
Arribamos al ducentésimo aniversario del tránsito hacia la eternidad
del “primer criollo universal”, Generalísimo Francisco de Miranda,
combatiente efectivo en tres continentes: África, Europa y América.
Participa, además, en los tres acontecimientos magnos de su momento: la
Independencia de EEUU, adonde llega por Newbern, Carolina del Norte,
procedente de La Habana, a bordo de la balandra “Prudent”, el 10/6/1783
por la noche, lo cual hace con astucia y buena suerte, pues sobre él
pesa una orden de detención por las autoridades militares españolas, a
causa de infundios nacidos de intrigas y rivalidades.
Sale con ayuda del
general Juan Manuel Cajigal. Capitán, de apenas 33 años, pasa una
temporada larga y provechosa en EEUU, hasta el 15/12/1784, donde
propicia el diálogo. Pero, sobre todo, su inquietud por contactar con
los personajes más relevantes, como el general George Washington,
Alexander Hamilton, el general Knox y Thomas Paine, autor de “Common Sense”,
marqués de Lafayette. El tiempo de Miranda en EEUU pauta lo que serían
sus viajes; sus dotes de poliglota, de escritor pertinaz y acucioso,
quien desea saber y aprender todo a cada paso. Transmite al ejército
estadounidense sus conocimientos y experiencias marciales.
Se aboca, además, en la Revolución Francesa y en la lucha
por la libertad de Hispanoamérica. No obstante la ojeriza que los
mantuanos tenían en contra de su padre por ser este comerciante
-panadero-, inicia, en 1762, estudios de latinidad de menores y, luego,
Artes (bachillerato) en la Universidad de Caracas. Pero, poco antes de
cumplir los 21 años. Y, deseoso de servir en el ejército real, viaja a
España, el 25/1/1771, donde cursa Matemáticas, así como idiomas:
francés, alemán, inglés y geografía; luego, constituye su biblioteca
con obras de filósofos y enciclopedistas. Algunas de ellas, objetadas
por la Inquisición española. Quizá se inicia como masón en 1783, en la
logia de Filadelfia. Su padrino iniciático es el general francés Mario
José Lafayette. Asimismo asiste a las logias de New York y se reúne con
George Washington en dichos predios. Recibe el grado de compañero en
Londres en 1785 y de maestro, en París, 1797. Y, hacia fines de 1798
funda en Londres la logia “Gran Reunión Americana”, cuestionada por
algunos historiadores masones, ya que obvia los rituales, por priorizar
ideales republicanos. De ahí, dudas sobre su “identidad masónica”. Pero,
se le estima padre de la masonería latinoamericana.
Desde 1972 la devolución de sus restos, unas 14 piezas
óseas, yacen en un arcón de madera guardado en su celda de La Carraca, a
la espera del protocolo que lo certifique. Y, traerlos a su tumba en
el Panteón Nacional ¡Bochinche! ¡Bochinche! -traba burocrática-,
exclamaría.
isaimar@gmail.com
Fuente: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/dos-siglos-sin-sus-restos_346538
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