Proverbio egipcio

“El reino de los cielos está dentro de ti; aquel que logre conocerse a sí mismo, lo encontrará” Proverbio egipcio

jueves, 12 de noviembre de 2015

Isidro Toro Pampols: La areté socrática



 
La “virtud” griega o “arete”, la estudiamos no para asumirla como una verdad en el marco de la antropología filosófica masónica, la cual es adogmatica y signada por el libre pensamiento; sino por la preocupación del hombre, desde tiempos arcanos, por el tema de la virtud, por lo que debemos, por nosotros mismo, comprenderla, estudiarla y hacerla útil en el desarrollo personal como masón, más allá de cualquier doctrina, escuela o especulación.
Nos enfocaremos en el dialogo platónico sobre Protágoras y los sofistas,  con la finalidad que nos sirva como canalizador de un tema, cuyas variables, aún se discute en el campo de la filosofía.

Desarrollo
Areté, es el término del griego antiguo que significa “virtud” o “excelencia”. En el campo filosófico, el vocablo se aplicaba tanto a las virtudes del carácter humano, y a distintos tipos de excelencia, incluso la política o ciudadana.(1)
Tema importante en la Grecia Antigua era si la virtud podía enseñarse. Según Hipias, el fin de la enseñanza era lograr la “areté”, que entendía como la capacitación para pensar, hablar y obrar con éxito. Visto así, parcialmente, la excelencia ciudadana consistía en el cultivo de virtudes específicas, con fines utilitarios.(2)
De lo anterior se desprende, por sí mismo, la discusión si la sabiduría y la virtud son cosas distintas. Si el saber posee algún poder directivo sobre el hombre y si el ser humano, aun cuando sabe lo que es el bien, puede verse subyugado por el placer y alejarse de la virtud. Para Sócrates, un conocimiento incapaz de dominar al hombre y que lo abandone a merced de sus impulsos sensibles, no le parece que sea una ciencia.
En el dialogo platónico intitulado Protágoras o los sofistas, éste defiende que la virtud puede ser enseñada; mientras que Sócrates señala algunos hechos que intentan demostrar lo contrario: padres virtuosos con hijos que no lo son y viceversa. Protágoras admite una diferencia entre inteligencia y virtud, por ende, la virtud puede ser instruida, por lo que surge una cuestión: ¿quiénes están capacitados para enseñarla?
Se nos presenta un nuevo y más complicado tema: la naturaleza humana y las condiciones de la ciencia. Protágoras es un relativista, mientras Sócrates, un defensor de lo absoluto, para quien la moral es geométrica, exacta.
Tenemos, frente al ideal socrático, centrado en demostrar con todo rigor las ventajas de la virtud y que baste para ello la pura razón; y en el anverso, la posición de Protágoras, quien sostiene que la razón es muy rara en los hombres, que la mayoría no comprenden su lenguaje y que, haciendo referencia a un símil del mito del carro alado de Platón, el vehículo de sus almas es dominado por los caballos y no por el cochero: por la pasión y los deseos, no por la inteligencia.(3) 
Las virtudes cardinales en el periodo clásico griego fueron: el valor, la sabiduría, la temperancia, la piedad y la justicia. Sofistas, como Protágoras, afirmaron enseñar esas virtudes. Sócrates puso en duda sus credenciales para hacerlo. Varios de los primeros diálogos platónicos muestran a Sócrates preguntando por las definiciones de las virtudes, y el mismo Platón investiga la areté en otros diálogos.(4)
El método de los sofistas comprendía tres procedimientos: el mito, el razonamiento extenso y el comentario de los poetas. El de Sócrates consistía, esencialmente, en la discusión dialéctica: la mayéutica.
El mito, con todo su simbolismo, no se adviene al rigor demostrativo que sostiene Sócrates. Hay que tener claro que Protágoras no pretendía darle valor científico al mito, sino una representación poética de la realidad, que agrade y haga pensar. Otros, como Platón, hacen uso del mito como método didáctico: el mito de la caverna, el del carro alado, el de Er, entre otros.
Sobre el segundo aspecto del sistema de la sofistica, el del razonamiento o discurso continuado, Sócrates señala que al ser tan largo, el orador tiene que aplicar velocidad y por ende, pasa por alto detalles importantes, que en temas de raíces filosóficas, exigen un examen detallado. El discurso largo tiende a la persuasión,  no al establecimiento firme del conocimiento, fuente de la verdad. Sócrates exige una ciencia que transite una marcha lenta y minuciosa, lo que usualmente no se corresponde con el estilo de los sofistas.
Sobre el comentario poético, Sócrates infiere que allí no hay respuestas para quien pide una aclaración de sus ideas. La poesía, por naturaleza, es arbitraria.(5) 
En la población, la excelencia política o ciudadana de los griegos, consistía en el cultivo de, entre otras, tres virtudes específicas: la andreia o valentía, la sofrosine, que era la moderación o equilibrio y la dicaiosine o justicia: estas virtudes formaban un ciudadano relevante, útil y perfecto. Estas dieron lugar a las llamadas virtudes cardinales: la prudencia, la fortaleza y la templanza, siendo la justicia el producto de la armonía entre las tres ellas.(5)
Un tema que ocupó al pensamiento griego de la época, fue si una persona puede tener una sola virtud, como el valor, pero carecer de otras, como la sabiduría. En el Protágoras de Platón, se presenta a Sócrates defendiendo la tesis de la unidad de la areté, que implica que una persona que tiene la areté,  las posee todas. Esta discusión es la precursora de muchas teorías referidas a la virtud desarrollada por la filosofía ética en épocas posteriores, hasta nuestros tiempos.
Conclusión
La virtud es el esfuerzo para dominar las pasiones, escritura el Ritual y Catecismo para el grado de Ap.·. Establece que no debe confundirse con la honradez, la benevolencia ni la caridad, porque éstas se pueden encontrar en los apáticos, los débiles e incluso, la caridad pueden ejercerla los viciosos. Igual señala que el hábito de dominar nuestros instintos, enaltece el alma.(7)
De lo anterior podemos inferir que las virtudes las podemos cultivar; sin entrar en la discusión entre Protágoras y Sócrates. El Ritual nos enseña que se logra la felicidad al ser virtuoso, lo que nos recuerda la eudemonía, palabra del griego antiguo que algunos traducen como felicidad y paz del alma. “Lo más alto en moral y el bien más grande es la eudemonía; –nos dice Aristóteles- por ello es también el placer más elevado… que la felicidad deba señalarse como bien supremo parece una concepción de validez universal…”(8)
El punto es comprender de manera natural, sin memorizar mecánicamente ni ser parte de un cuestionario, la importancia que tiene una vida virtuosa en función de la Grande Obra del G.·.A.·.D.·.U.·. La virtud quizás nace en nosotros por naturaleza o la aprendemos. Pero lo cierto es que la perfeccionamos mediante la práctica consuetudinaria, por razón del hábito natural, espontaneo. La virtud o virtudes, las alimentamos mediante el ejercicio de una ética forjada en la voluntad y en los sentimientos. “De nosotros depende la virtud, areté, y también lo contrario” nos dice Aristóteles.  Edificar nuestro ser escuadrando nuestra existencia, aplicando la Regla, el Compas y la Plomada; es interiorizar día a día  una manera de ser virtuosa y altruista que, finalmente, es algo natural en nuestra vida. Al llegar allí, abre visto mi Maestro, vestido de oro y azul, al pie de la obra de la cual como eterno Ap.·., debo instruirme y conservar la sabiduría y la grandeza de sus designios.
Es Todo…
S.·. F.·. U.·.

                                                                                   Isidro Toro P       
M.·. M.·. R.·.E.·.A.·. y A.·.
Notas y bibliografía
1)     Audi, Robert DICCIONARIO AKAL DE FILOSOFÍA Ediciones Akal, S. A., 2004 Tres Cantos Madrid – España. Págs. 65-66
2)     Wikipedia. Areté
3)     Platón. Obras Completas. Aguiar Ediciones. Madrid, España, 1969. Págs. 158-159
4)     Audi, Robert. Ob cit. Págs. 65-66
5)     Ídem, Pág. 158
6)     Wikipedia. Areté
7)     Gran Logia de la República de Venezuela. Ritual y Catecismo para el Grado de Aprendiz. Caracas 2013. pág. 18
8)     Kranz, Walther. La Filosofìa Griega. Tomo III. 4ta edición. UTEHA. México. 1964

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