Jerónimo Saavedra (Las Palmas de Gran Canaria, 1936) ha sido
diputado, senador, ministro de Administraciones Públicas y de Educación,
alcalde, presidente autonómico, profeta en su tierra... y es masón.
Doctor en Derecho, socialista de los de antes, le abocó a la masonería
la tradición familiar. Pero también y sobre todo su hambre de
perfeccionamiento y de excelencia. Su afán de bien común. Esa cosa tan
rara de entender y hasta de imaginar en la clase política de hoy, se sea
casta o se sea descastado.
Yo de la masonería oí siempre
hablar a mi madre. Ella hablaba mucho de su padre, mi abuelo, quien fue
jefe militar en la isla de La Palma a finales del siglo XIX. Era un
militar muy de Prim, muy liberal, le reconocieron los servicios
prestados a la causa de la libertad en un reconocimiento firmado por el
propio Prim, sus servicios prestados a la Gloriosa. Era este abuelo mío
de origen malagueño, de un pueblo próximo a Ronda. Acabó su carrera en
la isla de la Palma, donde se casó con mi abuela y sin ir más lejos fue
fundador de la Cruz Roja en la isla. Su inquietud cívica y cultural
estaba bien clara.
Yo me reencuentro con esta tradición masónica de mi familia, me
incorporo a ella, gracias a algunos amigos y compañeros que me animaron.
Yo me iba animando y animando, pero justo entonces me eligieron
presidente del gobierno de Canarias. Prioricé mi actividad política y
dejé todo este tema un poco en stand by. Hasta 1989, cuando
varios hermanos me ayudan a dar el paso, discretamente y sin publicidad.
Mi iniciación tuvo lugar en Lisboa, en territorio de la logia del Gran
Oriente Lusitano. Pero yo entré por la Gran Logia Simbólica Española,
que se fusionaría posteriormente con la Gran Logia España. Donde ahora
estoy.
A lo mejor que el hermano de Franco fuese masón y que él no lo consiguiera explica la demonización de la masonería en España
Con
todo esto me sorprendió mucho leer en un libro de un profesor de la
Complutense, cuyo nombre no recuerdo, pero que era un libro dedicado a
interpretar la masonería y su historia en la línea más tenebrista, pues
eso, ahí ponía que me habían nombrado ministro en el gobierno de Felipe
González por ser yo masón. Hay que ver... Pues hubo quien se lo quiso
creer.
Me pregunta usted si llegué a conocer a mi abuelo, el que siembra la
semilla de la masonería en mi familia y en mí. No, yo no le conocí
porque él murió en 1918. Durante muchos años yo no sabía gran cosa más
allá de que los masones habían estado históricamente perseguidos. Cuando
yo acabo la carrera de Derecho en la Complutense, en 1958, en quinto
curso tengo de profesor al palmero y exministro de Gobernación Blázquez
González –cesado dos años antes- y también conocí a un catedrático de
Filosofía del Derecho, Wenceslao Fernández Oliveros, que había sido
presidente del Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo.
Aquello
se me quedó grabado. Como ya he dicho, en aquel momento yo andaba en
otras cosas, me preocupaba mucho más propiciar la llegada de la
democracia a España que indagar en la masonería. Me fui un año a Italia,
a Florencia, con una beca, entre 1962 y 1963. Tuvo que pasar bastante
tiempo antes de retomar este hilo.
Lo que me instó a iniciarme fue
una atracción casi de carácter. Una fascinación por la tolerancia, por
el esfuerzo de ser dialogante, por los valores liberales. No sé si esos
valores los aporta el masón a la masonería o la masonería al masón. No
sé, es algo que yo personalmente tengo muy asumido.
Sin embargo, a
pesar de estar iniciado en 1989, luego me vino una etapa de actividad
política muy intensa, de ser ministro, senador, diputado, etc., hasta
2003. Poco tiempo tuve para dedicarme. Entretanto me iban ascendiendo de
aprendiz a compañero y luego maestro. Al principio todo esto sucedía
con mucho sigilo, con mucho secreto. El ritual se celebraba en casa de
otro hermano.
Al dejar el Senado y jubilarme, y a pesar de ser
alcalde de Las Palmas, de persistir en la tentación política, se me
abrieron oportunidades de mucha mayor dedicación. ¿Satisfactorio? Eso es
difícil de medir. El carácter de cada cual facilita u obstaculiza el
esfuerzo continuo de autoperfección. Se nos exige, nos exigimos, ser
tolerantes, pero tolerantes de verdad, con cualquier discrepancia. No
crispar nunca el diálogo. Fortalecernos con el estudio. No buscar el
enfrentamiento jamás. Contribuir siempre a mejorar la sociedad; si
tienes influencia, debes ejercerla para bien, buscando la mejora
colectiva, abjurando de toda exclusión y abominando de las listas
negras...
No se puede ser masón ateo ni masón agnóstico, hay que creer en algo
Se
pregunta usted, señorita, y yo me he preguntado muchas veces también,
cómo es posible que cosas tan distintas como la masonería y el comunismo
acabaran perseguidas por un mismo tribunal en este país. Pensar que
aquí, por ejemplo, los que quemaron más iglesias y conventos fueron los
anarquistas, y en cambio a la hora de reprimir todo esto por ley, se
hace una ley contra masones y comunistas, sin mencionar a nadie más. El
factor religioso fanático de la posguerra sin duda acabó de contribuir a
la demonización de la masonería, contra toda lógica, ya que los masones
nunca atacaron a nadie, ni a curas ni a monjas ni nada.
A lo
mejor pudo influir el hecho de que el hermano díscolo y calavera del
dictador, el aviador Ramón Franco, fuese masón. No es imposible que
Francisco Franco también intentara serlo y le rechazaran. ¿De ahí tanta
inquina?
Pero es que efectivamente no es tan fácil pasar la criba,
ser aceptado como hermano masón. Hay que dar unos mínimos de
excelencia. Se te cuestiona. Se te interroga. Tienes que aceptar e
interiorizar los principios básicos de la masonería. Por ejemplo, es
preceptivo rechazar la pena de muerte. También lo es creer en Dios. No
se puede ser masón ateo ni masón agnóstico, hay que creer en algo, en la
fe que sea, piense lo que piense la gente...
A partir de ahí, se
produce la presentación formal de la candidatura, hay una votación
secreta, y así se establece si al nuevo hermano se le admite o no. Si no
sales, hay que esperar un año como mínimo antes de volverlo a intentar.
¿Que por cuántos votos salí yo? Ni idea. Había unos treinta hermanos,
periodistas relevantes, algún director de periódico, abogados,
profesores universitarios...
Me pregunta usted cuántos masones
puede haber en España en la actualidad. Es difícil de saber. Se calcula
que pudo haber unos 7.000 u 8.000 masones durante la Segunda República y
en cambio llegaron a abrirse 40.000 expedientes de procesamiento.
Cuando no sabían qué llamarte para depurarte, para echarte por ejemplo
de la Universidad, te llamaban masón. ¿Ahora, cuántos? No sé. Menos que
antes.
Sí sé que en Canarias crecemos mucho, somos de las
comunidades que más crecen en España. Cataluña, Canarias y Madrid es
donde hay más masones.
Que no, que no somos una sociedad secreta.
El único secreto es el de los debates que se celebran en el taller.
Decir o no decir en público que eres o no eres masón es una decisión
personal que cada uno toma en conciencia. Hay en La Palma quien acude
con mandil a una procesión pública y hay quien mantiene el anonimato. En
eso somos muy respetuosos. Ha habido muchos años en que la masonería no
ha considerado necesario dejarse ver, salir a la luz. Pero otros
pensamos que, si no nos conocen, ¿cómo vamos a crecer? La transparencia
va a contribuir más que nada en mi opinión a disipar tabúes y
resabios...
No estamos aquí para tocar el tambor sino para propagar sentimientos religiosos. La masonería es una escuela de temple moral. Pero sin complejo de legionarios
Es un
error ver el progreso de la Humanidad como una línea continuamente
ascendente. Lo habitual es avanzar un poco y dar otro paso atrás. En
pleno siglo XVIII, en el marco de la Ilustración, la masonería fue clave
en la eclosión europea de las ideas y las libertades. Sin ella no se
entienden ni la Revolución Francesa ni la independencia americana. Luego
vinieron el retroceso, las guerras...
Como digo, el progreso
humano no es constante, es más bien pendular. Ergo, hay que armar a los
ciudadanos con valores para resistir las épocas oscuras. No sabemos
cuánto tiempo puede la sociedad seguir en paz, sin guerras, con
prosperidad, etc. Europa no empezó precisamente con la Unión Europea,
hemos conocido etapas de todo. Los valores aportados por los pensadores,
filósofos, creadores, hay que amarrarlos. Hay que hacer públicos esos
anclajes de lo humano, hay que apostar por ello. Con eso no pretendo
decir que los masones tengamos ni la exclusiva del progreso ni de la
aparición del liberalismo en el mundo. Somos un anillo más de la cadena,
nos limitamos a aportar nuestro granito de arena.
Me pregunta
usted con insistencia por qué hay que hacerse masón para ser así, para
pensar y hacer todo eso. Por qué precisamente masón y no otra cosa.
Bueno, digamos que nos anima un plus de coraje para denunciar lo
inhumano, los abusos, la corrupción. No nos planteamos la indiferencia
ante el que sufre. Hoy mismo he comido con un sacerdote muy vinculado a
movimientos de recuperación y rehabilitación de drogadictos. Me ha
recordado que de una logia cercana –que no es la mía- le vienen siempre
varios hermanos con mantas y otras cosas que es todo lo que hay en esa
residencia. Nosotros creemos que la caridad y la beneficencia hay que
hacerlas cuando hay que hacerlas, sin cacarearlas y sin presumir. El
afecto a los demás es nuestro valor predominante.
¿Que si nos
sentimos superiores a los que no son masones? En absoluto. Jamás. Hay
aspirantes que nos hacen desconfiar, eso es todo, que tememos que no
desarrollen ni aporten lo suficiente al trabajo conjunto, al esfuerzo de
mejorarse y mejorar. De ahí que hilemos tan fino con la iniciación y la
admisión. Pero de ahí a vernos como un superlobby que va
conspirando por el mundo como en una novela de Dan Brown... Mire, sin ir
más lejos en la logia no se puede hablar de política. Nunca. Fuera del
templo, lo que quieras; por eso puede haber gente de distintos partidos
dentro de la misma logia. Pero dentro, mandan el respeto y la armonía.
¿Favores
especiales entre hermanos? Claro, por supuesto que se crea un afecto y
una solidaridad. Igual gracias a ser masón no tienes que esperar quince
días para ser recibido por un cargo público que también lo sea... Pero
de ahí no pasa. Por supuesto esto no tiene nada que ver con la
corrupción organizada de los partidos políticos.
Me preocupa mucho
como masón ese abuso, ese uso de todo a favor de unos pocos... La
masonería tiene que oponerse con energía a eso. Así no se mejora la
sociedad.
Me pregunta usted si precisamente en este momento de
gran decadencia, de gran oscuridad y confusión, no es más imperativo
para nosotros dar un paso al frente, salir más a la luz. Pues sí, yo
creo que han reaparecido peligros muy importantes para la Humanidad que
parecían superados. Por eso ahora es importante salir a defender
valores, valores y más valores. Cuando la democracia es firme igual no
hace tanta falta. Ahora, en cambio... Con la crisis de los desplazados,
con la crisis de los inmigrantes (que no es lo mismo), los extremismos,
los populismos, la insolidaridad, la violencia extrema... Yo creo que
estamos viviendo la época más peligrosa de hace veinte años en toda
Europa. Claro que hay que militar más que nunca en las filas de la
tolerancia y la liberalidad, que compartir las preocupaciones, que
fomentar la empatía.
Veo que se ha quedado usted dándole vueltas y más vueltas a la
cuestión de por qué un masón no puede ser agnóstico ni ser ateo. Bueno,
en primer lugar, porque así lo decidió un fundador, porque está en
nuestra Constitución, por así decirlo. Ya, me sale usted al quite con
que se lo justifique desde el fondo, no desde la forma. Bueno, fíjese en
que nosotros estamos siempre invocando el Nuevo Testamento, el
Evangelio de San Juan: al principio fue el Verbo. El Verbo era Dios. No
estamos aquí para tocar el tambor sino para propagar sentimientos
religiosos.
Somos caballeros de Dios, la masonería es una escuela de temple moral. Pero sin complejo de legionarios.
Pedro Sánchez ha sido un secretario general del PSOE desafortunado y no ha sabido perder
Y
llegamos al vidrioso y complicado asunto de las mujeres y la masonería.
Yo no sé si en el futuro se planteará mejor el papel de la mujer, hasta
el papa Francisco lo tiene planteado. No es excluyente. En toda Europa
hay logias masculinas, femeninas y mixtas. No hay exclusion, tú eliges.
La mía, la Gran Logia España, es masculina, sí.
¿Cómo dice? ¿Me
pregunta si las logias más importantes no serán siempre las masculinas?
Mire, hay mujeres masonas muy célebres, muy relevantes.
Y llegamos
a ese otro tema tan fascinante para los profanos, los códigos, los
signos por los que nos reconocemos entre nosotros los masones. En
nuestros estatutos y ritos, ciertamente, el iniciado es informado de
estas cosas. Las usa o no las usa según quiere. Era más habitual antes,
cuando la masonería se mantenía a la fuerza más en secreto… Pero créame
que hay signos más contundentes que los que se hacen con la mano. Por
ejemplo, yo una vez en una reunión política internacional reconocí como
hermano al que acababa de ser elegido presidente de determinado
organismo, y cuando él me preguntó cómo lo había yo identificado a él,
le dije, pues por su estilo de dirigir la reunión. Con un fair-play, una
calma ante lo alternativo, un temple ante la discrepancia... Qué a
gusto te sientes haciendo las cosas así. Qué diferencia con el barro
político del día a día.
Se lanza usted de cabeza a la piscina y me
pregunta qué ha sido más complicado para mí, si salir del armario como
masón, o como homosexual en el momento en que lo hice... Es verdad que
puede trazarse cierta analogía entre minorías incomprendidas, entre
élites perseguidas. Ojalá las dos cosas dejaran de ser noticia. Yo me
declaré homosexual en el año 2000. Antes no lo había negado nunca,
simplemente no hablaba de ello, como el lema del ejército
norteamericano, don't ask, don't tell. Surgió la necesidad de
dar el paso al frente por motivos personalísimos. Me pregunta si me
ayudó a decidirme mi temple, mi ética de masón. No sabría decirle, uno
es la suma de tantos factores... El humanismo que yo trato de practicar,
el rigor que adquirí en los jesuitas, me llevó en la vida primero a
comprometerme en la lucha contra la dictadura y luego en una lucha más
profunda contra la oscuridad espiritual.
Hay que dejar de reinventar la Transición y hay que practicar el debate, que no mata a nadie
Yo
he estado siempre muy metido en política pero buscando mis válvulas de
escape, mis desahogos. Mis escapadas de verano a Salzburgo –soy muy
mozartiano-, etc. Y no me gusta compartir esa visión tan pesimista de la
política en España que se está generalizando. Hay que combatir eso y
arreglar los problemas y recuperar los valores. Hay que cumplir y hacer
cumplir ese artículo de la Constitución que exige que los partidos
políticos tengan vida democrática. No hablo sólo de atajar la corrupción
o la financiación ilegal, hablo de respetar y hacer respetar los
derechos del militante. No se puede ir a las bases para todo.
Los
líderes tienen que hacerse responsables, no se puede convocar un comité
federal y si no te gusta lo que sale luego unas primarias y luego una
asamblea. O haces primarias o haces congreso, o se vota o se elige, pero
que se aclaren, lo que no puede ser es que cuando surge cualquier
problema entre el órgano interno de control y el controlado, se recurra a
la militancia como legitimador para romper la baraja. Esa demagogia
crónica, ese populismo, es propio de los años 30.
¿Que si todo
esto que digo va por Pedro Sánchez? Mire, no me haga hablar de Pedro
Sánchez porque somos amigos hace años. Pero su secretariado general ha
sido muy desafortunado y su salida, más. Cuando pierdes, hay que saber
perder…
Hay que ser muy cuidadosos. Cuando veo a esa gente joven
que parece querer inventarse una Transición que nunca existió... No es
un tema de elitismo sino de lo que siempre hemos buscado: asumir
principios no sólo para cada uno sino para todos, con visión colectiva. Y
sobre todo practicar el debate, que eso no mata a nadie.
Fuente: http://www.elespanol.com/reportajes/entrevistas/20161104/168233307_0.html
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