“Hasta ahora solo hemos visto el universo y ahora podremos
escucharlo por primera vez gracias a las ondas gravitacionales”, explica
Carlos Sopuerta, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio
(IEEC-CSIC), en Barcelona. Sopuerta dirige un equipo científico de 10
personas que participa en la misión junto a otros grupos de Alemania,
Reino Unido, Italia, Francia, Suiza y Países Bajos.
Poner a prueba a Einstein en este campo es un reto
tecnológico. Como explica el Instituto Albert Einstein de Hanóver, otra
de las instituciones participantes en LISA Pathfinder, si una estrella en una galaxia cercana reventase en una supernova, produciría tanta energía como billones y billones de bombas atómicas.
Buena parte se liberaría en forma de ondas gravitacionales, pero esa
energía se iría debilitando como una onda expansiva y, al llegar al
Sistema Solar, curvaría tan ligeramente el espacio-tiempo que la
distancia del Sol a la Tierra solo cambiaría en menos del diámetro de un
átomo de hidrógeno.
LISA Pathfinder
probará la tecnología necesaria para que una futura misión espacial
pueda captar estas vibraciones tan sutiles. El artefacto lleva en su
interior una cámara de vacío con dos cubos de oro y platino de casi dos
kilos cada uno. Están situados exactamente a 38 centímetros uno de otro y
entre ellos circula un haz de luz láser. Si una onda gravitacional
atravesase la cámara, el sistema captaría un leve cambio de la distancia
relativa entre ambos.
Un millón de kilómetros
Hasta ahora, este tipo de radiación solo se ha captado de
forma indirecta en estrellas binarias, un trabajo con el que Rusell
Hulse y Joseph Taylor ganaron el Nobel de Física en 1993. El Big Bang,
la explosión que dio origen al universo hace 13.700 millones de años,
también habría generado estas ondas, aunque su detección sigue estando en entredicho. En la actualidad, varios experimentos en Tierra intentan ser los primeros en captar este fenómeno.
El sentido de tener además un observatorio espacial es que estas
vibraciones tienen rangos, como la luz, y algunos de ellos son
imposibles de captar en Tierra, explica Sopuerta.
La tecnología que probará es la más apropiada para captar
las emisiones de agujeros negros supermasivos, gigantes gravitatorios
violentos y desconocidos que se encuentran en el centro de las galaxias,
incluida la nuestra. “Sabemos que las galaxias colisionan varias veces a
lo largo de su vida y captar estas ondas nos permitiría trazar la
historia de la aparición de los agujeros negros”, resalta Sopuerta.
Además, se probarían los límites de la relatividad en los regímenes de
gravedad "más extremos".
La misión se desarrollará en el punto de Lagrange 1, a unos
1,5 millones de kilómetros de la Tierra en dirección al Sol. Allí la
gravedad de ambos cuerpos queda neutralizada y la nave permanece en
“caída libre”. “Esto quiere decir que no hay ninguna fuerza que se
aplique sobre la nave”, explica Damien Texier, responsable de las
operaciones científicas de LISA Pathfinder desde el centro
espacial de la ESA en Villanueva de la Cañada, cerca de Madrid. El
sistema puede detectar cambios en la distancia entre las dos pesas a
nivel del picómetro, equivalentes “al tamaño de un átomo pequeño”,
resalta.
Para asegurarse de que solo se captan los efectos de las
ondas gravitacionales, esta misión probará sistemas que contrarrestan el
efecto del viento solar, los rayos cósmicos o cualquier otra
perturbación interna o externa.
Una vez validadas en esta misión, estas tecnologías serán
la base de eLISA, otra misión de la ESA que se lanzaría en 2034 para
detectar las ondas gravitacionales. Constaría de tres naves dispuestas
en triángulo y separadas al menos por un millón de kilómetros cada una.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/11/18/ciencia/1447849964_821102.html
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