En el año 1988, Colombia eligió por primera vez alcaldes populares en
todos los municipios. Pereira eligió a Jairo Arango Gaviria. En el caso
de Medellín, fue elegido Juan Gómez Martínez. En calidad de alcalde
electo de Pereira, viajé a Medellín para conocer de cerca cómo
funcionaban los hornos crematorios del cementerio, puesto que Medellín
fue la primera ciudad que los implementó en Colombia, a pesar de ser
una de las sociedades donde las tradiciones religiosas están más
enraizadas.
Con la información recogida sobre los crematorios,
aportada por Juan Gómez, regresé a Pereira con la idea de establecer
este sistema como uno de los proyectos más importantes, útiles y
novedosos para la ciudad, por el servicio social que se prestaría.
Diligentemente apoyamos y gestionamos una propuesta de inversión privada
que de un tiempo atrás quería realizar el arquitecto Jaime Ceballos
Ospina. Esta iniciativa se impulsó conjuntamente entre el inversionista y
la alcaldía de Pereira con el compromiso de ayudarle en la agestión
integral para que el proyecto pudiera realizarse en el corto plazo.
El
paso siguiente consistía en concretar el respaldo de la iglesia hacia
esta iniciativa, en tanto que se tenían muchas conjeturas e hipótesis
sobre la posición que la iglesia asumiría al respecto. La atención,
entonces, se centró en definir y concretar el respaldo religioso que
daría viabilidad al proyecto.
POSICIÓN DE LA IGLESIA
“La iglesia aconseja que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos. Sin embargo, no prohíbe la cremación.” Canon 1176 del Derecho canónico, 1983
Oficiaba como obispo de Pereira monseñor Darío Castrillón Hoyos, poseedor de una gran formación académica en diferentes disciplinas, frecuente viajero y humanista, lo que le permitía conocer de cerca otras culturas y tradiciones. Experto en etnias y asentamientos indígenas, conocedor de sus costumbres y sus dialectos. Europa era su destino preferido. Hablaba sus lenguas y conocía sus costumbres. Podría decirse que era un adelantado de la iglesia y de la sociedad civil. Quizás la formación integral y humanística de Monseñor Castrillón fue lo que, a la postre, contribuyó a hacer de la cremación lo que es hoy el cementerio de La Ofrenda.
POSICIÓN DE LA IGLESIA
“La iglesia aconseja que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos. Sin embargo, no prohíbe la cremación.” Canon 1176 del Derecho canónico, 1983
Oficiaba como obispo de Pereira monseñor Darío Castrillón Hoyos, poseedor de una gran formación académica en diferentes disciplinas, frecuente viajero y humanista, lo que le permitía conocer de cerca otras culturas y tradiciones. Experto en etnias y asentamientos indígenas, conocedor de sus costumbres y sus dialectos. Europa era su destino preferido. Hablaba sus lenguas y conocía sus costumbres. Podría decirse que era un adelantado de la iglesia y de la sociedad civil. Quizás la formación integral y humanística de Monseñor Castrillón fue lo que, a la postre, contribuyó a hacer de la cremación lo que es hoy el cementerio de La Ofrenda.
En
Pereira, donde los rumores hacen carrera con gran facilidad y llegan a
ser aceptados, generalmente sin ningún cuestionamiento, se tenía la
percepción de que la iglesia se oponía a la cremación, razón por la cual
el proyecto del nuevo cementerio con horno crematorio no era viable,
pues, sin la bendición del cura, el muerto no descansa en paz y su alma
no va al cielo. Es decir, el muerto se convertiría en un gran problema
para la familia, la iglesia y la sociedad.
Para salir de la
incertidumbre, lo mejor era preguntarle directamente a monseñor Darío
Castrillón su posición sobre la cremación, en un momento en que la
sociedad pereirana, de aparente formación liberal, en asuntos de muerte,
religión y tradiciones, estaba apegada a las costumbres más
conservadoras en estos conceptos. En materia de entierros, la mayoría se
hacían en el cementerio San Camilo de propiedad de la curia, luego
empezaron a realizarse en el cementerio Prados de Paz, junto al
aeropuerto Matecaña. Algunos pocos entierros de personas ateas
continuaban realizándose en el cementerio laico, localizado en la
Avenida 30 de agosto.
La idea de establecer los crematorios en
Pereira no solo era modernista sino revolucionaria, lo que significaba
una gran fractura para las tradiciones y las convicciones de la
sociedad. Pero, como se dijo antes, la única forma de conocer el
pensamiento de la iglesia respecto al concepto innovador de la
cremación, necesariamente se resolvería preguntándole a monseñor Darío
Castrillón.
Para conocer su posición, propicié una comida en su casa, donde intercambiamos opiniones sobre diferentes temas. Recuerdo que él tenía muchas preocupaciones porque, un poco antes, en la ciudad había aparecido la “mano negra”, organización siniestra dedicada a hacer “limpieza social” por cuenta propia con la aprobación silenciosa de una buena parte de la sociedad.
Para conocer su posición, propicié una comida en su casa, donde intercambiamos opiniones sobre diferentes temas. Recuerdo que él tenía muchas preocupaciones porque, un poco antes, en la ciudad había aparecido la “mano negra”, organización siniestra dedicada a hacer “limpieza social” por cuenta propia con la aprobación silenciosa de una buena parte de la sociedad.
Comprendí la magnitud humanística
del prelado, al rechazar en público y en privado ese tipo de acciones
que consistía en marcar con pintura roja a las personas que iban a matar
para luego hacer aparecer sus cuerpos en distintos lugares públicos con
letreros de delincuentes, como señal de escarmiento público. Cuando
estas acciones se llevaban a cabo, el rechazo de Monseñor Darío
Castrillón no se hacía esperar. Desde el púlpito de la catedral, y en
sermones alusivos a la vida, rechazaba con vehemencia estas prácticas
llegando, incluso, en ocasiones casi hasta señalar a algunos de los
organismos del estado y de la sociedad que se habían confabulado para
llevar a cabo estas prácticas sicariales.
También conversamos
de su posición sobre el desarrollo de Pereira referente a otras
ciudades de Colombia y de Europa, a lo que él mismo planteó la necesidad
de impulsarla en valores hacia el modernismo, donde la educación y la
familia jugaran un papel de primer orden. Tuve la intención de poner
sobre la mesa de conversación el asunto de una gobernadora que nombraron
para Risaralda y que duró muy pocos días en su cargo, dado que tenía el
“pecado” de no ser casada, lo que para la sociedad y la iglesia no
resultaba de buen agrado y, rápidamente, esta mandataria renunció a su
cargo. Sin embargo, me pareció que eran varios temas, todos de gran
calibre, para una sola conversación, así que me centré en el asunto de
la cremación.
Hoy pienso que la Pereira de los 80 era más
timorata que librepensante, a pesar de que en materia política estaba
representada hegemónicamente por el partido liberal y, en segundo orden,
por el conservador en sus dos vertientes: pastranistas y laureanistas.
La izquierda, representada por la Unión Patriótica, fue diezmada
físicamente debido a la gran cruzada que sobre ella oficiaron grupos de
derecha encabezados por el MAS en sinergia con algunos organismos del
estado. En Pereira fue asesinado el concejal y profesor Gildardo Castaño
Orozco.
En materia de cultura, las actividades se
desarrollaban en buena parte en el Club Rialto. La cultura popular,
orientada hacia el teatro de vanguardia, tenía como referente a Bertold
Brecht bajo la dirección de la italiana Antonieta Mercuri, vinculada a
la Universidad Tecnológica de Pereira, donde realizaba sus
presentaciones. La emisora cultural Remigio Antonio Cañarte y el teatro
Santiago Londoño nacían para darle mayor amplitud y consistencia a la
cultura de la ciudad que empezaba su proceso de democratización.
Era
una sociedad donde todavía se castigaba la infidelidad de la mujer, en
buena medida, con la muerte de ésta, y la pena judicial del marido
homicida era efímera. El racismo estaba a flor de labios y los hijos
diferentes eran de tercera clase. Las palabras ‘multicultural’ e
‘incluyente’ aún no hacían parte del léxico de los dirigentes y
académicos. La masonería que había irrumpido desde 1920 se mantenía
como organización de muy poca visibilidad, casi que de una manera
clandestina. Esa era la sociedad a la cual se le proponía por primera
vez que aceptara la cremación como una manera diferente y novedosa de
atender los servicios funerarios. Por esto sostengo que este nuevo
paradigma fue el punto de partida para que Pereira entrara a la
modernidad, acompañada de una nueva lectura encaminada hacia el libre
pensamiento.
Vino entonces el tema de la cremación: empecé
diciéndole que en Pereira existía la creencia generalizada de que él se
oponía a la idea de establecer en la ciudad un cementerio con horno
crematorio. “Entonces, monseñor, me gustaría conocer su posición al
respecto.” Me dijo: “Alcalde, he viajado por toda Europa, conozco varios
continentes y las principales ciudades del mundo y, hoy por hoy, lo que
se impone para los servicios fúnebres es la cremación. Inclusive, es un
asunto de higiene y de salud pública. Si en Pereira se quiere prestar
este servicio, la iglesia y yo lo respaldamos, lo apoyamos. Cuente con
nosotros.”
Con el visto bueno de monseñor Castrillón, el
proyecto empezó con pie derecho. Acto seguido, le informé al arquitecto
Ceballos sobre los resultados de la gestión y del interés que mostró el
obispo por apoyarlo. Con esa autorización, el proyecto continuó un
periplo difícil para el inversionista pero siempre apoyado por la
alcaldía. Quedaba pendiente la aceptación del proyecto por parte de la
sociedad civil.
LA SOCIEDAD CIVIL
“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos la muerte no es y cuando la muerte es nosotros no somos.” Antonio Machado
Tradicionalmente, Pereira ha sido de mayorías liberales pero de pensamiento conservador. ¿A quién se le ocurriría llevar a su hijo, a la mamá o a un pariente para que lo cremaran? ¿Quién lo rezaría? ¿Dónde irían a visitarlo los domingos? ¿Y de su alma qué?
LA SOCIEDAD CIVIL
“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos la muerte no es y cuando la muerte es nosotros no somos.” Antonio Machado
Tradicionalmente, Pereira ha sido de mayorías liberales pero de pensamiento conservador. ¿A quién se le ocurriría llevar a su hijo, a la mamá o a un pariente para que lo cremaran? ¿Quién lo rezaría? ¿Dónde irían a visitarlo los domingos? ¿Y de su alma qué?
Paradójicamente, mientras la
iglesia apoyaba el proyecto, buena parte de la sociedad se resistía a
aceptarlo. La razón no era otra que los apegos al pasado, a las
tradiciones y a los preceptos religiosos. Se escuchaban diversas
expresiones como: ¿Cómo voy a quemar a mi hijo o a mi mamá? Eso es
inhumano y es pecado. ¿Dónde irán a parar sus restos si lo correcto es
que se entierre un cuerpo para que –como lo hizo Jesús- pueda resucitar?
Poco a poco, la ciudad se fue desarrollando y las empresas de servicios
fueron encontrando nuevas oportunidades de negocios compitiendo en
eficiencia y eficacia. Y así lo entendió La Ofrenda al implementar el
nuevo modelo de servicio fúnebre.
Quizás una de las razones
de mayor peso para que este servicio tenga tanta aceptación hoy son los
nuevos tiempos en que se mueve la sociedad, que no dan espera suficiente
ni siquiera cuando de la muerte se trata. Recoger los restos de un
muerto después de cinco años, abrir su fosa, destapar su ataúd y
encontrar que el cuerpo esta momificado y que es necesaria su
descuartización para que ese espacio pueda ser ocupado por uno nuevo, no
es gratificante. La incomodidad de las visitas dominicales cuando los
deudos viven a grandes distancias del cementerio tradicional fue
cómplice de la cada vez menos frecuente visita, dándole paso a la
aceptación racional de la cremación como una forma integral de atender
esta causa. Tal como lo aseveró José Luis Borges: “La muerte es una vida
vivida; la vida es una muerte que viene.” O como lo expresaba Confucio:
“Si no conocemos todavía la vida, ¿cómo va a ser posible conocer la
muerte?”
Para el inversionista, un hombre librepensador y
visionario, el asunto no pintaba fácil puesto que “si no llevaban a
cremar los muertos, el cementerio no tendría posibilidades de existir.”
Paradójicamente,
mientras la iglesia respaldó la cremación, la sociedad civil resultó
oscurantista, aferrada a tradiciones y a mitos, que solo servían para
demostrar que aquello de “liberal” no servía sino para identificar un
color político y mantener unas creencias que, todavía, un buen sector de
la sociedad se niega a admitir. Aunque la sociedad iba cambiando a paso
lento su pensamiento y opinión con respecto a la forma de atender los
servicios fúnebres, aún eran reacios al cambio, y los difuntos que
llegaban no eran suficientes para cubrir los gastos de operación del
cementerio.
LA RESURRECCIÓN
Tal vez el mito de la resurrección era el más arraigado desde la época de Jesús dado que éste se afianzó como tal en la conciencia de los cristianos aunque otras religiones, con algunas excepciones, también lo aceptan. Este argumento sigue vigente en toda la concepción filosófica de los católicos y continúa como un mito de lo que sigue al ser humano después de dejar el cuerpo material; el alma, el espíritu, no pierde su esencia.
LA RESURRECCIÓN
Tal vez el mito de la resurrección era el más arraigado desde la época de Jesús dado que éste se afianzó como tal en la conciencia de los cristianos aunque otras religiones, con algunas excepciones, también lo aceptan. Este argumento sigue vigente en toda la concepción filosófica de los católicos y continúa como un mito de lo que sigue al ser humano después de dejar el cuerpo material; el alma, el espíritu, no pierde su esencia.
Comprender
la vida después de la muerte, el concepto de tanatología entendido como
el estudio del cadáver, la resurrección como la acción de alzarse,
levantarse, resurgir, resucitar, solo podía entenderse en tanto haya un
cuerpo que sirva como receptor de ese acontecimiento así como sucedió
con Jesús y con Lázaro. Pero, entenderlo en una sociedad de fines del
siglo XX en Pereira, donde podían más las tradiciones que la visión del
futuro, era una opción de proyecto económico poco viable. En este
sentido, no digo que el concepto religioso sobre la resurrección, y el
regreso de un estado de muerte a uno nuevo de vida, haya cambiado. Creo
que éste se mantiene. Lo que sí creo que se dio con la figura de la
cremación en Pereira, en los años 80, fue la apertura a un nuevo
concepto de ciudad. La transición de un pensamiento oscurantista a otro
más acorde con el modernismo. Aceptada la cremación por la sociedad,
quedaría por resolver el tema de las cenizas (restos). Entonces, ¿qué
hacer con las cenizas?
La ubicación final de las cenizas es
un asunto que depende de las tradiciones, de los mitos y del tipo de
creencia religiosa. Hay personas que llevan las cenizas y las guardan en
las habitaciones de sus casas. Otras las depositan en ‘cenizarios’ del
mismo cementerio o de las iglesias, para facilidad y comodidad de los
deudos. Un tercer grupo esparce las cenizas en la naturaleza, en la
montaña o en el mar, con un ritual en el que -de una manera respetuosa y
racional- se expresan unas oraciones y se hace el duelo respectivo.
Esta última opción tiene cada vez más fuerza. En cualquiera de las tres
situaciones, las cenizas van a llegar a la eternidad, al cosmos, donde
el alma y el espíritu se erigen como vigías de lo material; como la
esencia de lo que no es necesario entrar a demostrar porque todo es
razonable y todo carece de razón.
Ahora sí, Pereira abría sus
puertas a proyectos que significarían grandes cambios en lo económico y
en lo cultural. El cambio de una tradición de desfiles fúnebres a pie,
de prolongar el duelo de los familiares, hasta volverlo un problema de
salubridad; el espacio cada vez más reducido, el parqueo prohibido en
frente de la iglesia y la forma de realizar estas prácticas, cambiaron
cuando en la ciudad se dio paso al modernismo, la nueva forma de prestar
el servicio fúnebre: la cremación. Con toda seguridad, este fue el
punto de ruptura entre las viejas creencias y las nuevas opciones
cristianas de concebir la vida y la muerte. Por esto, considero que la
entrada a la modernidad de la ciudad ocurrió el día 15 de agosto de
1989, cuando se puso la primera piedra del cementerio La Ofrenda, hoy un
símbolo de la ciudad, del futuro y de la vida.
Jairo Arango Gaviria
Fuente: http://www.eldiario.com.co/seccion/LAS+ARTES/la-cremaci-n-en-pereira-un-camino-a-la-modernidad1507.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario