Proverbio egipcio

“El reino de los cielos está dentro de ti; aquel que logre conocerse a sí mismo, lo encontrará” Proverbio egipcio

sábado, 23 de enero de 2016

Maite Larrauri: Mejor una opinión que la verdad

Hannah Arendt considera que hay dos formas de establecer un juicio. La primera coincidiría con lo que  todos admitimos que es un juicio frente a un prejuicio. Así decimos que cuando adjuntamos un predicado de valor a un sujeto universal estamos ante un prejuicio: “las mujeres son más sentimentales”; “los árabes son mentirosos” etc…; y, por lo tanto, consideramos que estamos ante un juicio cuando el sujeto que juzgamos es particular: “María es una buena madre”; “Pepe es un buen profesor”. Este modo de juzgar es el más extendido y perfectamente válido para períodos normales de la Historia o, como no suele haberlos, para asuntos poco problemáticos de cualquier momento histórico.

Ahora bien, cuando estamos ante un problema de carácter social o político, según Arendt, estos juicios que emitimos normalmente se convierten en realidad en prejuicios ya que si bien juzgamos un particular admitimos sin más el criterio por el cual juzgamos. Damos por descontado que el significado de “ser una buena madre” o “ser un buen profesor” es compartido por quien nos escucha. Y así es, por supuesto, ya que los hablantes de una lengua se entienden gracias a esos significados compartidos. Ahora bien, esos predicados son en ciertos momentos de esa clase de evidencias, de sentido común, que marcan los prejuicios de toda una sociedad. Una sociedad puede considerar que ser una buena madre consiste en hacer esto y aquello y que quien no lo hace no es una buena madre. Pueden pasar años y siglos sin que nadie toque ese predicado, ese prejuicio, hasta el día en que alguien empieza a discutirlo.
Es esto precisamente lo que hacía Sócrates, ahora puedo decir que lo he entendido. Sus preguntas apuntaban a un inconformismo con ciertos significados a partir de los cuales la sociedad ateniense juzgaba. Cuando alguien decía “X es valiente”, Sócrates pensaba que se juzgaba algo importante con esa afirmación y por lo tanto le preguntaba a su interlocutor qué era para él la valentía. Y lo perseguía hasta que el otro se paraba a pensar en que quizá no estaba tan claro lo que era la valentía y en que quizá valía la pena establecer su significado de otra manera. Cuando se llegaba a esto, se producía lo que Arendt considera de verdad un juicio: juzgar lo particular en sí mismo, es decir poder llegar a lo que ella llamaba “validez ejemplar” de algún particular. Yo puedo revolverme contra el lugar común de lo que es una buena madre y llegar al juicio “María no es una buena madre como todos dicen. Ser una buena madre es hacer como Amparo”, poniendo en este caso como sujeto el predicado al que quiero cambiar de significado.
Formular un juicio particular a través de un particular ejemplar es tener una opinión. No todos tenemos por qué compartir las mismas opiniones, el mundo es plural y las opiniones se intercambian a través de la palabra libre. Sócrates ayudaba a formarse opiniones, esa era su respuesta a las situaciones problemáticas de Atenas. Y su respuesta está muy lejos de buscar una verdad única para todos. Sócrates nos desea que cada uno de nosotros sepa muy bien qué es ser justo y honrado y buen ciudadano, pero no repitiendo lugares comunes, sino formándose una opinión particular que nos tenga siempre despiertos y preparados ante cualquier verdad autoritaria a la que se nos quiera doblegar.
Cuando las mujeres quisieron adquirir protagonismo histórico y ciudadano se pusieron a hacer cómo Sócrates. ¿Por qué “ser una mujer” tiene que ser eso que todos dicen? ¿Por qué tienen que hacer esto y no hacer aquello? Todavía hoy estamos en el espacio que han abierto estas preguntas. Y hemos demostrado que más vale formarse una opinión que aferrarse a una verdad. Platón no es nuestro amigo.

Fuente: http://filosofiaparaprofanos.com/2013/01/26/mejor-una-opinion-que-la-verdad/

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