En el origen de los
partidos políticos estarían los clubes políticos que surgieron en la Revolución
Francesa, aunque también deben tenerse en cuenta los partidos políticos
ingleses durante el siglo XVIII... había sociedades secretas que se
desarrollaron en la clandestinidad. En este ámbito se movía la francmasonería.
En este artículo nos centraremos en el caso francés.
En la Revolución
Francesa los clubes eran sociedades donde se reunían personas para discutir
sobre asuntos políticos. No eran reuniones abiertas a todo el mundo, porque se
necesitaba la aprobación de los miembros para poder ingresar en ellas.
Además, el integrante
en el club debía pagar una cuota para los gastos que se generaban por el uso
del local de reuniones y para sufragar materiales. Sin lugar a dudas, eran los
primeros pasos de las formaciones políticas. Fueron fundamentales para que se
elaborasen las doctrinas políticas, el diseño de muchas políticas y tuvieron un
acusado protagonismo en la pedagogía política y revolucionaria.
Los clubes no nacieron
de forma espontánea en la Revolución. En realidad, tienen su origen en las
sociedades y reuniones de la época ilustrada. En Francia abundaron tres tipos
de reuniones. En primer lugar, estaban las academias, plenamente autorizadas
por el poder y, por lo tanto, espacios donde no se daban grandes críticas al
sistema. En segundo lugar, abundaron las sociedades de lectura, que ya no eran
oficiales pero solían ser toleradas y conocidas. Por fin, había sociedades
secretas que se desarrollaron en la clandestinidad. En este ámbito se movía la
francmasonería.
El derecho de reunión
no existía en la época del despotismo ilustrado. Era una concesión o privilegio
revocable. En Francia estos privilegios se concedían a través de cartas de
concesión. Pero cuando se convocaron los Estados Generales y se inició una
verdadera campaña electoral se abrió la mano en relación con las reuniones y
comenzaron a proliferar los clubes, especialmente en un París efervescente,
aunque también en el resto de Francia. En algunos se acogieron a personajes muy
célebres como el Club de Valois que giraba en torno al duque de Orleáns. Otro
club muy importante fue la Sociedad de los Treinta, donde se pudo escuchar a la
mayor parte de los pensadores de la época.
El club revolucionario
propiamente dicho se desarrolla cuando se puso en marcha la Asamblea
Constituyente. Los diputados se reunían previamente para preparar las sesiones,
los discursos, los debates y las políticas a seguir. Los pioneros fueron los
diputados bretones, ya que, al parecer, tenían la costumbre de agruparse por
las revueltas que protagonizaron en Bretaña. Pero estos bretones abrieron las
puertas de su club a otros diputados que compartiesen sus ideas patrióticas. El
club tenía su sede en Versalles pero cuando la Asamblea se trasladó a París sus
componentes tuvieron que buscar un nuevo local de reunión. Al final accedieron
al refectorio del convento de los monjes jacobinos de la Orden de los
dominicos, en la calle de Saint-Honoré. En ese momento el club pasó a
denominarse Sociedad de los Amigos de la Constitución, aunque terminaría siendo
conocido como el club de los jacobinos. Se convierte en un club poderoso porque
llega a aglutinar a unos doscientos diputados. El origen social inicial de sus
miembros se puede encontrar en el universo de los escritores, economistas y
periodistas pero luego se abrió a otros ámbitos. Para ingresar se necesitaba el
aval de cinco miembros. Durante un tiempo fue el único club o, por lo menos, el
más activo y fuerte de los que se fueron creando por distintas escisiones.
Pero, precisamente, por su crecimiento y por estas escisiones, como la de los feuillants,
sufrió una intensa transformación interna en el plano ideológico, decantándose
hacia la izquierda. El club se convierte en un intenso foro de discusión
política, especialmente desde 1791 cuando sus sesiones se abren al público. En
este momento ya destaca Robespierre. El club tendrá una agitada vida hasta su
clausura por orden de la Convención el 12 de noviembre de 1794. Posteriormente,
los jacobinos intentarán reorganizarse, especialmente fuera de París.
El club de los feuillants
recibe el nombre también por el convento donde se asentó, el de los
cistercienses. Se creó en 1791 Era un club más moderado que el de los
jacobinos, ya que sus miembros eran partidarios de la monarquía constitucional.
Entre sus miembros destacaron La Fayette, Bailly o Barnave, entre otros. Pero
la radicalización que supuso la jornada del 10 de agosto de 1792 terminó con
este club.
El club de los cordeliers
nació en 1790. Su nombre, como no podía ser de otra manera, nace por el espacio
que ocupa, un convento de cordeliers, es decir, de franciscanos. Fue muy
popular porque permitía el ingreso en el mismo de todos los ciudadanos. Destacan
los artesanos y comerciantes del este parisino, y fue derivando hacia
convertirse en el portavoz de los sans-culottes. Entre sus oradores destacaron
Danton o Marat. En el ala izquierda de los cordeliers estaban los enragés. Los cordeliers
fueron muy activos en las jornadas revolucionarias de 1792 y 1793, así como en
el ejército revolucionario. Fueron muy perseguidos por el Comité de Salvación
Pública en la primavera de 1794.
Las fuerzas más
conservadoras no se vieron ajenas al fenómeno de los clubes, habida cuenta de
lo operativos que eran. En 1796, los realistas crearon el Instituto
Filantrópico con filiales en los departamentos. También hay que destacar el
club de Clichy. El Directorio fue contrario a los clubes y prohibió las
reuniones en dos ocasiones, aunque terminará por permitir su reapertura. En
todo caso, los clubes no encontraron la fuerza y la vitalidad de antaño en esta
etapa final de la Revolución.
Fuente:
http://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/clubes-politicos-revolucion-francesa/20150518095449116060.html
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