Continuamos con el propósito de retratar a
los padres fundadores de Latinoamérica, con el propósito de entender el
proceso libertario de esta parte del mundo y comprender el verdadero
protagonismo de la masonería en esta campaña.
En varias ocasiones ya apunté que la
masonería no está para vivir del pasado, sino para construir el futuro
de las naciones por medio de las acciones del presente. Tampoco está
para constituirse en un club social de grandes banquetes y negocios
empresariales.
Ella debe de ser la cantera de donde
provengan las ideas renovadoras para hacer de Latinoamérica una zona del
mundo libre de la injusticia social, la ignorancia y el populismo,
enemigos que mantienen en vilo a las naciones que componen las antiguas
colonias españolas.
En esta oportunidad, presento a Francisco
Miranda, el padre intelectual de la masonería latinoamericana,
comprometida en la lucha por lograr la libertad, la igualdad y la
fraternidad.
Primero pasos
Francisco de Miranda y Rodríguez, nació en Caracas el 28 de marzo de 1750. Era el primogénito del canario Sebastián Miranda y Robelo y de la criolla Francisca Antonia Rodríguez y Espinoza.
Desde muy niño recibió esmerada educación. Estuvo en la Academia de Santa Rosa y después en la Universidad. En 1771 viajó a España para completar sus estudios. Ingresó al ejército, donde obtuvo el grado de Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa. Sirvió en el norte de África, demostrando talento militar y extraordinario valor en la guerra contra los moros.
Francisco de Miranda y Rodríguez, nació en Caracas el 28 de marzo de 1750. Era el primogénito del canario Sebastián Miranda y Robelo y de la criolla Francisca Antonia Rodríguez y Espinoza.
Desde muy niño recibió esmerada educación. Estuvo en la Academia de Santa Rosa y después en la Universidad. En 1771 viajó a España para completar sus estudios. Ingresó al ejército, donde obtuvo el grado de Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa. Sirvió en el norte de África, demostrando talento militar y extraordinario valor en la guerra contra los moros.
Estudioso y con facilidad para aprender
idiomas, no tardó en hablar fluidamente inglés, francés y alemán.
Después de algunas incidencias, en 1780 fue enviado a la guarnición de
Cuba, como ayudante del coronel Cajigal. Destacó rápidamente por su
excelente preparación militar y su afición a la lectura. Pero las
intrigas y la envidia política le hicieron caer en desgracia. Lo
acusaron por su actuación en Jamaica, donde dicen que pronunció
discursos para incitar a la libertad de las colonias españolas.
Cargado de grillos, en 1782, fue enviado a
la cárcel de La Habana, pero gracias a la mediación y ayuda del
comandante de la guarnición y amigo personal, el coronel Cajigal, logra
salir airoso de esta situación, partiendo inmediatamente hacia los
Estados Unidos de Norteamérica.
El ingreso a la hermandad
Al tiempo de haber llegado, se instala en Filadelfia, donde gracias a su dominio del idioma inglés, y sus ideas republicanas, conoce y entabla, una gran amistad, con los generales Washington y Lafayette, uniéndoseles a su gesta libertaria que ya habían iniciado en contra de la corona Británica.
Al tiempo de haber llegado, se instala en Filadelfia, donde gracias a su dominio del idioma inglés, y sus ideas republicanas, conoce y entabla, una gran amistad, con los generales Washington y Lafayette, uniéndoseles a su gesta libertaria que ya habían iniciado en contra de la corona Británica.
Varios historiadores masónicos
norteamericanos y franceses aportan valiosa información sobre la
actividad masónica del caraqueño Francisco de Miranda, de quien aseguran
que se inició en 1783, en una logia de Filadelfia, muy frecuentada por
el famoso general francés Lafayette.
No hay datos sobre el día y el mes. Por
las contingencias derivadas de la guerra, al parecer se perdieron los
archivos de la logia donde Miranda recibió la luz masónica. De lo que se
sabe es que Lafayette fue su padrino de iniciación. Existen muchas
referencias sobre la asistencia de Miranda a logias de Nueva York y de
sus tertulias con George Washington en locales masónicos.
Por esa vaguedad en la fecha de iniciación de Miranda, en Filadelfia, algunos historiadores demasiado ortodoxos, han puesto en duda la iniciación del precursor en los Estados Unidos. No faltan quienes inclusive la rechazan de plano.
Por esa vaguedad en la fecha de iniciación de Miranda, en Filadelfia, algunos historiadores demasiado ortodoxos, han puesto en duda la iniciación del precursor en los Estados Unidos. No faltan quienes inclusive la rechazan de plano.
Sin embargo, investigaciones posteriores a
la publicación de los dos volúmenes de Américo Carniccelli, arrojan
bastantes evidencias sobre los contactos de Miranda con Lafayette, que
culminaron en su iniciación en una logia de Filadelfia, en 1783.
Otros investigadores aseguran que Miranda
se inició en la masonería en París, Francia, en 1797, meses antes de su
regreso a Londres. Pero esas teorías se desmoronan solas con las
referencias publicadas por diarios ingleses en 1785, donde hablan de las
reuniones masónicas de Miranda con intelectuales y personajes de la
nobleza.
Al citar esas evidencias, un historiador
británico, llegó a la conclusión de que Miranda se inició en Filadelfia,
Estados Unidos, en 1783; recibió el grado de compañero en Londres, en
1785; y el grado de Maestro, en París, en 1797. Esa cronología parece la
más ajustada a la verdad, ya que guarda relación con el periplo del
precursor por esos países.
El regreso a Europa
Una vez vencidos los ingleses, y luego de haber reconocido la independencia de sus colonias en Norteamérica, decide seguir su camino, partiendo de nuevo a Europa en donde hizo derroche de valor y de sus dotes de gran estratega militar, en todas las campañas en las que participó.
Una vez vencidos los ingleses, y luego de haber reconocido la independencia de sus colonias en Norteamérica, decide seguir su camino, partiendo de nuevo a Europa en donde hizo derroche de valor y de sus dotes de gran estratega militar, en todas las campañas en las que participó.
En 1785, la presencia de Miranda en
Londres fue resaltada por la prensa británica. Se lo presentó como
infatigable campeón de la libertad. Su nombre adquirió prestigio.
Frecuentaba los salones de la realeza y se codeaba con los más
brillantes intelectuales.
Con ansias de glorias y deseoso de
acumular experiencia y conocimientos, visitó Holanda, Alemania, Italia,
Grecia, Francia, Dinamarca y Polonia. En 1787 llegó a San Petersburgo,
la fastuosa ciudad de la nobleza rusa. Allí fue presentado a su Majestad
Imperial, Catalina II.
El porte gallardo y los modales refinados
del militar venezolano, llamaron la atención de la poderosa Catalina,
quien se enamoró de él, llenándolo de halagos y condecoraciones. Miranda
vistió el uniforme de oficial del ejército zarista, disfrutó del
esplendor de la corte y recibió el grado de Coronel del Ejército de
Coraceros de San Petersburgo.
Pero ávido de nuevas aventuras y con el
deseo de organizar la lucha por la independencia de Venezuela, volvió a
Londres en 1790. Sus gestiones para conseguir la ayuda de la Corona
Británica, fueron infructuosas. El gobierno inglés debido al Tratado
firmado en el Escorial, evitaba a toda costa la posibilidad de un
conflicto con España.
En 1791, Miranda tomó parte activa en la
Revolución Francesa. En París, él se hizo amigo de los girondistas
Jacques Pierre Brissot y Jérôme Pétion de Villeneuve, y sirvió
brevemente como general en la una sección del Ejército revolucionario
francés que lucho en la campaña de 1792 para conquistar los Países Bajos
llegando al grado de Mariscal de Francia, bajo el mando de Charles
François Dumouriez.
Arrestado varias veces durante el reinado
del terror, Miranda fue amenazado con ser deportado después una medida
del Directorio de la Monarquía y los Girondistas. A pesar de todo, su
nombre permanece grabado en el Arco de Triunfo que fue construido
durante el primer imperio.
La Gran Reunión Americana
En 1798, regresó a Londres, donde fundó la logia la Gran Reunión Americana. Febrilmente trabajó para preparar la expedición libertadora de Venezuela. Esta logia es cuestionada por algunos historiadores masones, porque se salía de los rituales, para dar preponderancia a los ideales de la causa republicana.
En 1798, regresó a Londres, donde fundó la logia la Gran Reunión Americana. Febrilmente trabajó para preparar la expedición libertadora de Venezuela. Esta logia es cuestionada por algunos historiadores masones, porque se salía de los rituales, para dar preponderancia a los ideales de la causa republicana.
Miranda otorgaba grados de Maestros a los
que destacaban por sus dotes intelectuales y por su amor a la libertad y
la causa de la independencia americana. Les tomaba un juramento
especial, que siempre terminaba con “el repudio a todos los tiranos y
las tiranías”.
Los trabajos en la “Gran Reunión
Americana”, no versaban tanto sobre simbología o el catecismo masónico,
como sobre las ideas de la Revolución Francesa y la necesidad de
libertar a las colonias españolas en América.
Esto critican los ortodoxos a Miranda.
Afirman que se olvidaba de los rituales, para hacer foros sobre la
importancia del sistema republicano y la reforma de las estructuras
sociales en las colonias que deseaba libertar.
Lo que no dicen los críticos de Miranda,
es que todos los próceres de la independencia americana, daban prioridad
en las logias, a discusiones sobre táctica y estrategia de la lucha que
libraban, porque de ello dependía en gran parte del destino de los
países donde actuaban.
El Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio
José de Sucre, según refiere en un libro el historiador masón boliviano,
Ángel Salas, en la logia de Chuquisaca que visitaba, discutía sus
planes de gobierno. Por ese motivo, que se sepa, nadie nunca puso en
duda la identidad masónica del extraordinario cumanés.
En las reuniones de la logia Miranda tuvo
la oportunidad, de conocer al joven chileno, Bernardo O’Higgins, con el
cual entabló una especial amistad, siendo entre otras cosas su maestro
de matemáticas.
Luego de más de un año de cordial
amistad, Miranda le expone a O’Higgins, con detalle, todos los planes
libertarios que por tanto tiempo había estado madurando. Sorprendido por
la afinidad de criterios y opiniones sobre el tema, el joven chileno le
narra a Miranda, la historia y hazañas de Lautaro, el gran cacique
Araucano, que defendió y reconquisto el suelo de Arauca, venciendo al
propio conquistador de Chile, Don Pedro Valdivia, batalla en donde
Lautaro pierde la vida en defensa de la libertad de sus hermanos de
raza.
Nació entonces la idea en Miranda, que
luego llevaría a los hechos de homenajear al héroe Araucano, fundando la
logia Lautaro, teniendo con el tiempo filiales en varias ciudades
europeas, siendo la de mayor importancia, la de la ciudad de Cádiz, en
la cual fueron muchos los sudamericanos que allí se iniciaron como
Masones.
Todos de la mano de Francisco de Miranda,
abrazaron y juraron con devoción y entusiasmo patriótico, cumplir con
los preceptos, que promulga la Masonería: la Libertad, la Igualdad y la
Fraternidad, para luego partir, cada uno a su patria, a emprender sus
respectivas gestas que culminaron con la liberación e independencia de
toda la América.
De no haber sido porque Miranda sembró en
los corazones de todos estos jóvenes la semilla de libertad y los
preceptos de la augusta orden, difícilmente se hubiese podido realizar
una empresa libertaria de esa magnitud.
¡Salud, Francisco de Miranda!Christian Gadea Saguier
©Blog Los Arquitectos
-http://losarquitectos.blogspot.com/2006/10/francisco-de-miranda-el-padre-de-la.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario