(Gran Inspección de Comunicación, Gran Inspección de Relaciones
Institucionales, V.B. Gran Maestro, Gran Logia de España).- Hace unas
semanas, el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Colegio
Pontificio para la Cultura, publicaba un artículo titulado “Queridos
Hermanos Masones” en el que invitaba al diálogo entre la Masonería y la
Iglesia Católica basado en los valores comunes de ambas instituciones.
El gesto es de una enorme valentía. El reconocimiento desde el
corazón de la Curia Romana de una intersección de principios en el
sentido comunitario, la beneficencia, la lucha contra el materialismo o
la defensa de la dignidad humana encierra el reconocimiento implícito de
la bondad de nuestros principios. La Masonería arrastra dos grandes
leyendas negras, las del contubernio en nuestros fines y la rareza en
nuestros ritos, generadas respectivamente por las dos masofobias que
hemos conocido, las del totalitarismo político y el integrismo
religioso. En ese contexto, las palabras del cardenal suponen un
reconocimiento a la nobleza de nuestros fines, sin entrar en el segundo
asunto.
El diálogo entre la Iglesia Católica y la Masonería Española es un
hecho desde hace varios años. En torno a 25 personas participaron en el
último encuentro de tres días, celebrado en la Hospedería del Monasterio
de Poblet, en un formato que permite profundizar en el mutuo
conocimiento de dos instituciones que comparten su preocupación acerca
de algunos de los desafíos que plantea el siglo XXI. Pero ese diálogo no
puede limitarse a celebrar lo que nos une sino a explorar lo que nos
hace distintos: la Iglesia Católica es una religión, la Masonería una
escuela iniciática de virtud y sabiduría sin revelación alguna.
Sin duda, existe un “problema masónico” en la Iglesia Católica pero
no existe un “problema católico” en la Masonería Universal, que insta a
todos sus miembros a practicar con celo la religión que profesen.
Nuestro Querido Hermano Kipling tiene un poema maravilloso, “My Mother
Lodge”, en el que recuerda con nostalgia sus primeras tenidas masónicas
en la India. El poema recorre uno por uno a sus Queridos Hermanos entre
los que cita a “Castro, del taller de reparaciones que, por cierto, era
católico romano”.
Castro, como millones de Queridos Hermanos antes y después, no sintió
oposición alguna entre su Fe y la vivencia fraternal con todos los
hombres que le propuso la Masonería. Cualquiera que quiera entender qué
hacía Castro en aquellas reuniones debería leer el poema de Kipling.
“Cada mes después de la Tenida nos reuníamos para fumar. No nos
atrevíamos a hacer banquetes por miedo a forzar alguna norma de
cualquier Hermano. Y hablábamos a fondo de Religión y de otras cosas.
Cada uno se refería al Dios que conocía mejor, los Hermanos tomaban la
palabra uno tras otro y nadie se inquietaba”.
La Masonería surgió en una Europa desangrada por guerras de religión
como un espacio en el que superar los enfrentamientos que provocan
nuestras diferencias religiosas o políticas para abrirnos a principios
comunes capaces de construir otro mundo: la igualdad de todos los
hombres, la fraternidad que nos debemos los unos a los otros y la mutua
tolerancia al librepensamiento y la creencia. Hacerse masón es
sumergirse en aquel espíritu tricentenario de la Ilustración que en el
siglo XVIII nos trajo innumerables problemas con Roma, pero no debería
ser un problema para la Roma del siglo XXI, que promueve su propio
diálogo con otras religiones desde el respeto. La masonería no es otra
religión con la que conversar sino el espíritu mismo de ese diálogo
entre religiones que hoy es un valor para las distintas iglesias y ha
sido siempre para nosotros un principio fundacional.
El cardenal extendió su mano fraterna llamándonos Queridos Hermanos,
una condición que alcanza todo ser humano cuando entra en nuestra Orden.
El Querido Hermano aprendiz, como en cualquier otra escuela iniciática,
aspira a la virtud que reside en la maestría. Las escuelas iniciáticas
promueven una auto transformación de quien ya desea ser mejor. Cuando
aquel aprendiz sea reconocido maestro de maestros, elegido para dirigir
los trabajos en la Logia a la que todos acuden, dejará de ser Querido
Hermano. Su nuevo tratamiento, Venerable Hermano, significa lo mismo
para la Iglesia que para la Masonería: alguien de una bondad blanca y
sin mácula. Ese es el ideal masónico. Venerable Hermano Gianfranco,
gracias por un gesto valiente que abre un espacio de posible concordia
fraterna. Como todo Venerable, convocad los trabajos.”
Fuente: http://infovaticana.com/blog/el-olivo/bucolica-respuesta-de-la-masoneria-espanola-al-cardenal-ravasi/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario