El “detective de lo oculto” es un género
híbrido, la oscura intersección entre las clásicas historias de
detectives y el horror sobrenatural; una mezcla de Arthur Conan Doyle
con Howard P. Lovecraft, o Edgar Allan Poe con Edgar Allan Poe. En él
confluyen atmósferas policíacas de mundos bajos, intrigas y mafiosos con
el terror de lo paranormal: fantasmas, demonios y seres de otros
mundos. Está claro que si bien no es necesario para escribir una buena
historia de miedo, ayuda saber sobre lo que se está hablando y tener una
licencia oficial autorizada por el departamento gubernamental apropiado
para bucear en las partes más oscuras del inconsciente.
De otro modo
terminamos con hadas esquizofrénicas y aburridos pactos demoníacos
tomados del Fausto (un manual de paranoia escrito en medio de las
quemas de brujas y herejes durante la Edad Media y el Renacimiento) o
con guías ficticias, igual de aburridas, de la flora y fauna de
inverosímiles planos astrales. El género nació a mediados del siglo XIX,
momento en que lo sobrenatural era un éxito en Europa y América de la
mano del espiritismo y el “renacimiento ocultista”; muchos de sus
primeros exponentes, entonces, poseían un conocimiento aproximado del
tema en una época de romanticismo gótico en que florecía también una
incipiente psicología y el lado oscuro era moneda de cambio válida.
Uno de los más grandes detectives de lo
oculto es John Silence, creado por Algernon Blackwood. No sorprende que
Blackwood haya sido una de las mayores influencias de Lovecraft (uno de
los cuentos protagonizados por Silence, llamado “Una víctima del espacio
superior”, remite inequívocamente a la obra del escritor de Providence)
ni que fuera miembro de la Orden Hermética de la Aurora Dorada (la
Golden Dawn, epicentro de las actividades ocultistas de principios del
siglo XX). Otro de los detectives más famosos es el infame John
Constantine, creado por Alan Moore para su versión de Swamp Thing.
El impacto de sus apariciones esporádicas lo llevó a tener su propia y
emblemática serie de la mano de Jamie Delano, quien durante algo más de
40 números demuestra un enorme conocimiento de las tendencias más
modernas de ocultismo de vanguardia; distintos escritores se hicieron
cargo del personaje tras él, algunos de ellos excelentes, otros no
tanto. Pero a lo largo de los 300 números de Hellblazer (y unos
tantos más de Constantine), el personaje se volvió una triste caricatura
de sí mismo y poco quedó al final de sus enfrentamientos iniciales con
otros mundos. Solo ahora, con el relanzamiento de su serie bajo el
nombre ridículo de Constantine The Hellblazer, con Ming Doyle y
James Tyrion como escritores, podemos sospechar que John Constantine,
con su cigarrillo a medio fumar y su sobretodo (ahora más corto), es un
detective de lo oculto.
Curiosamente, un par de años después de
escribir al personaje, Alan Moore decidió emprender el camino del
ocultismo y la magia (le cambió la vida una línea de ficción que él
mismo escribió en From Hell, historia sobre la francmasonería y
Jack el Destripador: “el único sitio en el que es indiscutible que los
dioses existen es en nuestras mentes, donde son indudablemente reales
con toda su grandeza y monstruosidad”). El mundo del cómic, sucesor
natural de los relatos pulp, ha tenido más de un detective encargado de
lidiar con asesinos sin lugar a dudas inimputables de acuerdo a todos
los tratados internacionales, pero todos vivieron siempre a la sombra
del ocultista punk con acento escocés. Ales Kot es el responsable de Secret Avengers (uno de los mejores cómics de los últimos años junto al Hawkeye de Matt Fraction y el Animal Man
de Jeff Lemire), una historia sobre la importancia de la imaginación en
la que una inteligencia artificial imprevista se une narrativamente a
Nick Fury y a Jorge Luis Borges. Dos de las principales influencias de
Kot son obvias: Grant Morrison y William S. Burroughs, quien termina
siendo un personaje central en Zero, otra de sus más recientes
obras: Kot tiene una particularidad, comenzó su carrera hace sólo un par
de años y viene escribiendo como loco.
La obra de Kot es surrealista y
experimental, no le escapa nunca a lo oscuro ni a lo bizarro: utiliza la
mitología popular del siglo XXI para sondear agujeros de seguridad en
la realidad. Siguiendo algunos términos que se reputen y cierta
simbología recurrente en sus ficciones, es evidente que mantiene viva
una tradición contracultural en los cómics y no es extraño ni a la magia
ni a los mal llamados estados no ordinarios de conciencia. Un detective
de lo oculto creado por él no es cosa menor: por eso es interesante la
aparición del primer número de Wolf, una nueva historieta de Image Comics escrita por el propio Kot. Wolf transcurre en Los Ángeles, ciudad de enorme poder en los corazones de todo el mundo, la misma Los Ángeles de Mulholland Drive y de la segunda temporada de True Detective.
Una ciudad mítica en la que cohabitan estrellas de cine, magnates
racistas y vampiros, de esos que dan miedo y tienen orejas puntiagudas,
como Spock. Antoine Wolfe, apodado Wolf, es un detective inmortal que
desea morir, hace negocios con la gente equivocada, puede contactar a
los muertos y tiene un amigo con tentáculos de la misma raza que
Cthulhu. Wolf se parece al primer Constantine, un personaje oscuro que
se equivoca una y otra vez pero que también tiene corazón, un personaje
complejo que quizás, cómo no, se vea obligado a intentar salvar el
mundo. El extenso primer número (de más de 60 páginas) es el inicio de
una lúgubre, misteriosa y atrapante amistad.
Fuente: http://pijamasurf.com/2015/07/antoine-wolfe-detective-de-lo-oculto/
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