A un lado de mi casa ha iniciado una violenta
construcción. Martillazos me despiertan, incesantes, demenciales, como si
quisieran partir en dos una montaña… y mi cabeza… Una jaqueca se anuncia,
los martillos que chocan contra el concreto en la casa contigua de alguna forma
también lo hacen en mi cerebro, la fuerza bruta del sonido y su tensa simpatía
con la psique me nerva. Con cierta desesperación acudo a la música para que
intente ahogar el sonido de los martillos. Pongo música ambiental con beat –se
podría decir que ambient-techno– de alguna manera los martillos se sincronizan
con la percusión electrónica, son capas de mayor densidad en la selva del
sonido, texturas armónicas que van construyendo un espacio
multidimensional.
Pienso en Pitágoras, en cómo, según cuenta la
tradición, descubrió los tonos musicales escuchando la improbable armonía de
una herrerería, y me relajo un poco y puedo escribir y los martillos ya no me
agreden, no lastiman mi frente. Hay una extraña comunión entre la música y el
trabajo de los hombres muro contra muro.
Como ofrenda a este momento de relativa paz (de paz
dinámica) contaré la historia de como Pitágoras descubrió los fundamentos
de la escala diatónica aparentemente escuchando el sonido que provenía de unos
martillos golpeando hierro en un yunque. La fuente más vieja de esta
multicitada anécdota es Nicomaco, el gran aritmético pitagórico. Así la
cuenta Boecio, en De institutione musica:
"Pitágoras habría buscado por largo tiempo los
criterios racionales que determinaran las consonantes musicales. Un día, guiado
por la divinidad, pasó por una herrería de la cual emergían sonidos musicales
armoniosos. Se acercó con asombro, pues los timbres musicales parecían provenir
de los martillos que, al ser golpeados de manera simultánea, producían
sonidos consonantes y disonantes. Al examinarlos, descubrió que
los martillos pesaban 12, 9, 8 y 6 libras respectivamente. Los martillos A y D
estaban en razón 2:1, que es la razón de una octava. Los martillos B y C
pesaban 9 y 8 libras, sus razones con respecto al martillo A son 12:9 (= 4/3
= cuarta musical) y 12:8 (= 3/2 = quinta musical). El espacio entre B
y C es la razón 9:8, que es igual al tono musical entero o
«fundamental» del intervalo musical."
Según esta historia, el oído divino de Pitágoras –el
hijo de Apolo, el hombre el muslo de oro– había logrado identificar una
octava, una quinta y una cuarta sólo del sonido que se escapaba de la herrería.
Sin embargo, críticos posteriores señalan que las proporciones dadas por la
historia son sólo relevantes para una monocuerda y no podrían haber sido
decodificadas sólo con martillos de distintos pesos. De cualquier forma, los
historiadores reconocen la importancia central de Pitágoras y su escuela en el
descubrimiento de estas proporciones. Como escribió Aristóteles, los
pitagóricos construyen el universo a través del número y todo lo que está
ligado al número en nuestra cultura debe mirar atrás y reconocer a Pitágoras
como un enorme impulso cultural. Cuando hoy creemos observar un orden
matemático subyacente en todas las cosas y nuestros físicos encuentran
ecuaciones universales en la naturaleza, estamos ejerciendo una visión
pitagórica del mundo. Fue el mismo Pitágoras el que acuñó el término “cosmos”,
una palabra que significa orden y también belleza. La belleza del número es la
belleza de la música y de las estrellas: todo una misma sinfonía como el gran
monocordio pitagórico que era una imagen del universo, una única cuerda que
conectaba el cielo con la tierra y de cuyas vibraciones se formaba el mundo que
percibimos.
Se me ocurre una lección de esta historia, más allá de
que esté basada en un hecho real o sea más bien una alegoría, tiene que
ver con afinar la percepción y abrir la mente a la riqueza de sensaciones y
significados que están presentes en todos los eventos. Ciertamente los
martillazos de una construcción –al menos de que el herrero que nos toque sea
el mismísimo Hefesto o que una divina coincidencia calibre los martillos en
perfecta escala como cuenta la leyenda pitagórica– no evocan en primera instancia
lo sublime que asociamos con la música (música que el mismo Pitágoras escuchó
en las revoluciones celestes). Sin embargo, en vez de reaccionar neuróticamente
y resistirnos a lo que ocurre y hasta maldecir nuestra suerte y a las personas
que nos hacen pasar un mal trance, si aguzamos los sentidos, si estamos lo
suficientemente despiertos, podemos tener un momento de serendipia, entender
algo, incluso tener una epifanía. Dios está en los detalles, dice el dicho, y
detrás de todo ruido hay una música secreta y detrás de todo caos hay un orden
más sutil que aguarda a aquel que tiene oídos listos para escuchar.
Fuente: http://pijamasurf.com/2015/11/los-martillos-de-pitagoras-y-el-descubrimiento-de-los-tonos-musicales/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario