Según el libro del Éxodo (37, 1-9), el Arca de la
Alianza era una caja de madera de acacia que media 1,25 mts. de largo por 75
cms. de ancho.
En su base disponía de cuatro anillos de oro -dos a cada lado- que
permitían el paso de dos barras con las que la caja se izaba sin necesidad de
tocarla. Su origen es un autentico misterio, ya que en la Biblia aparece de
repente, justo después de que los israelitas cruzaran el Jordan (Jos. 3).
Sin embargo, textos posteriores como el Deuteronomio, afirman que esta
fue construida por Moisés, siguiendo órdenes de Yahvé. En cuanto a su
contenido, los diversos libros del Antiguo Testamento difieren. Mientras que
para el Éxodo (40, 20) protegía Las Tablas de la Ley, Hebreos (9, 4) asegura
que también guardaba un vaso con maná, y Números (17, 10) añade el ajuar de la
avra de Aaron, el hermano de Moisés.
La ruta del arca
Justo después de que las aguas del Jordan se abrieran para que las
cruzara “el pueblo elegido”, comienza a hablarse del Arca. Hasta su llegada a
Jerusalén y su instalación definitiva en el sanctasanctórum del Templo de
Salomón, su pista parece extraordinariamente clara. Primero fue llevada cerca
de Jericó, donde dio a Israel su primera victoria militar en Canaán. A
continuación la instalaron en Guilgal, cerca del mar muerto, para desplazarla
después a Siquem, donde se renovó el pacto con Yahvé que simbolizaba el Arca y
su contenido, las Tablas de la Ley.
Tras un breve paréntesis en Betel, el Arca se quedo durante una buena
temporada en Siló, donde fue cuidada por la familia del sacerdote Eli y desde
donde fue llevada a la batalla de Afec, en la que los filisteos se apoderaron
de ella y la exhibieron después como un trofeo de guerra. Sin embargo, la
felicidad de los filisteos duro poco, pues una serie de extrañas enfermedades
se abatieron sobre ellos obligándoles a devolver el Arca a sus propietarios
originales, siete meses más tarde.
Para entonces, el Arca se quedo en Bet Semes, provocando la muerte de 70
hebreos que intentaron mirar en su interior, quien sabe si para comprobar si
faltaba algo de su precioso contenido. Lo cierto es que el miedo al Arca hizo
que esta se “exiliara” a Quiriat Jearim, donde fue custodiada durante 20 años
por un cierto Abinadab, hasta que el rey David se propuso llevársela a
Jerusalén.
En el traslado murió un hombre, Uza, al tocar el cofre, y se decidió que
esta “descansara” en casa de Obededom de Gat. Una vez pasado el incidente, se
preparo una tienda en Jerusalén donde estuvo el Arca hasta que Salomón termino
su Templo. Y fue allí, curiosamente en el lugar mas seguro de todos en los que
estuvo el Arca, donde se perdió su pista para siempre…
¿Siete lugares para encontrarla?
El milagro, sin duda, corresponde a Steven Spielberg. Gracias a las
aventuras de “su” Indiana Jones en el largometraje En busca del Arca perdida,
la reliquia más sagrada del pueblo judío se ha convertido, de la noche a la
mañana, en el objeto arqueológico más deseado de nuestros días.
Es lógico: si ese cajón de oro y madera es lo que la Biblia dice que es,
se trata de algo que se fabricó según instrucciones directas del mismísimo
Yahvé y con unas capacidades que rayan en lo tecnológico. Sólo ese aspecto
explica por qué existen tantas y tan diversas hipótesis para tratar de dar con
su paradero.
Pero, ¿qué base tienen? Vayamos por partes: la primera referencia escrita
a este objeto se halla en las páginas del Éxodo. Después, el Antiguo Testamento
menciona hasta doscientas veces más el Arca, lo que da una idea de la
importancia que tuvo para el “pueblo elegido”. Incluso asegura que Moisés
depositó las Tablas de la Ley en su interior; en una caja que medía 125 cm de
largo por 75 cms de ancho y otros 75 de alto, toda ella forrada de oro, por
dentro y por fuera. Ese mismo texto asegura que contenía también un recipiente
con maná y la vara de Aarón, el hermano de Moisés. No es extraño, pues, que a
partir de esos detalles de su estructura -que combinaba material conductor
(oro) y aislante (madera)-, algunos expertos crean que el Arca fue un objeto
tecnológico peligroso.
La propia Biblia recoge la tragedia vivida por un tal Uza, que murió
fulminado al tocar el Arca sin tomar las debidas precauciones. En Samuel II,
capítulo 6, se cuenta así: “Cuando llegaron a la era de Nación, los bueyes
tropezaron y Uza alargó la mano al Arca de Dios para sujetarla. El Señor se
encolerizó contra Uza por su atrevimiento, lo hirió y murió allí mismo junto al
Arca”.
Pero, ¿qué mató a Uza?
En principio, aquel cajón no parecía un abierto mortal. Estaba cerrado
por una tapa de oro macizo que recibía el nombre de propiciatorio, y en cada
extremo lucía sendos querubines con las alas extendidas hacia arriba y los
rostros enfrentados mirando hacia el centro. Aquél, sin duda, era el lugar
destinado a Yahvé. Y allí descansaba una llama -la Gloria de Shekinah- que, al
parecer, era una especie de “fuego espiritual”.
Para protegerse de las iras de aquel fuego, durante el Éxodo el Arca
siempre viajó dentro del Tabernáculo, una tienda móvil que hacía las veces de
templo. De las instrucciones que Yahvé dictó a Moisés para “amueblar” aquel
templo de campaña (Éxodo, 25) se deduce que fue diseñado, casi con seguridad,
siguiendo una geometría sagrada como la usada para construir la Gran Pirámide o
el Templo de Karnak en Tebas. Y lo mismo puede decirse del Tabernáculo
permanente que el rey Salomón mandó construir en su gran templo, en Jerusalén.
Y allí se instaló el Arca. No cabe duda de que los objetos más valiosos
que se custodiaron en el Templo de Salomón fueron el Arca y las reliquias que
ésta contenía, y allí permanecieron hasta… Bueno, es justo ahí donde surgen las
dudas. Para muchos, el Arca no se movió hasta que el formidable ejército de
Nabucodonosor arrasó Jerusalén en el 586 a.C. Otros, en cambio, creen que
desapareció en tiempos del propio Salomón, cuando su hijo Menelik -fruto de la
relación que mantuvo con la reina de Saba- la robó para afrentar a su padre. Y
estos son sólo dos extremos de una madeja compleja que pretendemos desarrollar
en las siguientes hipótesis.
El tesoro de los templarios
La toma de Jerusalén por Godofredo de Bouillon, en 1099, abrió las
puertas de la ciudad a peregrinos venidos de todos los rincones de Europa,
deseosos de conocer la Ciudad Santa. Para evitar que las crecientes hordas de
peregrinos fueran acosadas por unos afrentados musulmanes, en 11 15 el nuevo
rey de Jerusalén, Balduino II, hizo un llamamiento a las familias nobles
europeas para que mandaran caballeros a proteger los caminos. Hacia 1118 un
caballero francés, Hugo de Payns, se presentó ante e monarca y solicitó su
beneplácito para cumplir, junto a ocho caballeros más, el mandato real. Como
recompensa a su ofrecimiento se les concedió el derecho a alojarse en los
establos construidos sobre las ruinas del templo de Salomón.
¿Qué mayor gloria podían pedir?
Al cabo de diez años, algunos de estos caballeros regresaron apresuradamente
a Francia.
Nunca se explicaron los porqués de esta “huida”, aunque algunos suponen
que el motivo fue el hallazgo de algunas reliquias judías bajo el suelo del
templo y la necesidad de trasladarlas a Francia. El escritor Louis Charpentier
cree que Hugo de Payns y los ocho caballeros que lo acompañaron encontraron el
Arca junto a otras piezas de gran valor, y arguye como prueba el relieve
esculpido en una columna del Pórtico de los Iniciados de la Catedral de
Chartres. En él se aprecia un arca sobre dos ruedas transportada por un hombre,
que atraviesa un campo lleno de cadáveres. Para otro autor, Fernando Díez
Celaya, se trata de la escenificación de una batalla de los templarios contra
los árabes en Jerusalén, donde aquéllos, tras haberse apoderado del Arca, la
habrían utilizado como arma.
Todo indica, sin embargo, que esta caja sagrada no fue el único botín
capturado por el Temple. Los masones Christopher Knight y Robert Lomas
refieren, en The Hiram Key, que los templarios también buscaron (¡y encontraron!)
manuscritos de la Comunidad de Qumrán sobre Jesús y sus sucesores cuyo
contenido no podían revelar porque cuestionaban seriamente ciertos dogmas
defendidos por la Iglesia. Además, parece que esos textos incluían patrones y
medidas arquitectónicas sagradas que, posteriormente, utilizarían en la
construcción de catedrales, según defiende Charpentier en su clásico estudio El
misterio de la catedral de Chartres. Sea cual fuere el botín, parece que fue
llevado a la región francesa del Languedoc, el último bastión de los cataros
antes de su aniquilación por las tropas del rey Luis IX en 1243.
Más tarde le llegó el turno a los templarios. Knight y Lomas creen que
durante la persecución a que fue sometido el Temple a partir de 1307 por Felipe
IV de Francia, con el beneplácito del papa Clemente V, algunos de sus miembros
consiguieron escapar instalándose en tierras escocesas. Y allá los fugitivos se
llevaron parte de los tesoros y manuscritos que habían encontrado bajo los
establos del Templo de Salomón. Una vez en Escocia, se trasladaron a la
localidad de Rosslyn, donde les esperaba otro templario, William Sinclair,
nieto de Henry Sinclair, un cruzado que había visitado Tierra Santa mucho antes
de que se descubrieran estas reliquias. Al parecer, William quería construir un
templo cuyos cimientos fueran una copia exacta de los de Salomón, con la
intención de ocultar en ellos las reliquias y manuscritos en un lugar
equivalente al de procedencia.
De esta manera -sostienen Knight y Lomas-, otros templarios encontrarían
en el momento adecuado el tesoro, dado que el secreto se trasmitiría de
generación en generación dentro de la orden. El templo de William Sinclair,
construido en 1447, es la Capilla de Rosslyn y, según Marcus Allen, escritor y
distribuidor en Inglaterra de la revista australiana Nexus, una parte de la
capilla está cerrada actualmente al público bajo el pretexto de estar
realizándose “reparaciones” en el sótano. Allen cree que están buscando el
escondite del Arca de la Alianza.
La expedición del capitán Montague Parker
El escritor norteamericano David H. Childress -que hoy se gana la vida
con sus libros de aventuras y arqueología “fantástica”- desempolvaba una cita
del sabio árabe Maimónides (1135-1204): ” … cuando Salomón mandó levantar el
Templo pronosticó su destrucción e hizo construir una cueva secreta, muy
profunda, donde Josiah dio instrucciones de esconder el Arca de la Alianza”
Esta información, que Maimónides atribuye a un judío llamado Arabaita, pudo
haber inspirado una expedición que en 1908 buscó el Arca bajo el antiguo Templo
de Salomón. La Expedición Parker comenzó su tarea en el palacio-museo del
Topkapi, en Estambul, donde el biblista sueco Walter H. Juvelius encontró un
código sagrado en un manuscrito del Libro de Ezequiel. Afirmaba que ese código
describía que el emplazamiento exacto de los tesoros perdidos estaba bajo el
templo, en un lugar al que se accedía por un complicado sistema de túneles.
Pero, ¿cómo podría llegar hasta allá? Muy fácil: Juvelius se asoció al capitán
Montague Parker bajo el mecenazgo de la duquesa de Marlborough, para sacar el
Arca de su presunto escondite.
Conseguir los permisos pertinentes para excavar bajo Jerusalén sólo fue
posible gracias a una larga colección de sobornos. Y gracias a ellos, entre
1909 y 1911 el grupo descubrió varios pasadizos secretos. Pero su búsqueda se
detuvo bruscamente el 17 de abril de 1911 cuando Parker y sus hombres
intentaron entrar en una gruta natural, justo debajo de la Roca Sagrada sobre
la que estuvo colocada el Arca en la época del llamado Primer Templo. El
atrevido británico y su equipo descendieron con ayuda de cuerdas a la gruta y
empezaron a retirar las piedras que bloqueaban la entrada a una galería
antiquísima.
Desafortunadamente, uno de los celadores que estaba pasando la noche en
el templo, oyó los ruidos de los trabajos de la expedición. Rastreó el
desplazamiento del grupo hasta la Roca Sagrada, y horrorizado al descubrir
extranjeros bajo el sanctasanctórum, corrió a la ciudad para avisar a la gente
sobre la profanación que se estaba cometiendo. En menos de una hora, una
multitud enfurecida por el rumor de que unos extranjeros estaban robando el
Arca de la Alianza y la espada de Mahoma se concentró frente a los muros del
templo. El gentío estaba La expedición del capitán dispuesto a hacer pagar con
la vida semejante delito aunque, por suerte, Parker y el resto de la expedición
consiguieron escapar a Jerusalén y de allí al puerto de Jaifa, donde embarcaron
precipitadamente.
Parker no se trajo consigo ni una sola prueba que avalara la existencia
de los tesoros de Salomón, pero sí demostró la existencia de túneles secretos
bajo el templo. Una evidencia que podría confirmar que siglos atrás hubieran
sido visitados por los templarios, quizás con más fortuna a la hora de
arrebatar las codiciadas riquezas.
El Arca bajo el Monte Calvario
En el verano de 1978 el arqueólogo norteamericano Ron Wyatt conoció al
propietario de un terreno situado cerca del casco antiguo de Jerusalén, que le
invitó a visitar su finca. Una vez allí, y sin saber por qué, algo le forzó a
señalar en determinada dirección: “Esa es la gruta de Jeremías y el Arca de la
Alianza está allí”.
El dueño, sorprendido, se ofreció rápidamente a patrocinar una
excavación y pocos meses después, en enero de 1979, Wyatt regresó a Jerusalén
en compañía de sus dos hijos, Danny y Ronny, para iniciar la búsqueda. En esos
momentos, el lugar señalado por Wyatt era un vertedero situado a lo largo de la
escarpada ladera del monte Moriah, que algunos denominan la “pared del Calvario”
y cuyo relieve dibuja una especie de calavera alusiva al Gólgota donde Jesús
fue crucificado. Después de investigar los alrededores, el arqueólogo decidió
excavar perpendicularmente a la roca. De hecho, cuando llevaban unos metros
excavados, descubrió tres cavidades simétricas en la pared. Decidió, por tanto,
excavar en los alrededores en busca de una cueva o túnel bajo a pared, cerca
del primer lugar de perforación. Después de casi dos años de trabajo, el equipo
encontró un agujero cuadrado, agrietado en su base, en una plataforma a unos
4,5 metros por debajo de las tres cavidades, delante de dos agujeros más
pequeños.
Wyatt interpretó que los orificios del suelo podían haber sido apoyos
para las cruces de las que hablan los evangelistas. ¿Aventurado? Sin duda. Sin
embargo, en este punto de la búsqueda, el arqueólogo taladró en la roca que él
había señalado al principio, descubriendo una cueva de unos 5 x 5 m. Al
introducirse en ella, comprobaron que estaban bajo el monte Moriah, y el 6 de
enero de 1982, después de una intensa búsqueda en todos los pasadizos y
cavidades encontrados, Wyatt halló lo que buscaba. Bajo la tenue luz de su
linterna se adivinaba una caja de piedra con la tapa partida en dos y
justamente encima, en el techo de la cueva, distinguió una grieta ennegrecida
por algún sedimento.
Alcanzó la caja y comprobó que la hendidura de la tapa estaba impregnada
de la misma sustancia del techo. Sin embargo, dada la escasez de espacio para
moverse volvió días después con unos instrumentos ópticos especiales de cuya
lectura dedujo que el contenido de la caja no era otro que el Arca de la
Alianza. Posteriormente, el propio Wyatt pudo comprobar que la grieta del techo
era la prolongación natural de otra que había visto en el agujero que él había interpretado
como base de apoyo para la cruz de Jesús. Aquello fue suficiente para su
calenturienta imaginación. Wyatt dedujo que la sustancia negra podría ser
sangre que se hubiera colado por la grieta, manando directamente sobre la caja
de piedra y, claro, sobre su contenido. Por la posición de las salpicaduras en
la tapa, aquella sangre, supuestamente de Cristo, habría caído directamente
sobre el Propiciatorio del Arca… de estar allí dentro.
Wyatt informó a las autoridades israelíes sobre su descubrimiento, pero
éstas -bien por no creerlo, o por temer las reacciones tras una noticia de este
calibre-, le “recomendaron” mantener el secreto. Lo cierto es que, tras su
gestión, Wyatt selló la entrada al túnel y aún hoy el Arca podría seguir allá
abajo.
Fuente: https://www.diariomasonico.com/historia/arca-de-la-alianza-i?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+diariomasonico%2FFkgl+%28Diario+Mas%C3%B3nico%29
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