Símbolo atribuido a la organización El Yunque |
En el número 63 de la publicación digital El Oriente, del
pasado 30 de marzo de 2015, el editorialista se congratulaba por el
“levantamiento de columnas” de la «Respetable Logia Pro Libertate número
181»; en suma, la implantación estable de una logia regular masónica en Navarra, después de ocho décadas de ausencia.
Se venían produciendo algunos intentos al respecto. Así, persistía el
de establecer una «Logia Xavier Mina» por parte de personas de ambos
sexos -otra diferencia con la llamada masonería regular representada por
la arriba citada- vinculados a la Gran Logia Simbólica Española
residentes en Navarra. Es decir, una logia de la denominada masonería irregular o liberal, particularmente laicista, orgánica y dogmáticamente separada de la regular de obediencia “inglesa”.
En su exultante narración, el editorialista también se orgullecía de la magnífica acogida que le había dispensado Diario de Navarra, quien le dedicó un formidable reportaje de dos páginas. Ya se sabe, el diario y sus siempre buenas relaciones con el poder… del momento. ¿Cabe mejor bienvenida?
Pero, masones, ¿a cuento de qué?, ¿qué es la masonería?, ¿tiene
alguna trascendencia real la presencia, en nuestra Navarra, de tan
pintoresca como vetusta sociedad en la que caballeros, muy serios y
trajeados, se visten con mandiles y ostentosos collares, portando espadas
de las que puedes encontrar en la calle Estafeta en tiendas para
turistas, entrelazándose en cadenas de unión en iniciáticas tenidas,
rodeados de símbolos esotéricos de todas las tradiciones primordiales, y
departiendo discretamente sobre todo lo divino y lo humano, sobre todo
esto último?
El escritor navarro Víctor Manuel Arbeloa, un
pionero en el posteriormente muy abundante género de la recuperación
documental de la memoria histórica masónica española, aseguraba en su
libro La masonería en Navarra, 1870-1945
(Aranzadi, Pamplona, 1976) que tan insigne institución -de escasísima
implantación en Navarra antes de la guerra civil- sería «una asociación
ritualista y benéfica, que respetaba y armonizaba todas las religiones
monoteístas, buscando un modelo de sociedad tolerante, pluralista y
filantrópica». También denominada francmasonería, para el igualmente
navarro José Antonio Ullate (El secreto masónico desvelado,
Libros Libres, Madrid, 2007)- se trata de «una organización cuyos
miembros, siguiendo un sistema propio de moralidad y mediante ritos
iniciáticos, logran un conocimiento y un perfeccionamiento moral, por
los que anticipan en sí mismos una futura hermandad universal de todos
los hombres basadas en ese progreso moral e intelectual».
Ambas definiciones no van más allá de las propias fuentes masónicas,
las cuales se alimentan -según el muy acreditado criterio de Ullate- de
«… los grandes temas del agnosticismo dogmático, del relativismo moral,
de la creencia en el progreso ilimitado, del laicismo… [que] se han
convertido en el telón de fondo de la vida de nuestros contemporáneos».
De este modo, bien puede afirmarse, siempre con las palabras de Ullate,
que «… puede que la masonería organización haya perdido gran parte de su
vitalidad y que incluso languidezca en casi todos los países, pero
indiscutiblemente los principios de la masonería se han impuesto
integrándose en la vida cotidiana de la gran mayoría de los habitantes
del mundo occidental». En su formidable determinación de la naturaleza
de tan discreta institución, Ullate la encaja perfectamente en nuestro
mundo actual, atribuyéndole un protagonismo determinante;
no en vano «La masonería es un vehículo para transmitir un sistema
ético y doctrinal. Es innegable que ha cumplido su misión, una tarea en
la que no ha estado sola, pues esos principios, que se originaron fuera
de la masonería, han sido defendidos por muchos otros. Una vez más, nos
damos cuenta que de cómo una excesiva obsesión con la organización
masónica, un exagerado interés por la hipotética condición masónica de
algunos personajes claves de la historia, han traído como consecuencia
una inflación de la importancia de la institución en sí misma».
Resumiendo: los masones son muy pocos, también en la Comunidad Foral,
pero su influencia, por el contrario, enorme; habiendo determinado en
gran medida los contenidos políticamente correctos del pensamiento y los comportamientos dominantes
en Occidente. Otra cuestión que está fuera de discusión es el gusto de
masones y masonería por el poder: mediático, académico, político,
judicial, financiero… Los propios masones alardean de ello y sus
rabiosos oponentes lo acreditan… hasta el paroxismo.
La masonería no es una sociedad secreta –sus fines y rituales son conocidos-, pero sí discreta,
de modo que es muy difícil saber de la condición masónica de la mayoría
de sus integrantes; salvo excepciones, como esos escasos portavoces
autorizados. Discreción, secretismo: un terreno tan difuso como
atractivo y evocador.
En las antípodas ideológicas, muy indirectamente, Navarra se ha visto
salpicada por las andanzas de otra entidad más o menos secreta: la «Organización Nacional del Yunque».
Según el periodista Santiago Mata, experto español en el tema, se
trataría de una «sociedad secreta fundada en México por Ramón Plata e
importada a España desde allí por Miguel Ángel López Zavaleta». Y
añadimos nosotros que, conforme otras fuentes, sería una entidad
empeñada en la conquista de parcelas de poder real desde una perspectiva
estratégica “neocon”, imbuida del espíritu de resistencia de los
mártires cristeros e infiltrados, en su día, en la alta dirección del
derechista Partido de Acción Nacional mejicano.
Tan peculiar como oscura historia –lindante con conspiranoias y conspiracionitis tan múltiples como divertidas- ha devenido noticia al ser dos, lo que no es poco dadas las características del medio, los obispos católicos españoles que han desautorizado al Yunque y sus iniciativas.
Así, el arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez Plaza, suscribía el
pasado 25 de marzo unas declaraciones precedentes del obispo de Getafe,
Joaquín María López de Andújar y Cánovas del Castillo, por las que
rechazaba las iniciativas de la plataforma HazteOir.org, al valorar que
miembros activos de la misma estarían relacionados con El Yunque. En
consecuencia, el arzobispo de Toledo prohibía a Hazte Oír y a Derecho a
Vivir el desarrollo de sus actividades en parroquias o instituciones de
su diócesis. Una decisión sorprendente en tan tolerante institución
caracterizada por acoger santos y pecadores, abortistas y meapilas, curas casados y monjas disfrazadas,
corderos y lobos. La Iglesia, experta en humanidad y extraordinaria
conocedora de su naturaleza, huye de “votos secretos” y similares. De
este modo, ambos obispos decidieron que ese secretismo del Yunque era la
línea roja que no podían permitir en sus jurisdicciones. Por algo será.
En los últimos meses, especialmente en medio digitales católicos de información religiosa (destacando Forum Libertas e InfoVaticana), se venían sucediendo diversas aportaciones documentales, muchas de ellas impulsadas por el mencionado Santiago Mata,
en las que se denunciaba el carácter secreto y las pretensiones
políticas de esa entidad genéricamente definida como integrista. Todo
ello se remitía a Navarra de una manera indirecta, pues, por una parte,
el mencionado Santiago Mata es licenciado en periodismo por la
Universidad de Navarra. Y, conforme las informaciones difundidas, por
ejemplo en Wiki Yunque (del propio Mata), una cierta estructura
de esa supuesta organización –que no existe, faltaría más- mantendría
actuaciones proselitistas en ambientes ligados a tan potente realidad
religioso-cultural navarra.
No nos consta que tal estructura pudiera ser relevante numéricamente
hablando; pero si está acreditada la presencia ocasional en Navarra de
algunos licenciados, en estudios de doctorado y similares, supuestamente vinculados a El Yunque; concretamente de nacionalidad mexicana.
En cualquier caso, ¿tienen algo que ver la masonería y esa supuesta
organización de El Yunque? Su existencia, ¿es relevante? ¿Tiene algún
interés para la gente “normal”?
En unos tiempos, los nuestros, en que es una exigencia generalizada
la transparencia en las relaciones personales y sociales y el ejercicio
responsable de la libertad individual y colectiva, no parece de recibo
que algunas instituciones actúen desde el secretismo,
con un ánimo más o menos explícito de acceder a determinados resortes de
poder manipulando a terceros ignorantes y bienintencionados.
El elitismo y el despotismo (todo para el pueblo pero sin el pueblo)
caracterizan tales búsquedas a cualquier precio de parcelas de poder. La
manipulación de útiles “buenos chicos”, prescindiendo de su voluntad o
privándoles del conocimiento necesario, al servicio de magníficos
ideales –sean éstos una vía iniciática de la gnosis o la instauración
del reinado social de Cristo- repugnan a nuestra mentalidad. Y es que
esta exigencia de transparencia, que en definitiva es tratar a la gente
con respeto y dignidad, alcanza a todo. Por ejemplo, uno de los motores del terremoto
que afecta al bipartidismo en la crisis política actual es la expresión
política de esa exigencia tan sentida: que no nos traten como súbditos,
o como menores de edad, o como tontos útiles, o como buenos chicos que
no necesitan saber más.
Por otra parte, el secretismo no es bueno para nadie. Un caso muy
reciente. Se ha difundido que Iván Espinosa de los Monteros, secretario
general del incómodo partido liberal-conservador VOX, sería miembro del
Yunque; entre otros muchos de una lista de Wiki Yunque a la que
habría que aplicar el enunciado de «ni están todos son lo que son, ni
son todos los que están». Interpelado al respecto, el propio afectado lo ha negado
con una contundencia y una convicción tales que difícilmente pueden
cuestionar la sinceridad de su desmentido, pero… el mal ya está hecho.
Una vez se difunde que menganito o fulanito es esto o lo otro, masón o
yunque, amigo de Barcina o asesor del presidente de Osasuna, los males
derivados son seguros. Y los efectos colaterales, imprevisibles. No en
vano, el secretismo pudre las relaciones personales, pues facilita la
extensión de la siempre lacerante sospecha: ¿es sincero en su amistad?,
¿lleva un doble juego?, ¿a quién sirve realmente?... ¿es no es?
Naturalmente que los masones tienen derecho a buscar su vía de
perfeccionamiento individual, incluso el ejercer una acción filantrópica
en la sociedad en la que viven. Pero también lo tienen los católicos,
incluso los denominados despectivamente como integristas; y no
únicamente los progresistas, liberacionistas y similares. Las diversas
creencias religiosas y humanísticas tienen el derecho a vivir conforme
sus creencias, en público y en privado, a formarse y a trabajar al
servicio del bien común. Negarlo, o considerarlos como una patología
social, no es laicidad: es laicismo; y como todo “ismo”, se trata ya de
una ideología, con los peligros y derivas que ello conlleva. Pero, tales
y cualesquiera otros, deberán actuar respetando la libertad de las personas,
sin violentar sus conciencias, sin manipularles o instrumentalizarlos,
sin perseguir fines secretos con tácticas maquiavélicas.
Es el riesgo subyacente e inevitable de todo despotismo,
sea ilustrado, masónico, feminista, ultracatólico, islamista o budista:
dividir a la humanidad en dos categorías, la de los elegidos y el
rebaño al que dirigir… y manipular.
Vivimos en unos tiempos inquietantes. Osasuna a punto de descender a
Segunda B o, incluso, de esfumarse por completo. La Caja de Ahorros de
Navarra, expoliada irresponsablemente y liquidada a precio de saldo. Los
animalistas amenazando con acabar con las esencias toreras de los
sanfermines. UPN, al borde de pasar a la oposición… con todos los
escenarios abiertos y todas las combinaciones de gobierno posibles. ¿Qué
pasara? Navarra, ¿sola o con leche? Y ya se sabe: en río revuelto, ganancia de masones y yunques, perdón, de pescadores de todos los pelajes.
Fuente: http://latribunadelpaisvasco.com/not/2751/masones-y-yunques-sociedades-secretas-en-navarra
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