De estos extractos se desprende la orientación tomada por el movimiento que
produjo la masonería moderna, cuyos principios fundamentales pueden formularse
como sigue:
1).- Un reconocimiento implícito de la universidad de la verdad por encima de toda opinión, creencia, confusión o convicción.
2).- La necesidad de obedecer la ley moral,
3).- La práctica de la tolerancia en materia de creencias, opiniones y convicciones.
4).- El respeto, reconocimiento y obediencia a la Autoridad Constituida, desaprobándose toda forma de insurrección o rebeldía, aunque no se considere como crimen que merezca la expulsión de la logia.
1).- Un reconocimiento implícito de la universidad de la verdad por encima de toda opinión, creencia, confusión o convicción.
2).- La necesidad de obedecer la ley moral,
3).- La práctica de la tolerancia en materia de creencias, opiniones y convicciones.
4).- El respeto, reconocimiento y obediencia a la Autoridad Constituida, desaprobándose toda forma de insurrección o rebeldía, aunque no se considere como crimen que merezca la expulsión de la logia.
5).- La necesidad de
hacer en las logias una labor constructiva, buscando lo que une a los hombres y
huyendo de lo que los divide.
6).- La práctica de una
fraternidad sincera y efectiva, sin distinción de raza, nacionalidad y
religión, dejando fuera de las Logias todo pleito, cuestión o diferencia personal.
7).- Considerar y juzgar a los hombres por sus cualidades interiores, espirituales, intelectuales y morales, más bien que por las distinciones exteriores de raza, posición social, nacimiento y fortuna
7).- Considerar y juzgar a los hombres por sus cualidades interiores, espirituales, intelectuales y morales, más bien que por las distinciones exteriores de raza, posición social, nacimiento y fortuna
La promulgación de
estos principios realmente universales (que constituyen la esencia del
humanismo y cuya perfecta aplicación haría desaparecer todas las diferencias
entre los hombres, todo motivo de lucha y de enemistad, haciendo reinar
doquiera la armonía y la paz).
Todos los idealistas se
sintieron en el deber de colaborar en ella, encontrando en la misma un campo de
acción y una fortuna exterior apropiados para expresar y realizar sus
particulares ideas y propósitos. Así fue como convergieron en ella los hombres
más distinguidos de la época y se fusionaron muchos esfuerzos hasta entonces
aislados y disgregados.
El verdadero masón no se improvisa, ya que debe formarse metódicamente, sin descuidar nada en su educación; ya que, mal instruido, es un peligro, en razón del desprestigio que su mal trabajo y peor comportamiento ocasiona a la Institución.
No es suficiente pertenecer a la masonería simplemente en cuerpo material, haciéndose parte activa de los cuerpos relativos a los grados, y conformarse con las obligaciones materiales contraídas en las iniciaciones litúrgicas. Sólo se es masón de verdad con el alma que se deja penetrar por las vibraciones transformadoras de la individualidad profana.
Se es verdadero obrero de la gran obra cuando la personalidad intelectual y espiritual de cada uno vibre al unísono con el alma grande de la masonería, en donde todos deben aspirar al genio, que debe ser el atributo de todo auténtico masón.
No se puede ser masón sin constituir con los masones una colectividad unida desde el punto de vista psíquico; esa colectividad influye sobre cada individuo, de tal manera que la luz general se refleja en cada intelectualidad particular, a la medida que éste haya sabido hacerse receptiva.
Frecuentemente los masones confunden al símbolo con la realidad, se imaginan haber trabajado masónicamente de verdad porque han concurrido con asiduidad a los trabajos de su logia y, si se presenta la ocasión, “asisten a los trabajos de masticación”, ésos sólo conocen la letra muerta de la masonería, ignoran el verdadero trabajo iniciático, al que se han consagrado los sabios de todos los tiempos, y que está muy lejos de limitarse al cumplimiento de ceremonias ritualísticas y simbólicas que fijan las liturgias.
Obreros del perfeccionamiento general, con la inteligencia, el alma y la voluntad, cada uno debe saber constituir un edificio moral que será el templo de una humanidad cada vez más ilustrada, que será preservada de todos los males mantenidos por la ignorancia, por la falta de inteligencia y comprensión; es decir, por ese enemigo de todo progreso, vulgarmente llamado necedad humana.
Instruirse a sí mismo, a fin de poder enseñar después a sus semejantes, tal es el verdadero objeto del trabajo masónico; trabajar, luchar con el propósito de conquistar la luz para difundirla después, así se colabora en la gran obra del Gran Arquitecto del Universo.
El verdadero masón no se improvisa, ya que debe formarse metódicamente, sin descuidar nada en su educación; ya que, mal instruido, es un peligro, en razón del desprestigio que su mal trabajo y peor comportamiento ocasiona a la Institución.
No es suficiente pertenecer a la masonería simplemente en cuerpo material, haciéndose parte activa de los cuerpos relativos a los grados, y conformarse con las obligaciones materiales contraídas en las iniciaciones litúrgicas. Sólo se es masón de verdad con el alma que se deja penetrar por las vibraciones transformadoras de la individualidad profana.
Se es verdadero obrero de la gran obra cuando la personalidad intelectual y espiritual de cada uno vibre al unísono con el alma grande de la masonería, en donde todos deben aspirar al genio, que debe ser el atributo de todo auténtico masón.
No se puede ser masón sin constituir con los masones una colectividad unida desde el punto de vista psíquico; esa colectividad influye sobre cada individuo, de tal manera que la luz general se refleja en cada intelectualidad particular, a la medida que éste haya sabido hacerse receptiva.
Frecuentemente los masones confunden al símbolo con la realidad, se imaginan haber trabajado masónicamente de verdad porque han concurrido con asiduidad a los trabajos de su logia y, si se presenta la ocasión, “asisten a los trabajos de masticación”, ésos sólo conocen la letra muerta de la masonería, ignoran el verdadero trabajo iniciático, al que se han consagrado los sabios de todos los tiempos, y que está muy lejos de limitarse al cumplimiento de ceremonias ritualísticas y simbólicas que fijan las liturgias.
Obreros del perfeccionamiento general, con la inteligencia, el alma y la voluntad, cada uno debe saber constituir un edificio moral que será el templo de una humanidad cada vez más ilustrada, que será preservada de todos los males mantenidos por la ignorancia, por la falta de inteligencia y comprensión; es decir, por ese enemigo de todo progreso, vulgarmente llamado necedad humana.
Instruirse a sí mismo, a fin de poder enseñar después a sus semejantes, tal es el verdadero objeto del trabajo masónico; trabajar, luchar con el propósito de conquistar la luz para difundirla después, así se colabora en la gran obra del Gran Arquitecto del Universo.
Fuente: http://www.logiarafaelurdaneta.com/esencia.html
La promulgación de estos principios
realmente universales (que constituyen la esencia del humanismo y cuya
perfecta aplicación haría desaparecer todas las diferencias entre los
hombres, todo motivo de lucha y de enemistad, haciendo reinar doquiera
la armonía y la paz).
Todos los idealistas se sintieron en el deber de colaborar en ella, encontrando en la misma un campo de acción y una fortuna exterior apropiados para expresar y realizar sus particulares ideas y propósitos. Así fue como convergieron en ella los hombres más distinguidos de la época y se fusionaron muchos esfuerzos hasta entonces aislados y disgregados. El verdadero masón no se improvisa, ya que debe formarse metódicamente, sin descuidar nada en su educación; ya que, mal instruido, es un peligro, en razón del desprestigio que su mal trabajo y peor comportamiento ocasiona a la Institución. No es suficiente pertenecer a la masonería simplemente en cuerpo material, haciéndose parte activa de los cuerpos relativos a los grados, y conformarse con las obligaciones materiales contraídas en las iniciaciones litúrgicas. Sólo se es masón de verdad con el alma que se deja penetrar por las vibraciones transformadoras de la individualidad profana. Se es verdadero obrero de la gran obra cuando la personalidad intelectual y espiritual de cada uno vibre al unísono con el alma grande de la masonería, en donde todos deben aspirar al genio, que debe ser el atributo de todo auténtico masón. No se puede ser masón sin constituir con los masones una colectividad unida desde el punto de vista psíquico; esa colectividad influye sobre cada individuo, de tal manera que la luz general se refleja en cada intelectualidad particular, a la medida que éste haya sabido hacerse receptiva. Frecuentemente los masones confunden al símbolo con la realidad, se imaginan haber trabajado masónicamente de verdad porque han concurrido con asiduidad a los trabajos de su logia y, si se presenta la ocasión, “asisten a los trabajos de masticación”, ésos sólo conocen la letra muerta de la masonería, ignoran el verdadero trabajo iniciático, al que se han consagrado los sabios de todos los tiempos, y que está muy lejos de limitarse al cumplimiento de ceremonias ritualísticas y simbólicas que fijan las liturgias. Obreros del perfeccionamiento general, con la inteligencia, el alma y la voluntad, cada uno debe saber constituir un edificio moral que será el templo de una humanidad cada vez más ilustrada, que será preservada de todos los males mantenidos por la ignorancia, por la falta de inteligencia y comprensión; es decir, por ese enemigo de todo progreso, vulgarmente llamado necedad humana. Instruirse a sí mismo, a fin de poder enseñar después a sus semejantes, tal es el verdadero objeto del trabajo masónico; trabajar, luchar con el propósito de conquistar la luz para difundirla después, así se colabora en la gran obra del Gran Arquitecto del Universo. |
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