Himmler saluda a Andreu Ripol en el monasterio de Montserrat. |
Jesucristo
era judío, no ario, sin embargo eso no lo tenía claro Heinrich Himmler
la tarde en que efectuó una visita relámpago al monasterio de
Montserrat, el 23 de octubre de 1940, el mismo día en que Hitler se
entrevistaba en Hendaya con Franco.
El
historiador Rüdiger Safranski recuerda en Romanticismo cómo Himmler
planificaba una imposición de lo ario a gran escala en los territorios
orientales conquistados. Para esclavizarlos, había estudiado la
mitología germánica, consciente de que a la germanofilia romántica le
faltaba lo decisivo: biologismo y racismo. Impulsor del Ahnerbe, el
siniestro instituto nazi de investigaciones arqueológicas, se empeñó en
encontrar pruebas que confirmaran la supuesta superioridad de la raza
aria en todo el mundo y poder justificar de esta manera el genocidio que
le costó la vida a millones de seres humanos.
La visita a Montserrat del jefe de las SS, un episodio curioso y
sintomático de la demencia nacionalsocialista, está recogida con
detalles en el reportaje Los vimos pasar, de Juan Sariol y Jaime Arias, publicado en 1948 después de la derrota de Hitler y, también, por Montserrat Rico en su novela La abadía profanada.
Posiblemente nada de lo que ocurrió se habría sabido sin el testimonio
del padre Andreu Ripol, el entonces jovencísimo monje que sirvió de guía
a Himmler y arrojó un jarro de agua fría sobre sus expectativas. Ripol,
que se expresaba perfectamente en alemán, tuvo aquel día la
responsabilidad de enfrentarse a la alucinación aria, después de que el
abad del monasterio, Antoni M. Marcet, se negase a recibir al jefe nazi,
debido, presumiblemente, a la persecución de la Iglesia católica que
estaba llevando a cabo el III Reich. El joven monje quiso enseñarles a
los visitantes la abadía, pero Himmler sólo buscaba la constatación de
su loca idea del Grial y quería explorar cuanta documentación hubiera en
la biblioteca del cenobio. Cuando pasaron por delante de la imagen de
la Virgen negra, Ripol explicó que besarla era lo acostumbrado y Himmler
respondió que ya se encargaría él de acabar con ese tipo de
supersticiones. El nazi, como más tarde contó el propio monje, insistía
en su obsesión de que Jesucristo era ario por la vía de Jacob, y Ripol
con una sonrisa beatífica le aclaraba que todo se trataba de un invento
suyo. Ni la abadía de Montserrat era depositaria de la reliquia de la
última cena, ni de documento alguno que sirviera para probar la
filiación de Perceval, héroe griálico. Himmler se marchó del monasterio,
como es de suponer, con el rabo entre las piernas.
La incursión de las SS en el monte sagrado de Cataluña coincidió en
la misma fecha en que Hitler había recorrido el camino más largo hasta
Hendaya para obtener de Franco el conocido compromiso de intervención
española en la guerra, algo que jamás se produjo. De hecho, el jefe de
la «policía negra» había llegado a Madrid dos días antes para preparar
la entrevista en El Pardo. El 23, Himmler voló a Barcelona. Le recibió
en el aeropuerto el alcalde, Miguel Mateu i Pla, y, al igual que había
sucedido en la capital de España, las principales calles de la ciudad se
llenaron de banderas nazis. Los Coros y Danzas de la Sección Femenina
bailaron ante él en el Poble Espanyol. Después, almorzó en el Ritz y
saludó desde el balcón de su suite a una multitud que le aplaudía. De
allí partió a Montserrat y del monasterio volvió al hotel de Barcelona,
que abandonó a la mañana siguiente, dicen que sin la maleta negra que
portaba los planos y documentos sobre el Grial, que perdió en el Ritz y
cuyo robo se ha atribuido a los servicios de espionaje británicos, la
resistencia francesa e incluso a la mediación de Bernard Hilda, el
músico de origen judío que no cansó de combatir a los nazis tras verse
obligado a huir de ellos.
El 23 de octubre no fue la mejor de las fechas para el III Reich: al
mismo tiempo que desaparecía el maletín negro de Himmler, su jefe, el
Führer, perdía la paciencia en Hendaya con aquel «hombrecillo ingrato y
cobarde», del que más tarde dijo que preferiría que le arrancaran media
docena de dientes sin anestesia antes de volver a entrevistarse con él.
LUIS M. ALONSO
Foto: Himmler saluda a Andreu Ripol en el monasterio de Montserrat.-http://www.lne.es/sociedad-cultura/2010/01/22/chasco-nazi–montserrat/862894.html
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