En
el año 1812, un grupo de enterradores se dirige al cementerio de Christ Chursh, cerca de la bahía de Oistin (Isla de Barbados), con el cuerpo
difunto de una señora llamada Dorcas Chase. En el panteón familiar, una
edificación sólida, construida con grandes bloques de coral unidos con cemento,
se encuentran ya los ataúdes de otros de sus familiares
Thomasina Goddard
y Mary Anna María Chase. La pesada losa que cubre la tumba familiar, de 4 por 2
metros de superficie y semienterrada a la entrada del camposanto, es retirada
con gran trabajo por el personal, debido a su considerable peso, y el ataúd es
entrado posteriormente en su interior. Las tinieblas son cerradísimas allí
dentro, y cuando los sepultureros encienden sus quinqués, se encuentran con una
visión realmente aterradora...El ataúd de Mary Anna María había sido movido
hacía un rincón y el de la señora Goddard, se encontraba ahora pegado contra la
pared opuesta a la entrada. Los enterradores y familiares asistentes no dan
crédito a sus ojos y la tumba es de nuevo cerrada con gran dificultad, no sin
antes haber depositado en el suelo el ataúd de Dorcas Chase y puestos de nuevo
en su sitio los otros dos, El suceso conmovió a toda la familia y no
comprendían cómo unos ataúdes, a la sazón revestidos de plomo, habían sido
removidos en semejante lugar. En un intento por buscar culpables y racionalizar
lo sucedido, se acuso a los esclavos negros de tal profanación. Se sabía que
los negros habían asistido al entierro de la primera hermana Chase y que era
poca la simpatía que tenían por el patriarca Thomas Chase, cuyo comportamiento
cruel y tiránico había llevado al suicidio a su hija Dorcas. Sin embargo, los
negros antillanos rechazaron la acusación y en su lugar mostraron miedo y
respeto por lo que consideraban era obra de los espíritus.
¿Quién, entonces, era el responsable de tan macabra broma? Nada de todo aquello
tenía el menor sentido pues los ataúdes, aparte de ser removidos, no habían
sufrido ningún deterioro ni faltaba pieza alguna que hiciera pensar en un robo.
¿Es posible que los negros se tomaran molestia tan grande para obtener unos
resultados tan insignificantes? No es probable, y el suceso así quedó hasta que
un mes más tarde. Thomas Chase murió también, siendo llevado su cuerpo al mismo
panteón. En esta ocasión, los ataúdes seguían estando en su sitio pero el 25 de
septiembre de 1816, cuando la losa fue de nuevo levantada para enterrar a un
niño los ataúdes volvieron a encontrarse desordenados. Como en ocasiones
anteriores, la culpa recayó otra vez sobre los negros, que retornaron en su
insistencia de que ellos no habían sido.
Otro
difunto fue trasladado al panteón familiar de los Chase. Una gran multitud se
congregó en el lugar para observar los extraños movimientos de ataúdes. Cuando
la bóveda fue abierta, todos los féretros habían sido cambiados de lugar. El de
la señora Goddard, se hallaba deteriorado y roto por el desgaste y desplazado a
la pared opuesta, y todos los demás sarcófagos, desperdigados en desorden por
el suelo. Inútilmente se trató de descubrir algún indicio que explicara lo
sucedido. Las paredes, el suelo y el techo, seguían estando en buen estado y no
existía recodo alguno por el que pudieran pasar los posibles bromistas.
Desde aquel día, los ataúdes no volvieron a dar motivos para el misterio, pues
todos ellos fueron sacados de la bóveda y trasladados a otros lugares del
cementerio
Todas las hipótesis vertidas en el asunto, con la intención de explicarlo, han
fracasado irremediablemente. Sólo cabe, pues, buscar su origen en otro lugar
quizás no tan humano. Ante enigmas como este, uno se siente tentado en pensar
en influencias del Más Allá, o en una capacidad psíquica desconocida hasta el
momento, capaces de mover objetos pesados y ocultos con la simple fuerza de la
mente. Es posible que, por razones fuera de toda lógica, los asistentes a
aquellos sepelios, utilizaran sin saberlo una capacidad mental extraordinaria e
inconsciente, causantes de ese deslizamiento sin sentido de los ataúdes; esto,
reforzado con la convicción, el miedo y el deseo de los que se agregaban para
encontrarse con el fenómeno, pudo potenciar aún más el suceso, hasta que,
simplemente, se suprimía trasladando los féretros a otros lugares, acabando así
con la tentación involuntaria de los eventuales psíquicos.
Foto: La entrada al
panteón de los Chase en el cementerio de Christ Church, que quedó vacío en 1820
tras los macabros acontecimientos
Basado en escrito de: http://www.mundoparanormal.com/docs/index2.html
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