Documentan la serie de enojos que provocaron los relatos del autor de El cuervo en una logia masónica; su muerte jamás se esclareció por completo |
En 1840 el futuro vicepresidente de Estados Unidos, Schuyler
Colfax, aceptó uno de los retos que a manera de juego planteó Edgar
Allan Poe a través de las páginas del Alexander’s Weekly Messenger.
El desafío consistía en interpretar todo mensaje cifrado enviado a las
oficinas de la publicación.
Colfax, quien sería también presidente de la
Cámara de Representantes durante los mandatos de Lincoln y Johnson,
optó por enviar una amenaza al escritor:
“Las ofensas pueden ser expiadas y perdonadas, pero los
insultos no admiten compensación; degradan la mente en su propia estima y
la fuerzan a recuperar su nivel mediante la venganza”, decía uno de los
dos mensajes descifrados por el autor de Los crímenes de la calle Morgue.
Al parecer, Colfax estaba enfurecido con Poe, al igual que muchos otros
hombres influyentes. La razón: las divergencias que ambos bandos tenían
sobre la influencia que debían tener las sociedades secretas en la
construcción de Estados Unidos.
El ensayista, crítico y narrador Óscar Xavier Altamirano
(Ciudad de México, 1965) pone por primera vez el dedo en la llaga. En su
libro Poe. El trauma de una era plantea la ya irrefutable idea
de que el escritor estadunidense perteneció a una logia masónica, que
sus escritos e ideas tenían que ver
–más de lo que se piensa- con la política y la falta de espiritualidad del norteamericano y que esa manera de pensar pudo haberlo llevado a la muerte.
–más de lo que se piensa- con la política y la falta de espiritualidad del norteamericano y que esa manera de pensar pudo haberlo llevado a la muerte.
Altamirano afirma “sin ningún temor a equivocarme” que Poe
fue masón. Identificarlo ahí, agrega, “ha sido una gran laguna en todo
lo que tiene que ver con él, existen cuentos, particularmente El barril de amontillado,
donde se aborda el tema de la masonería de manera explícita, no es
posible ni siquiera desviarse del tema, ni negarlo, y no puede dejar de
sospecharse que el grueso de su obra en realidad es una crítica muy
mordaz a las sociedades secretas más influyentes de su tiempo”.
De acuerdo con el autor, la masonería se dividió en dos
grandes grupos siempre ligados al poder: uno de tendencia más antigua
relacionado con una cuestión de orden espiritual y otro, más moderno,
vinculado a una cuestión material y la búsqueda del oro que toma como
metáfora al alquimista: “ya no importa el encuentro del oro espiritual
que permite buscar la salvación del alma y una estancia plena en la
Tierra, sino ahora es la búsqueda del oro material y para eso se debe
transar con el amo de la materia que desde los ojos de la ortodoxia
cristiana, tanto protestante como católica, tiene una relación estrecha
con el satanismo”.
Poe pertenecía en un momento inicial al primer grupo y no
sólo estaba inconforme con el segundo, sino que, según la hipótesis de
Altamirano, revelaba secretos de esas sociedades ocultas a través de sus
escritos. La presencia de la masonería, dice, “está en su obra y en su
vida a tal punto que se podría decir que incluso su muerte es el
resultado de una contienda política ligada a las facciones masónicas, a
las sociedades secretas de esa época”. Altamirano ubica también claras
alusiones masónicas en El hombre de la multitud, El diablo en el campanario, La Esfinge, Nunca apuestes tu cabeza al diablo o La máscara de la Muerte Roja.
Y no es que sea la primera vez que se asocia a Poe con la
francmasonería, siendo un escritor infinitamente estudiado, otros han
planteado esa relación, pero ya sea por desconocimiento u omisión no han
profundizado en ella. “Ésta –dice– es la primera vez que un estudio
dedica más de cien páginas al tema. Los profanos, los no iniciados, no
sabemos nada al respecto y a los iniciados no les es permitido tocar el
tema, por lo que se genera un vacío tremendo”. Un hueco enorme que está
en el origen del desarrollo de Estados Unidos, donde personajes como
George Washington, Benjamin Franklin o John Adams han sido abiertos
masones.
“Lo más probable es que Poe pertenecía a esa antigua masonería que se confrontó fuertemente en Estados Unidos (a nivel político). Ya es francamente difícil negar que él era un iniciado que tenía una concepción purista de la masonería y del propósito de la iluminación, hay documentos, testimonios”, dice. Pero vivir enfrentado con un grupo le cobró cara la factura al escritor. En el origen, está incluso el desprestigio que tuvo como literato: F. O. Mathiesen por ejemplo lo descartó de facto de su The American Renaissance, publicación de 1941 que marcó el canon de la literatura estadunidense y Harold Bloom, considera Altamirano, “después lo tiene que admitir de mala gana”.
Hoy Poe es uno de los autores más estudiados y venerados en
el mundo (en gran parte por el rescate que hicieron de él autores
franceses como Baudelaire y Valéry), de cuya obra existen incluso
versiones netamente infantiles. Su literatura fascina, pero también se
ha convertido en una “casa de los sustos, con tinieblas, tumbas y
calaveras; es todo eso pero también mucho más, lo que pocos se imaginan
es que esa historia es una parábola o una analogía de un asunto profundo
y político”.
Ese vínculo de Poe con lo político, piensa el ensayista,
sigue siendo un tema pendiente, “estaba mucho más ligado a esas
cuestiones de lo que se piensa, tenía amigos fuertemente patrióticos,
demócratas” e incluso fue gran amigo de William Whipple, un masón
recesivo que fue candidato a la presidencia por el Partido Antimasónico.
Contra sus adversarios, Poe contaba con la palabra y en ella velaba
criticas al fraternalismo masónico, disputas políticas e ideológicas,
conflictos sociales y morales y malestares metafísicos y religiosos de
su época.
La manera de manifestar su inconformidad habría de llevarlo a
la tumba. “Fue a Baltimore cuando hubo una elección muy importante y
esa elección fue la causa de su muerte, es casi seguro”. Las primeras
versiones hablan de que falleció víctima de alcoholismo, pero ni sus
biógrafos más avezados han podido despejar las dudas y arrojar luz
completa sobre ese episodio que apenas unos años después de sucedido, en
1849, se comenzó a poner en duda. El doctor John J. Moran, por ejemplo,
quien atendió al autor el mismo día de su muerte en el Washington
College Hospital, declararía años después que Poe “no murió bajo el
efecto de ningún intoxicante, ni había licor en su aliento o su
persona”.
¿Dónde y cuándo?
Poe. El trauma de una era se presenta el 19 de
agosto, a las 18:30 horas, en el Centro Cultural Elena Garro ( Fernández
Leal 43, barrio de La Concepción, Coyoacán).
Óscar Xavier Altamirano
Catedrático y colaborador de diversas publicaciones. Becario
del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, comenzó a leer a Poe
siendo adolescente y decidió entenderlo de manera más profunda a partir
de 1995. Sobre este libro el biógrafo de Poe, Kenneth Silverman, ha
dicho: “Ha estudiado de cerca la obra de Poe y en mi opinión, la conoce
tan íntimamente como los mejores eruditos y críticos estadunidenses”.
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/expresiones/2015/08/12/1039752
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