Hay colectivos, sectores, instituciones, ideologías, seres y personas
que a pesar de su buen origen y su buena intención, mantienen en el
imaginario social una mala prensa, hasta llegar a tergiversar sus
intenciones y revestirles de muchos de los males que aquejan el mundo,
cuando no se les atribuye ser la misma encarnación del mal. Es decir,
gozan de tan mala fama, tienen tan mala imagen, justificada o no, que
inducen a su aborrecimiento, incluso a su prohibición. Entre ellos
sobresalen las sociedades secretas, como la masonería, que a pesar de su
origen relacionado con lo sagrado y la religión, ha sido tildada como
creación del diablo, secta sacrílega, pecaminosa, oscura e impenetrable.
Indudablemente no deja de ser una “secta”, pero no por ser secta ha de
considerarse mala y peligrosa.
El cristianismo en su origen no fue sino
una secta del judaísmo, y actualmente nadie lo considera peligroso, al
contrario. Secta proviene de sección, parte de un todo del que se ha desgajado, para bien o para mal, y de seguimiento, pertenencia de unos individuos que se unen con determinados objetivos comunes.
Pocas sociedades secretas han sufrido y sufren el desdén y las
prohibiciones que han recaído a lo largo de la historia sobre la
masonería, condenada tanto por la iglesia como por la política, pese a
su origen vinculado con la religión, la solidaridad, el altruismo y la
ética política. Y surge la pregunta: ¿Por qué la mayoría de la gente es
más proclive a creer la mentira que a indagar sobre la verdad? Defecto
generalizado de nuestra época, llena de mentiras y falsedades que se dan
por verdades. Habrá que estar de acuerdo con el gran Einstein cuando
dijo que “es más fácil creer que pensar, por eso hay tantos creyentes”.
De pocas sociedades secretas se conoce menos que de la masonería. Mejor
que de sociedad “secreta”, habría que hablar de sociedad “discreta”
(y no es un simple juego de palabras). Quizá por eso se la ha denostado
tanto. Casi todas las instituciones religiosas, católicas y no
católicas, casi todos los regímenes políticos, desde el nazismo al
comunismo, totalitarios y demócratas, han echado mil pestes sobre los
masones y sus obras, condenando la masonería como causa de males y
revoluciones. En algún momento de la historia, llevan razón. Las
revoluciones más importantes, como la Revolución Francesa y otras de la
independencia de países americanos, fueron inspiradas y promovidas por
masones, incluso la independencia de la isla de Cuba por el héroe masón
José Martí (por eso Cuba es de las pocas naciones donde nunca fue
prohibida).
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/articulo/historia/masoneria-origen-sagrado-condena-sagrada-y-politica/20161117070957133851.html
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