Juárez fue un francmasón que
perteneció al Rito Nacional Mexicano, y en el que llegó a obtener el
grado Noveno, equivalente al grado 33° del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado, que fue tan ferviente en la práctica masónica que su nombre se
conserva con veneración en todos los ritos, y muchas logias y cuerpos
filosóficos lo han adoptado como un símbolo sagrado.
Los masones mexicanos celebramos este año
2006 el Bicentenario del Natalicio de uno de los hombres clave en la
historia de México y seguramente un elemento central del pensamiento
humanista y político latinoamericano. Juárez es el adalid de la
República y el emancipador de las conciencias de un pueblo que vivió
siglos de mansedumbre espiritual y religiosa y que derivó en franco
fanatismo, alimentado por la ignorancia y la superstición promovidas por
una clase sacerdotal ambiciosa de riquezas y poder.
La
masonería —en México y en el mundo— reconoce la importancia de la
formación espiritual del hombre, y ella misma se proclama animada por el
deseo del más profundo religamiento; sus grados y diversos ritos y
sistemas reconocen la existencia de Dios, y solicita que sus aspirantes
se pronuncien creyentes y, posteriormente a sus miembros les solicita
que jamás sean “estúpidos ateos ni libertinos irreligiosos”. Tanto el
Rito Escocés como el de York se encuentran animados de la más pura
aspiración de vincular al masón con lo divino, y jamás los masones
mexicanos nos hemos pronunciado en contra de ninguna religión ni iglesia
alguna. Tampoco jamás los masones mexicanos hemos renunciado al hálito
universal de la masonería regular, pero ante los embates de un clero
sedicente —como el que en México existió durante La Colonia y durante el
siglo XIX— los hombres de pensamiento progresista tuvieron que salir a
la palestra en defensa de los ideales de evolución y transformación que
la masonería proclama en su fuero más interno y que constituye el leit
motiv implícito en sus enseñanzas y rituales.
Juárez fue uno de esos hombres, y la
pléyade que le acompañó en su lucha —los Hombres de la Reforma Liberal—
son el mejor ejemplo de cómo los principios, los postulados y las
enseñanzas de la masonería deben sembrar la inquietud y los ánimos de
las instituciones sociales y políticas de los pueblos evolucionados. Los
Estados Unidos fueron fundados por masones y la Reforma Liberal
Mexicana es, sin duda alguna, la segunda fundación de nuestra República y
al mismo tiempo la inauguración definitiva que colocó a México entre
las naciones civilizadas del mundo. Así lo reconocieron en Europa,
particularmente Víctor Hugo, y así lo ha registrado también el mundo
americano y de todo el orbe.
A Juárez se le celebra por su condición
humana, llena de virtudes y defectos; a Juárez se le reconoce por sus
méritos enormes al ser el ejemplo más vivo de la perseverancia en la
lucha contra todas las adversidades juntas, ya en su vida personal, ya
en su caminar político. En su vida personal, Juárez emana de la clase
social e históricamente más marginada de México, la indígena. Benito
logra emanciparse, estudia, se hace abogado en medio de todos los
reveses e infortunios, consigue ser alto magistrado de justicia,
diputado, gobernador de su Estado natal —Oaxaca— y finalmente Presidente
de la República. Enfrenta a las potencias del mundo, combate la
intervención francesa de Napoleón III y a un efímero y oropelesco
emperador austriaco —Maximiliano de Habsburgo—, se enfrenta a uno de los
cleros católico romanos más avariciosos e intolerantes del mundo de su
tiempo, enriquecido hasta la saciedad con más de las dos terceras partes
de las tierras de México en su poder —los llamados “bienes de manos
muertas”— y deseoso de ejercer preeminencia sobre el poder terrenal del
Estado, no obstante el célebre mandato cristiano que dispone poner a
Dios y al César, cada uno en su lugar y ámbito. Juárez se hace grande
por la adversidad, por sus ideales y por su triunfo moral sobre los
enemigos de la libertad y del progreso.
La presencia de Juárez en la Masonería
es indiscutible, aunque ciertamente los datos históricos son variados. A
México, la masonería le llega durante la primera década del XIX y ya en
1824, Guadalupe Victoria, primer presidente del México independiente,
actúa como Gran Maestro de la Gran Logia Nacional Mexicana, traída a
nuestras tierras por Mr. Joel R. Poinsett, Ministro Plenipotenciario del
Gobierno norteamericano en México. Sin embargo, ya en 1806 se dice que
Miguel Hidalgo, el iniciador de la gesta independentista de la Nueva
España, habría sido iniciado masón en una Logia sin nombre ni exacta
ubicación de la ciudad de México, pero no hay datos seguros al respecto.
Esta Logia probablemente haya sido de inspiración caditana, es decir,
de las que fundó en Cádiz don Francisco de Miranda para promover la
Independencia de las Colonias americanas: las Logias de los Caballeros
Racionales y de Lautaro.
Recién consumada la Independencia de
México, en 1821, la sociedad mexicana enfrenta el debate político
fundamental de su historia: decidir si el nuevo país se constituye en
una república centralista o en una federalista. La masonería desempeña,
desde entonces, un papel crucial en la historia mexicana; el llamado
“rito escocés”, integrado por españoles peninsulares y algunos criollos
deseosos de mantener los privilegios virreinales, se pronuncia por un
esquema de organización política centralista. Los mestizos —la clase
social emergente— deciden luchar por un modelo de república federal y se
agrupan en el Rito York. Ambos sistemas de masonería se convierten en
auténticos partidos políticos y según cuenta don José María Mateos en su
Historia de la Masonería en México: 1806-1884, pronto las Logias
dejaron de ser tales y se convirtieron en camarillas de poder y de
influencia. Los rituales y el simbolismo masónico desaparecieron para
constituirse en auténticos partidos políticos en los que ser escocés
significaba ser centralista, y ser yorkino, federalista. Había masones
escoceses y yorkinos en calidad de diputados al Congreso y el debate era
tan fuerte que la fraternidad dejó de ser tal ante la lucha por el
poder y el triunfo de uno de los dos proyectos. Ganó, finalmente, el
proyecto de nación federal, es decir, el partido yorkino.
Nueve masones de ritual —cinco de York y
cuatro del Escocés—, masones de Logia, de ceremonia y de simbolismo,
hastiados de ver a las Logias convertidas en partidos políticos, deciden
separarse de sus talleres y fundan un sistema masónico que prevaleció
durante todo el siglo XIX y al que dieron por nombre el de «Rito
Nacional Mexicano». La fundación de este sistema masónico ocurrió en
1825. Esta masonería —irregular a los ojos de las Grandes Logias
americanas y europeas, de adhesión británica— tuvo entre sus miembros a
los más preclaros varones mexicanos del siglo XIX, y fue una masonería
que nació para trabajar el ritual y el simbolismo iniciático ancestral.
Pero el estado de las cosas en la política mexicana, la sediciosa
postura del clero católico mexicano en sus afanes de controlar la
educación y de mantener el control de la política del país, así como sus
enormes riquezas inmobiliarias y agrarias, hizo que la bancada liberal
se agrupara de nueva cuenta, pero ya no en las facciones “yorkinas” y
“escocesas”, sino ahora bajo las banderas de dos fuerzas oponentes:
liberales contra conservadores o dicho de otro modo: masones contra
clericales. La lucha fue enconada y derivó en una guerra civil, la
Guerra de Reforma, con caros desgastes sociales, económicos y políticos;
enconos que hoy en día florecen en la realidad mexicana, no obstante el
triunfo moral de la verdad contra el oscurantismo.
Para muchos historiadores —sin datos
fidedignos— Benito Pablo Juárez García se habría iniciado en una de
estas Logias del Rito Nacional Mexicano; no se sabe si en la ciudad de
México o en la de Oaxaca. Se propone acuciosamente la ciudad de México y
en la fecha del 15 de enero de 1847, precisamente en una Logia
presuntamente llamada “Independencia” No. 2. Los que opinan que la
iniciación ocurrió en Oaxaca, por 1833 o 1834, postulan que fue en una
Logia del Rito York denominada “Espejo de las Virtudes”, de las que
fundó la Gran Logia Nacional Mexicana de 1824. Pero don Rafael Zayas
Enríquez, sostiene que el evento ocurrió en la ciudad de México, y al
efecto afirma:
Juárez fue un francmasón que perteneció
al Rito Nacional Mexicano, y en el que llegó a obtener el grado Noveno,
equivalente al grado 33° del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que fue
tan ferviente en la práctica masónica que su nombre se conserva con
veneración en todos los ritos, y muchas logias y cuerpos filosóficos lo
han adoptado como un símbolo sagrado.
Algunos de los personajes que asistieron
a la tenida de iniciación de dicha Logia del Rito Nacional fueron los
hermanos Manuel Crescencio Rejón, “el Pericles de nuestros oradores”,
don Valentín Gómez Farías, patriarca de la democracia y entonces
Presidente de la República, don Pedro Zubieta, Ministro de Hacienda,
Pedro Lemus, Comandante General del Distrito Federal y del Estado de
México; los hermanos Diputados federales José María del Río, Fernando
Ortega, Tiburcio Cañas y Francisco Banuet. También presenciaron el acto
iniciático —según se afirma— don Agustín Buenrostro, Joaquín Navarro,
don Ambrosio Moreno, Ministro del Tribunal Superior de Justicia, Miguel
Lerdo de Tejada y otras muchas personas distinguidísimas en las armas y
en las letras. Dicen los narradores que Benito Juárez, desde aquella
noche de su iniciación, adoptó el nombre simbólico de «Guillermo Tell»,
queriendo significar que habría de ser enérgico y constante, tal como lo
fue el héroe suizo en defensa de las libertades patrias de su terruño.
Hay que asentar que las fuentes aseguran
que, para celebrar la iniciación masónica de Juárez, fue habilitado
como Templo masónico el salón de sesiones del H. Senado de la República,
y que la ceremonia de iniciación estuvo presidida por el ilustre
hermano don José María del Río, entonces Gran Maestro del Rito Nacional
Mexicano. Se dice que Juárez, además de haber elegido el nombre
simbólico del personaje suizo, quiso siempre, en todo momento y lugar,
desempeñar el puesto de Guarda Templo y ningún otro. Hay quienes
sostienen que fue Venerable Maestro en dos ocasiones de su Logia
“Independencia” No. 2
El natalicio de Benito Juárez, ocurrido
en Guelatao, Oaxaca, México, un 21 de marzo de 1806, coincide con una
época de grandes agitaciones, en las que el eje es la lucha por la
libertad y el progreso. El siglo XVIII había legado a la humanidad
testimonios de grandeza intelectual en las obras de los enciclopedistas
franceses, inspiradores del liberalismo que habría de pugnar en México
el Dr. José María Luís Mora. Hijos de esta tradición libertaria son
Washington, Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón, Sucre, San
Martín, Manzini, en Italia, Simón Bolívar, Bernardo O’Higgins, Juárez y
por supuesto Lincoln.
¿Por qué Juárez se hizo masón?
Seguramente porque percibió en la vieja Orden Fraternal las simientes
más puras de la fraternidad, de la caridad evangélica y el mutuo
socorro. Juárez se hizo masón, seguramente porque encontró que ella no
atacaba a ninguna religión —siendo él, y más tarde su esposa Margarita,
profundamente católicos—, porque observó en los masones el respeto más
arraigado a la libertad de cultos y porque comprendió que ser masón era
equivalente a ser librepensador y a la vez profundamente espiritual.
Juárez debió comprender en su fuero interno que si la masonería
conservaba ciertas ritualidades era porque quería perpetuar así la
sabiduría del pasado remoto de la humanidad y para garantizar en el
mundo la permanencia de leyes, principios y enseñanzas que conservan el
carácter libérrimo de la condición humana.
El desempeño público de Juárez esta
plagado de principios masónicos y evidencia, a todas luces, su más
calada vocación religiosa y espiritual. En efecto, Juárez nunca fue
enemigo de la Iglesia Católica, pues él mismo fue un profundo católico;
ni él, ni la masonería, ni los masones mexicanos han expresado jamás
oposición ni al cristianismo ni a la catolicidad del pueblo de México.
Lo único que Juárez —y los masones de hoy— pensamos y oponemos es el
carácter retrógrado del clero mexicano, el sistemático y ancestral odio
que los curas expresan hacia la masonería y los masones de México. ¿La
razón? Haberle dado a México las Leyes de Reforma, y con ellas el pase a
la modernidad jurídica y política expresadas en la separación del
Estado y de la Iglesia, la educación laica y respetuosa, la amortización
de los bienes del clero, el matrimonio civil —conservando el religioso—
y otras bondades que solo los espíritus timoratos y oscurantistas
pueden llegar a temer y odiar con tanta pasión como los curas mexicanos y
sus seguidores de hoy y siempre.
El elevado espíritu masónico de Benito
Juárez tuvo su más fervorosa expresión en el patriotismo y tolerancia
con que condujo su vida personal, familiar y política. El cumplimiento
exacto de sus deberes masónicos y fraternales creando escuelas,
protegiendo la libertad de palabra y escrita y velando por el
cumplimiento preciso de las leyes constitucionales. ¿Por qué tanto odio
de la iglesia mexicana hacia Juárez y los masones?
Unos datos masónicos finales:
En febrero de 1847, Juárez fue electo
vicepresidente de la Gran Logia La Luz; en 1854, luego de ser proclamado
el Plan de Ayutla, recibió el Grado 7° del Rito Nacional Mexicano, y en
1871 recibía el Diploma de Gran Inspector General del Rito Escocés
Antiguo y Aceptado del Supremo Consejo de España. Fue también declarado
miembro de honor de la masonería francesa.
En los festejos del Bicentenario de su
Natalicio, cuando el gobierno conservador que hoy preside México le mira
de soslayo y se ausenta de los actos conmemorativos de una figura de
talla internacional como la del Benemérito de las Américas, muchos
gobiernos, organizaciones e instituciones de América Latina contribuyen
con diversas acciones a recordar la obra de este hombre inmortal.
Sea pues, el ejemplo de Juárez, con sus
vicios y virtudes, el referente de conducta masónica y política para los
masones de hoy y siempre, y valga, para los imperios de hoy, su
apotegma sublime: “Entre los individuos como entre las naciones, el
respeto al derecho ajeno es la paz”.
Logia CONCORDIA No. 1. Xalapa, Veracruz, México.
Gran Logia “Unida Mexicana” AA. LL. y AA
-http://www.freemasons-freemasonry.com/benito_juarez_masoneria.html
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