Yantra |
Como anteriormente hemos indicado, el
rito y el símbolo, que constituyen los elementos esenciales de cualquier
iniciación, y que por lo general se encuentran asociados
invariablemente a todo aquello que presenta un carácter tradicional,
están en realidad estrechamente ligados por su naturaleza común.
En efecto, todo rito conlleva
necesariamente un sentido simbólico en todos sus elementos
constitutivos, e, inversamente, todo símbolo produce
(siendo también
aquello hacia lo cual está esencialmente destinado), para quien lo
medita con las aptitudes y las disposiciones requeridas, efectos
rigurosamente comparables a los de los ritos propiamente dichos, con la
reserva, claro está, de que exista en el comienzo de ese trabajo de
meditación y como condición previa, la transmisión iniciática regular,
fuera de la cual, por otro lado, los ritos no serían sino un vano
simulacro, como ocurre con las parodias de la pseudo-iniciación. Es
necesario añadir que cuando se trata de ritos y de símbolos
verdaderamente tradicionales (y aquellos que no posean este carácter no
merecen un nombre así, pues no son más que falsificaciones totalmente
profanas), su origen es igualmente “no-humano”; asimismo la
imposibilidad de asignarles un autor o un inventor determinado no es de
ninguna manera debido a la ignorancia, como pueden creer los
historiadores ordinarios (cuando éstos no alcanzan a comprender de qué
se trata en realidad, lo atribuyen al producto de una especie de
“consciencia colectiva”, que, aunque existiera, sería en cualquier caso
incapaz de dar nacimiento a cosas de orden trascendente, como es el caso
de lo que estamos tratando), sino que es una consecuencia necesaria de
ese origen mismo, que sólo es contestado por quienes desconocen
totalmente la verdadera naturaleza de la tradición y de todo lo que
forma parte integrante de ella, como es evidente en el caso de los ritos
y de los símbolos.
Si queremos
examinar más de cerca esta identidad entre el rito y al símbolo, podemos
decir que el símbolo, entendido como figuración “gráfica” como de
ordinario se le considera, no es en cierto modo sino la fijación de un
gesto ritual (1). Por otra parte es muy frecuente que el trazado mismo
del símbolo debe efectuarse regularmente en condiciones que le confieren
las características propias de un rito; se tiene de esto un ejemplo muy
claro, en un dominio inferior como el de la magia (que a pesar de todo
es una ciencia tradicional) con la confección de las figuras
talismánicas; y, en el orden al que nos estamos refiriendo más
concretamente, el trazado de los yantras en la tradición hindú es
también un ejemplo no menos evidente (2).
Pero esto no es todo, porque la noción de
símbolo a la que nos estamos refiriendo es, a decir verdad, mucho más
amplia: no sólo hay símbolos figurados o visuales, sino que también
existen símbolos sonoros; en otro lugar hemos indicado la distinción
entre estas dos categorías fundamentales, que en la tradición hindú
corresponden al yantra y al mantra (3). Indicamos entonces
que su predominio respectivo caracterizaba a dos formas de ritos, que,
en el origen se relacionaban, en cuanto a los símbolos visuales, con las
tradiciones de los pueblos sedentarios, y, para los símbolos sonoros,
con las de los pueblos nómadas; sin embargo, entre unos y otros la
separación no puede ser establecida de una manera absoluta (por eso
hablamos sólo de predominancia), pues todas las combinaciones son aquí
posibles, debido a las adaptaciones múltiples que se han producido a lo
largo del tiempo y por las cuales han sido constituidas las diversas
formas tradicionales que conocemos actualmente. Estas consideraciones
muestran claramente el lazo que existe, de una manera general, entre los
ritos y los símbolos; añadiremos, no obstante, que en el caso de
los mantras, dicho lazo es más aparente: en efecto, mientras que el
símbolo visual, una vez que ha sido trazado, permanece o puede
permanecer en un estado permanente (es por eso que hemos hablado de
gesto fijado), el símbolo sonoro, por el contrario, no se manifiesta más
que con el cumplimiento del rito. Por otro lado, esta diferencia
disminuye cuando una correspondencia se establece entre los símbolos
sonoros y los símbolos visuales; es lo que sucede con la escritura, que
representa una verdadera fijación del sonido (no del sonido como tal,
entiéndase bien, sino de la posibilidad permanente de reproducirlo); es
necesario recordar a este respecto que toda escritura, en cuanto a sus
orígenes al menos, es una figuración esencialmente simbólica. Por lo
demás, no otra cosa sucede con la palabra misma, a la cual este carácter
simbólico es inherente por su propia naturaleza: es evidente que la
palabra, cualquiera que sea, no podría ser otra cosa que un símbolo de
la idea a la que está destinada a expresar; asimismo cualquier lenguaje,
ya sea oral o escrito, es verdaderamente un conjunto de símbolos, y es
precisamente por eso que el lenguaje, a pesar de todas las teorías
“naturalistas” que han sido imaginadas en los tiempos modernos para
intentar explicarlo, no puede ser una creación más o menos artificial
del hombre, ni un simple producto de sus facultades de orden individual
(4).
Existe también, para los símbolos
visuales, un caso comparable al de los símbolos sonoros, en el sentido
al menos que estamos indicando: se trata de los símbolos que no son
trazados de forma permanente, sino que son empleados únicamente como
signos en los ritos iniciáticos (sobre todo los “signos de
reconocimiento” de los que hemos hablado anteriormente) (5) y también
religiosos (el “signo de la cruz” es un típico ejemplo por
todos conocido) (6); aquí, el símbolo es realmente uno con el gesto
ritual mismo (7). Sería por otro lado completamente inútil querer hacer
de estos signos una tercera categoría de símbolos, distinta de las que
estamos hablando hasta ahora; probablemente, algunos psicólogos los
considerarían así, designándolos como símbolos “motores” o por alguna
otra expresión de este género; pero estando evidentemente creados para
ser percibidos por la vista, ellos pertenecen a la categoría de los
símbolos visuales; y son así en virtud de su “instantaneidad”, si así
pudiera decirse, y los que presentan la mayor similitud con la categoría
complementaria, la de los símbolos sonoros. Por lo demás, volvemos a
repetir que el símbolo “gráfico” es un gesto o un movimiento fijado (el
movimiento o el conjunto más o menos complejo de movimientos que sean
necesarios para trazarlos, y que los mismos psicólogos, en su lenguaje
especial sin duda alguna denominarían un “esquema motor”) (8); y, en
cuanto a los símbolos sonoros se refiere, se puede decir también que el
movimiento de los órganos vocales, necesario para su producción (ya se
trate de la emisión de la palabra ordinaria o de los sonidos musicales),
constituye en suma un gesto de la misma manera que todos los demás
movimientos corporales, de los cuales no podrían aislarse completamente
(9). Así pues, esta noción de gesto, tomada en su más amplia acepción
(que por otro lado está más en conformidad con lo que implica esta
palabra que con aquella otra acepción que se le da corrientemente),
devuelve todos estos casos diferentes a la unidad, hasta el punto que es
en ella donde encuentran su principio común; y este hecho tiene, en el
orden metafísico, una profunda significación, que evidentemente no
podemos desarrollar en estos momentos para no desviarnos del asunto
principal de nuestro estudio.
No será muy difícil comprender ahora el
por qué todo rito está literalmente constituido por un conjunto de
símbolos: éstos, en efecto, no comprenden sólo los objetos empleados o
las figuras representadas, como podría pensarse desde el punto de vista
más superficial, sino también los gestos efectuados y las palabras
pronunciadas (no siendo éstas en realidad, según lo dicho hasta aquí,
sino un caso particular de aquellos), en una palabra, todos los
elementos del rito sin excepción; y dichos elementos tienen así un valor
de símbolos por su misma naturaleza, y no en virtud de una
significación sobreañadida que le vendría de circunstancias exteriores y
que no le sería verdaderamente inherente. Se podría decir que los ritos
son símbolos “en acción”, que todo gesto ritual es un símbolo
“actuante” (10); esto no es, en suma, sino otra manera de expresar la
misma cosa, aunque destacando más especialmente el carácter que
presenta el rito de ser, como cualquier acción, algo que se cumple
forzosamente en el tiempo (11), mientras que el símbolo como tal puede
ser considerado desde un punto de vista “intemporal”. En este sentido,
podría hablarse de una cierta preeminencia del símbolo con respecto al
rito; pero rito y símbolo no son en el fondo sino dos aspectos de una
misma realidad; y esto no es otra cosa, en definitiva, que la
correspondencia que religa entre sí a todos los grados de la Existencia
universal, de tal manera que, por ella, nuestro estado humano puede
ponerse en comunicación con los estados superiores del ser.
Notas
* Cap. XVI de Aperçus sur l’Initiation.
1 Estas consideraciones se relacionan directamente con lo que hemos
llamado la “teoría del gesto”, a la cual hemos hecho alusión en
diversas ocasiones.
2 Esto es comparable, en la antigua Masonería, al trazado del
“cuadro de la Logia” (en ingléstracing board, y también, quizás por
corrupción, trestle board), el cual efectivamente constituye un
verdadero yantra. Los ritos en relación con la construcción de los
monumentos con destino tradicional podrían también ser un ejemplo de
todo esto, monumentos que necesariamente tenían en sí mismos un carácter
simbólico.
3 Ver El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXI.
4 Va de suyo que la distinción entre las “lenguas sagradas” y las
“lenguas profanas” no intervienen aquí sino de forma secundaria; para
las lenguas, e igualmente para las ciencias y las artes, el carácter
profano no es más que el resultado de una verdadera degeneración, que
por otro lado pudo producirse antes y más fácilmente en el caso de las
lenguas debido a su uso más corriente y generalizado.
5 Las “palabras” de uso similar entran naturalmente en la categoría de los símbolos sonoros.
6 Este signo era también un verdadero “signo de reconocimiento” para los primeros Cristianos.
7 Un caso de alguna manera intermediario es el de las figuras
simbólicas que, trazadas al comienzo de un rito o durante su
preparación, son borradas después de su cumplimiento; es el caso de
muchos yantras, y lo fue en otro tiempo para el “cuadro de la Logia” en
la Masonería. Esta práctica no sólo representa una precaución tomada
contra la curiosidad profana, explicación muy “simplista” y superficial;
en ello hay que ver ante todo una consecuencia del lazo mismo que une
íntimamente al símbolo y al rito, hasta el punto que aquel no tendría
visiblemente ninguna razón de ser fuera de éste.
8 Se le observa claramente en un caso como el del “signo de
reconocimiento” que, entre los Pitagóricos, consistía en trazar el
pentagrama de un sólo trazo.
9 Señalemos, en lo que concierne a las relaciones del lenguaje con
el gesto entendido en su sentido más ordinario y restringido, los
trabajos del R. P. Marcel Jousse, que, aun partiendo de un punto de
vista forzosamente muy distinto al nuestro, no son menos dignos de
interés, al menos en lo concerniente a ciertos modos de expresiones
tradicionales, ligadas generalmente a la constitución y al uso de las
lenguas sagradas, casi enteramente perdidos u olvidados en las lenguas
profanas, que no son en suma sino las formas de lenguaje más reducidas y
estrechamente limitadas de todas.
10 Haremos notar, desde este punto de vista, el papel jugado en los
ritos por los gestos que en la tradición hindú reciben el nombre
de mudrâs, los cuales constituyen un verdadero lenguaje de movimientos y
actitudes; los “toques” (en inglés grips) empleados como “medios de
reconocimiento” en las organizaciones iniciáticas, tanto en Occidente
como en Oriente, no son otra cosa en realidad que un caso particular
de mudrâs.
11 En sánscrito, la palabra karma, que ante todo significa “acción”
en general, se emplea de una forma “técnica” para designar en
particular la “acción ritual”; lo que ella expresa directamente es lo
que aquí estamos indicando acerca del carácter del rito.
Símbolo: Yantra
Tomado de: EL TALLER. Revista de Estudios Masónicos
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