"Mozart es el
único niño prodigio que entró en la historia de tal modo que, a menos que
algún apocalipsis vuelva sorda a la humanidad, permanecerá en ella para
siempre", afirma Jean Blot, doctor en Derecho y Letras, oriundo de Rusia
pero formado intelectualmente en Gran Bretaña y Francia.
Experto conocedor del
genial compositor y su tiempo, elaboró en once capítulos una minuciosa
biografía, inicialmente escrita en francés y ahora editada por El Ateneo en
nuestro país (270 páginas).
El "milagro de
Salzburgo", tal como lo definió el príncipe-arzobispo Sigismund von
Schrattenbach, vivió apenas treinta y cinco años, e hizo sus primeras
composiciones musicales antes de aprender a escribir. Produjo su primer minué
a los cinco años y dirigió desde su lecho de muerte el célebre Requiem en Re
Menor, escrito por encargo del conde Franz von Walsegg.
Originariamente,
"los Mozart" provenían de una familia de músicos de Augsburgo (hoy
Alemania, pero perteneciente por ese entonces al Sacro Imperio Romano
Germánico). Jean Blot rescata una conclusión del crítico musical Timothée
Picard, conforme el cual "es tan falso hablar de Alemania como hablar de
Austria cuando se quiere calificar a la entidad geográfica e histórica a que
perteneció Mozart. Puede ser más atinado, sin embargo, hablar de Austria,
porque ésta era, por sustancia y vocación, (una región) cosmopolita: en
aquella época su imperio incluía a Italia, reina de la música, y uno de los
méritos de Mozart fue unir la inspiración italiana y la germánica, en esa
música universal que lleva su nombre".
Salzburgo, conocida
como la "patria de Mozart", está situada al norte de los Alpes, a
orillas del río Salzach. Es conocida por sus yacimientos salinos, o de
"oro blanco". Etimológicamente, su nombre significa "fortaleza
de sal", y fue, desde antaño, el punto de enlace de estratégicas rutas
militares y comerciales.
TESTIMONIOS
Autor de más de
seiscientas obras a lo largo de su vida, donde sobresalen conciertos,
sinfonías, sonatas y óperas memorables, Wolfgang (1756-1791) heredó de su
madre (Ana María Pertl) su valentía moral. Según Blot, podría reconocérsela
en el sexteto de Las bodas de Fígaro.
En tanto, su padre,
Leopold Mozart, vice Kapellmeister (director de orquesta) del arzobispado de
Salzburgo, -a quien algunos historiadores solo vieron como un representante
ávido que explotaba comercialmente a su hijo- tuvo el mérito de descubrir al
genio y formarlo.
Completa el cuadro
familiar María Ana -apodada familiarmente Nannerl- con dotes excepcionales
como ejecutante de música y cantante, y cinco años mayor que Wolfgang. Este,
apodado Wolferl, fue el último niño de una familia de siete, de los que cinco
murieron en la infancia.
El autor del libro,
hace con desenvoltura una pormenorizada recreación de la época en que vivió
Mozart -el reinado de María Teresa de Austria y el de su hijo José II, rival
de Federico II de Prusia- aunque por momentos sobredimensiona el encuadre
histórico.
A su vez, el texto
-que se suma a otras biografías o recopilaciones sobre la producción del
compositor ya existentes- resulta, al menos en algunas secuencias, laudatorio
en exceso. No hay mayores críticas contra su persona, pese a que la evolución
musical se describe con abundante acopio de testimonios, además de citas de
otros autores.
Es atractivo el
relato de los viajes de Wolfgang con su padre por distintas cortes de Europa,
así como la irrupción de la fama en Viena. Por otra parte, las etapas de la infancia,
adolescencia y vida adulta, están con sus luces y sombras, bien reflejadas.
También las penurias económicas que, sugestivamente, soportó durante sus
últimos días.
Un capítulo de
interés es el referido al papel que desempeñó la francmasonería en la vida y
obra del compositor. Esa identificación se ve reflejada en La flauta mágica
(Zauberflötte), una obra maestra que muchos consideran como el punto máximo
de inspiración del genio, donde se conjugan el naturalismo y la sabiduría. El
mismo sentimiento sobrevuela las Cantatas masónicas.
Según Jean Blot, a
fines de 1700, la masonería gozaba en Austria de prestigio. José II trató de
apoyarse en ella para promover su adscripción al liberalismo. Mozart, quien
se hizo masón más por amistad que por convicción, le debió sin duda a ese
movimiento -sociedad secreta, con influencias en la aristocracia-, una parte
de su éxito. El compositor solicitó y obtuvo el 14 de diciembre de 1782 su
iniciación en la logia "La caridad".
Siempre de acuerdo
con Blot, en esta participación o vocación no había -al menos para el genio
musical- nada antirreligioso ni anticatólico. Se trataba de una
espiritualidad y un humanismo nuevos, con predominio de la razón y la
ciencia. Valorado como virtuoso y compositor, conceptos como la libertad y la
fraternidad tuvieron para Mozart gran atractivo. Surgieron en el seno de la
sociedad europea como reacción a los estragos causados por las denominadas
"Guerras de Religión".
En medio de esa
vorágine, Salzburgo se erigió como paladín de la Contrarreforma. Pese a que
el principado había logrado mantenerse al margen de la Guerra de los Treinta
Años (1618-1648), se vio implicado en la Guerra de Sucesión (1742-1743), y
más aún, en la de los Siete Años, la cual se inició en épocas del nacimiento
de Mozart: 1756.
La comprensión de los
conflictos mencionados, no puede desligarse del sistema de creencias
imperante, y entroncan con la reforma de Martín Lutero (siglo XVI). De ahí
que Mozart expresara en su música una religiosidad que no se dirigía ya a un
dios personal, sino al Espíritu. Según Blot, puede decirse que era creyente
dos veces: como católico y como masón.
También aparecen en
un tramo del libro, Antonio Salieri, profesor de Beethoven, Schubert y Liszt,
quien era seis años mayor que Mozart. Conforme los datos históricos y más
allá de los sucesos que consigna la leyenda, Salieri advirtió en Mozart a un
peligroso rival.
La lectura de esta
obra inducirá al lector, si entrecierra los ojos, a rememorar los compases de
Eine kleine Nachtmusik (pequeña serenata nocturna), para cuerdas en sol
mayor, o la cadencia del aria "Voi che sapete" (Ustedes que saben
qué cosa es amor), entonado por Cherubino en Las bodas de Fígaro. A su vez el
amante de la buena música recreará, como en una ensoñación, los magníficos conciertos
para violín y orquesta, la obertura de Don Giovanni (la ópera de las óperas),
o los acordes severos del Requiem en Re Menor. Fascinado, Jean Blot
transcribe la siguiente frase que se le atribuye al genio de Salzburgo:
"No puedo escribir en verso: no soy poeta. No puedo distribuir los
colores para hacerles producir luces y sombras: no soy pintor. Tampoco puedo
expresar mediante movimientos mis sentimientos y mis pensamientos: no soy
bailarín. Pero puedo hacerlo a través de los sonidos: soy músico".
Mozart, desde luego,
nunca tuvo dudas de su vocación. Fue un prodigio de la naturaleza, y el texto
de Blot así lo atestigua. La potencia creadora y el talento del hijo dilecto
de Austria, que trasunta en su legado universal, sobrevive el paso del
tiempo.
Fuente: http://www.laprensa.com.ar/433964-El-milagro-nacido-en-Salzburgo.note.aspx
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