En Europa, los franceses, sin hablar de
los otros países europeos, contemplan la laicidad a través de su
historia. Hoy en día, todas las orientaciones políticas – incluso las
más alejadas de dicho principio – admiten que la laicidad está
establecida en Francia y que, en cierto modo, forma parte de su
historia, obviamente, cada quien la interpreta a su manera. No hay que
olvidar que fueron necesarios tres intentos para que dicho concepto
cobrara fuerza de creencia o de no creencia, y más aún, algunos se
empeñan en sacarlo de su substancia, dado que, más allá de la libertad
de creencia o de no creencia, muchas veces se olvida el artículo segundo
de la ley de 1905: “La República no reconoce, no otorga salarios, no
subvenciona culto alguno”.
La historia de América latina – enfocada a
escala continental – es muy diferente a la de Europa. Esto explica que
la marcha hacia la laicidad resulta contrastada en comparación con la
historia de nuestro país.
En efecto, el encuentro entre Europa y América ha sido brutal.
El hecho es que los españoles y
portugueses que desembarcaron en sus costas no tenían otra preocupación
más que la de enriquecerse en poco tiempo. En su época, Bartolomé de las
Casas había denunciado la brutalidad de los conquistadores, quienes
diezmaron las poblaciones indígenas, en proporciones aterradoras.
Simultáneamente llegaron muchos europeos de diversas creencias.
No obstante, los antiguos cultos
autóctonos no desaparecieron; permanecieron mezclados con creencias
africanas, dado que después de la masacre de los indígenas americanos,
se recurrió a la esclavitud de los africanos. Desde entonces, se produjo
un doble mestizaje: étnico por una parte y cultural por otra.
Por diversas razones se contempla en
América un nuevo mundo, una tierra prometida y hasta se creyó vislumbrar
los contornos del paraíso. ¿Se crearía un mundo nuevo, un mundo exento
del mal? Especialmente los franciscanos, quisieron ver allí la
realización de su milenarismo. Ese sueño fue también el del fraile
dominico De las Casas, y luego el de las misiones jesuitas y más tarde
el de los teólogos de la liberación a quienes se sumaron los mesiánicos
evangélicos. Todo ello con la esperanza de crear una cristiandad ideal.
En la época de la conquista, el hisopo se
alió con el sable con eficacia y ferocidad. Este hecho sigue siendo
válido hoy en día, puesto que – casi siempre – el clero ha acompañado a
los dictadores.
En sus albores, la civilización
sudamericana fue edificada en conformidad con el modelo del pensamiento
único impuesto por la Iglesia católica española, la cual prometía el
orden social y la vida eterna. Ello generó, durante más de tres siglos
una lucha enconada por parte de los poderes coloniales hacia cualquier
influencia exterior, considerada como funesta.
Cuando en el siglo XIX Colombia debatía
sobre la separación de la Iglesia y del Estado, el clero calificaba como
“pecado mortal” el hecho de pertenecer al partido liberal, partidario
de la libertad de cultos. En el siglo XX un presidente colombiano
tachaba al protestantismo de “enemigo de la nación”.
Así es que América del sur vio
desarrollarse un cristianismo específico, el cual, mediante la
imposición de un sistema de valores se convirtió en un componente
esencial de la sociedad. Cuando las “teocracias coloniales” – según dice
Guillermo Uribe – se convirtieron en Repúblicas independientes, ipso
facto, el catolicismo se volvió religión de Estado.
Así es que Europa y Francia creyeron ver
en América del sur un continente culturalmente próximo debido al idioma y
a los sistemas sociales y religiosos creados a sus modelos. No es
seguro, las sociedades sudamericanas tienen construcciones políticas
sumamente genuinas. El papel desempeñado por los ejércitos no deja de
extrañarnos. Al igual que la actuación del clero de todas obediencias,
haciendo hincapié en la reciente irrupción de varias formas de
protestantismo en la vida política.
El catolicismo se implantó paulatinamente
en Europa y hubo que esperar siglos para que desaparecieran los
“últimos reductos” de paganismo.
Los conquistadores europeos llegaron
acompañados de sacerdotes, venidos a “e tirpar” la idolatría, valiéndose
de cualquier medio para ese fin, incluso la incitación a la denuncia de
los padres, por sus propios hijos.
La Inquisición o Santo Oficio, pronto se
instaló en México, Lima y Cartagena de Indias. A pesar de limitar su
competencia a casos de herejía, no tardó en interesarse en quienes
seguían adorando secretamente a sus antiguos dioses, y luego a los
judíos, protestantes y extranjeros, y especialmente a los marineros,
sospechosos de ser protestantes, o de introducir libros prohibidos,
sobre todo los libros de las Luces.
Al correr tantos riesgos, la Laicidad tuvo dificultad en manifestarse.
En cuanto a la separación de la Iglesia y
el Estado, Guillermo Uribe afirma que Colombia se convirtió en un
estado laico en 1863. No obstante, en los primeros años de vida
republicana, tuvo 7 constituciones y 5 guerras civiles. La Constitución
de 1886 y el Concordato de 1887 devolvieron a la Iglesia católica su
supremacía religiosa y política. Este hecho es aún más sorprendente
porque fue allí en donde se tradujo al español por primera vez en
América, en 1794, la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Paradójicamente, los nuevos estados
creados a principios del siglo XIX no habían roto los lazos con el
cristianismo introducido por los conquistadores. Esto se explica por el
hecho de que la Iglesia administraba los servicios sociales, los
hospitales, la enseñanza, el registro civil, etc. y que en el momento de
la independencia, no existía una administración laica capaz de tomar el
relevo.
Por otra parte, astutamente, muchas veces la Iglesia sostuvo los movimientos de independencia.
Por ejemplo, los dominicos dieron dinero a
Simón Bolívar. Algunos sacerdotes fueron instigadores de las
insurgencias de Hidalgo, Morelos, Matamoros en México, Delgado y Arce,
en Salvador. En Uruguay algunos franciscanos se aliaron con la
francmasonería en contra de los conservadores.
Al paso del tiempo, apareció la necesidad
de estados laicos, en México con Benito Juárez, también en Guatemala,
Colombia y Uruguay. Ello acarreó conflictos mortíferos entre – por una
parte los liberales, libre pensadores, racionalistas, anticlericales,
partidarios de la libertad religiosa y de la separación de la Iglesia y
el Estado – y por la otra parte, los conservadores defensores de las
tradiciones y de los privilegios, partidarios del autoritarismo, quienes
invocan el orden moral católico.
Sea lo que fuese, el estado constitucionalmente más laico es México.
La Constitución de 1917 es claramente
anticlerical y separa la Iglesia del Estado. Además prohíbe a todas las
organizaciones políticas, valerse de cualquier referencia religiosa. Con
todo, la evolución reciente de la política de sus presidentes podría
inducir a pensar en un recalentamiento de las relaciones entre el Estado
y la Iglesia.
Resulta que actualmente más de la mitad
de los países del continente ostentan a través de su constitución, una
gran benevolencia hacia la Iglesia católica: Costa Rica, Paraguay, Perú,
Panamá, Argentina, Guatemala, Salvador, Uruguay. Ello no excluye que
los Estados de América central impidan el acceso a los cargos públicos a
los ministros de cultos.
Puede constatarse así, debido a las
diversas circunstancias históricas una profusión de situaciones
peculiares. Por ejemplo, en Uruguay, la ocupación británica en 1807
permitió a los masones, generalmente católicos y a los protestantes y
evangélicos, desarrollar rápidamente sus estructuras. De esta manera,
logias masónicas, junto a civiles, iniciaban sacerdotes católicos,
especialmente franciscanos. Ellas fueron las logias ‘Lautaro’.
En tiempos de la independencia de las
colonias españolas, no existía en América del Sur, ningún pluralismo
religioso y los nuevos estados se hallaban ante el siguiente dilema: ya
fuese que el Estado se subordinaba a la Iglesia, o que a ésta última se
le prohibiera toda clase de actividades políticas y temporales.
Hay que añadir que la iglesia se había
alejado progresivamente de la realidad cotidiana de las poblaciones
sometidas a la pobreza, a la exclusión y a una explotación cada vez más
feroz.
Eso explica en buena parte, el éxito de
las sectas protestantes y evangélicas que aportan nuevos ritos, algunos
de los cuales recuerdan cultos antiguos que se creían casi
desaparecidos. Por ciertos aspectos, podría considerarse que los cultos
pentecostales evocan prácticas chamanistas o elementos venidos de
África. El antiguo trasfondo indígena también se transluce en dichos
ritos.
Además, dentro de las poblaciones existe
una búsqueda de solidaridad laboral, en la vivienda, la salud, aspectos
desatendidos por los poderes públicos y la Iglesia, en países donde los
seguros sociales son casi inexistentes, y donde el desempleo casi no
está indemnizado.
La solución – como pude constatarlo en el
Ecuador – estriba entonces en la reciprocidad o la solidaridad de la
familia o del grupo social, en la medida en que el Estado conocido como
protector ha desaparecido, dejando lugar a una gran incertidumbre en
cuanto al porvenir. La política planetaria ultra liberal acarreó
simultáneamente enormes desnacionalizaciones y la manumisión del FMI y
del Banco Mundial sobre la política de los estados y conllevó a un
cuestionamiento de los derechos de los trabajadores y de sus
adquisiciones sociales.
A eso, los evangélicos responden con una
oferta de solidaridad y de paz interior, aunque aquello incluye un
aspecto irracional. En efecto, al negar los problemas económicos y
sociales, ellos sólo proponen soluciones individuales y espirituales: el
hombre y la mujer son consideradas como víctimas que es preciso ayudar.
Plenamente conscientes de que la
educación puede mejorar la suerte de las poblaciones, los gobiernos
recurrieron recientemente a diversas sectas protestantes: metodistas,
bautistas, presbiterianos, cuáqueros. Así fue como se crearon redes de
escuelas primarias, colegios, escuelas normales, técnicas, teológicas.
Sobra precisar que ésta es la mejor
manera de implantar el protestantismo en tierras donde el apostolado
católico se iba agotando. El colombiano Molina declaraba: “la
escolarización primaria es el segundo bautismo del hombre”, más valdría
que éste fuese de índole laica.
Así es que la promoción de una enseñanza no católica se ha convertido en un argumento de liberación.
Molina escribe: “el ser humano es libre
cuando tiene acceso a la controversia de ideas puesto, que puede
defenderse contra las que son regresivas o alienantes”. Sin embargo, hay
que combatir la ignorancia. Falta determinar si el protestantismo es
menos alienante que el catolicismo. Además, hay que anotar que va
creciendo constantemente el número de agnósticos, ateos y sin religión
inclusive aunque, en tiempos de dictadura, las distintas iglesias
pudieron servir de refugio, al menos espiritual. En realidad, la
colusión entre las Iglesias y el poder dictatorial queda aseverada.
De hecho, de una creencia única, se ha ido hacia una creencia plural en la cual el ateísmo no está ausente.
No debe omitirse otro hecho: la ubicación social y el papel de las mujeres.
Como pude constatarlo, la mayoría de las
veces, ellas tienen el papel de jefe de familia, puesto que muchos
hombres huyen del hogar por falta de interés, a causa del alcoholismo o
para escaparse hacia otras aventuras. Dentro de esas circunstancias, las
mujeres cuestionan el papel subalterno y pasivo que la Iglesia católica
les ha asignado. La brasilera vonne Guevara escribe: “ser mujer, en
sí, es un mal”.
Al contrario, el protestantismo tiene una
actitud muy distinta hacia las mujeres, reconociendo que ellas
desempeñan un papel importante en el seno de la comunidad y pueden
llegar a ser pastoras. Todo aquello va reforzado por la conducta de los
hombres hacia ellas.
Sea como fuese, al igual que en Europa,
debe señalarse una indiferencia cada vez más patente hacia la religión
católica, extendida a las demás. Los distintos gobiernos sudamericanos
han tenido que negociar con una Iglesia católica prepotente, establecida
desde los comienzos de la colonización y tener en cuenta las costumbres
religiosas de las poblaciones, incluso si la práctica religiosa
derivaba más de costumbres ancestrales que de una fe auténtica.
¿Entonces qué diríamos de la laicidad en América del sur actualmente? Dos tendencias parecen destacarse.
La primera atañe a los círculos
ilustrados de la población. Existen asociaciones tan activas como
multiformes que pregonan, ya sea la separación de las Iglesias y el
Estado, ya sea el ateísmo.
Cuando en el 2011, la Federación Francesa
de los Libres Pensadores organizó en Oslo el Congreso constitutivo de
la Asociación Internacional de Libres Pensadores, estuvieron presentes
algunos representantes de Chile y de Argentina. El año siguiente, en Mar
del Plata, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Ecuador, estuvieron
representados por varias asociaciones. Representantes de numerosas
naciones que no pudieron viajar por falta de recursos enviaron mensajes
de apoyo, entre los cuales el más emblemático fue el de la nieta del
gran revolucionario mejicano Emiliano Zapata.
La segunda tendencia, es más que todo, el propio hecho indígena.
Los indígenas se dieron cuenta de que los
misioneros, mediante sus sermones y conversiones se esforzaban por
aniquilar el antiguo fondo de creencias y costumbres locales. Varias
conferencias internacionales congregando a diversos pueblos o naciones
sudamericanas emitieron votos o reivindicaciones para que la
espiritualidad indígena fuese respetada y que se devolviesen los objetos
y el patrimonio religioso robado a sus dueños legítimos.
Se afirmó que las misiones religiosas
impusieron criterios y esquemas ajenos a las sociedades indígenas
dominadas, y que, bajo una apariencia religiosa, se escondía una
explotación económica y humana de las sociedades aborígenes. Por ello
solicitaron poner fin a toda actividad misionera. Dichas exigencias
fueron formuladas acto seguido.
Aquellos movimientos de fondo han
encontrado y encuentran aún su salida en la elaboración de
Constituciones de corte aparentemente laico. La última Constitución de
la República de Ecuador afirma la laicidad del Estado aunque se refiere a
Dios y a la Pachamama. Sobra precisar que las Iglesias combaten
semejantes redacciones constitucionales y solicitan su modificación. Al
igual en Europa, la instauración de la laicidad estatal tiene aún un
largo camino por recorrer.
En dichas condiciones, el Congreso de la
Asociación Internacional de Libres Pensadores que tendrá lugar en
Londres el 11 de agosto 2014, reviste gran importancia. Desde ahora se
puede contar con la presencia de delegados de países sudamericanos, los
cuales, a pesar de las dificultades económicas que les agobian, tanto
como en Europa, tuvieron a bien manifestar su presencia para testimoniar
de la vitalidad de un movimiento que se vuelve mundial. Por doquier,
los Libres Pensadores se levantan para testimoniar la vitalidad de la
acción emprendida.
¡Tendremos que estar presentes en Londres!
Saludos fraternales a todos los camaradas
de América del Sur y del mundo entero. Agradecimientos a Guillermo
Uribe cuyo pensamiento me confirmó e ilustró en muchos de mis enfoques
sobre un continente poco conocido por los Europeos.
Fuente: ILEC Instituto Laico de Estudios Contemporáneos.
Tomado de: https://lautaro.org.ve/biblioteca/laicismo/2010-2014/2014-2/laicidad-en-america-del-sur/
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