A la Resp.·. Log.·. General Santiago Mariño
Nº 208,
al Or.·. de Caracas
al Or.·. de Caracas
“Nadie entre aquí si
no conoce geometría”
Platón
Platón
“No me lea, quien no sea matemático, en mis
principios”
Leonardo da Vinci
Leonardo da Vinci
La filosofía naturalista del Renacimiento
desemboca en la ciencia, siendo las investigaciones naturalistas de los últimos
escolásticos como un manantial donde el aristotelismo renacentista, que
desarrolla el concepto de orden necesario de la naturaleza, más la doctrina de
Telesio, quien afirma la perfecta autonomía de la naturaleza; fluyen hacia un
inmenso mar que conforma la nueva ciencia. Nueva ciencia que parte de la idea
de la reducción de la naturaleza a la pura objetividad mensurable, en la cual
la complejidad de las cosas o formas constituidas esencialmente por
determinaciones cuantitativas, están sujetas a leyes matemáticas. Se libera de
la teología que no le dejaba progresar; se deslastra de los supuestos
metafísicos del aristotelismo y se independiza de las ataduras mágico animistas
en que se funda la filosofía natural de Telesio.
Desde los tiempos de Platón y
Aristóteles se viene abriendo paso la ciencia. Supera la concepción aristotélica,
que parte de la base platónica. Es conocimiento demostrativo que permite
conocer la causa de un objeto, o sea, conocer porque no puede ser diferente de
lo que es. Euclides (siglo III a.C.), se fija el propósito de realizar la
matemática como ciencia deductiva, sin contar con la experiencia y la
inducción. Duns Escoto (1266-1308) da un paso en el camino de liberar a la
ciencia del dominio de la fe, es decir, en la ciencia se admite lo que pueda
ser verdaderamente demostrado. Se incoaba el término de sistema: Leonardo da
Vinci, Galileo, Descarte, Spinoza entre otros, adelantaban sus deducciones sobre
la base de las matemáticas y la geometría como ciencias perfectas.
Ya a esta altura de la evolución de la
disciplina, Leonardo es un pionero que le da a la ciencia de la naturaleza, una
dirección de la que ya no volverá en los tiempos por venir.
Leonardo
da Vinci
Para Leonardo la ciencia como el arte
tienen un único fin: el conocimiento de la naturaleza. Son dos los pilares
sobre los cuales descansa todo conocimiento verdadero de la naturaleza: la
experiencia sensible y el cálculo matemático. El arte busca la proporción que
presupone el estudio de las cosas, mediante la experiencia sensible, para
encontrar la belleza de la armonía que la ciencia expresa en las leyes
matemáticas. En el entorno busca Leonardo el orden mensurable, que es
proporción evidente la cuale se resume en el número, que es al mismo tiempo
belleza.
“La
sabiduría es hija de la experiencia” nos dice Leonardo y con esta sentencia
desecha cualquier especulación que no sea sostenida por la experiencia y
advierte que quien pida a la experiencia lo que está más allá de sus límites,
es un ignorante. Para evitar el error, se debe reducir cualquier juicio al cálculo
matemático y sobre esta única base, comprender y demostrar las razones de las
cosas en la experiencia manifiesta. Leonardo considera a las “ciencia sofisticas” como fuente de
enseñanza para vociferar eternamente, mientras que las matemáticas son el
fundamento de toda certeza. Hace suyo el lema de Platón el cual estaba burilado
en el atrio de la Academia: “nadie entre
aquí si no conoce geometría”; Leonardo dice: “no me lea, quien no sea matemático, en mis principios”.
La naturaleza se identifica con la
necesidad de su ordenación matemática; una necesidad que determina el orden
mensurable de la misma y se expresa por la relación causal entre los fenómenos.
Necesidad que excluye cualquier fuerza metafísica o mágica. Que prescinda de la
experiencia o que quiera someterla a principios que le son extraños. Entender
la “razón” de la naturaleza significa
entender la “proporción” que se
encuentra no solamente en los números y en las medidas, sino también en los
sonidos, los pesos, en los tiempos, en los espacios y en cualquier expresión
natural, que se identifica con el razonamiento matemático. De este razonamiento
matemático, Leonardo deriva la mecánica y señala, quizás por primera vez, sus
principios. Fluyen de su investigación la ley
de la inercia, el principio de la
reciprocidad de la acción y de la reacción, el teorema del paralelogramo de las fuerzas, el de la velocidad, entre otros, que son de gran utilidad en la investigación
de Galileo, quien le da formas definitivas.
Leonardo es un investigador incansable. Sus
manuscritos revelan su exploración en campos como la anatomía, la mecánica, la
paleontología entre otros muchos. Escritos que atestiguan su afán de estudiar
la naturaleza, no con el fin de escuadrarla en formulas teológicas, metafísicas
o mágicas, como venía ocurriendo con muchos autores, sino con el propósito de
reducirla a formulas matemáticas y a la objetividad empírica.
Copérnico
Copérnico nace en la actual Polonia el
año de 1473 y fallece el año de 1543. Recibe el título de doctor en Derecho
Eclesiástico en 1503.
Durante toda la Edad Media privo la
tesis geocentrista, basada en las ideas aristotélicas ptolemaicas, las cuales
colocan a la Tierra como centro del cosmos. Estudia antiguos pensadores griegos
que refutan dicha tesis y demuestra que la dificultad que se tenía para
explicar el movimiento aparente de los astros se resuelve aceptando que la
Tierra gira sobre sí misma, en vez de considerarla un centro inmóvil en el
concierto celeste. Reconoce tres movimientos de la Tierra: el diurno, alrededor
de su propio eje; el anual, alrededor del Sol y el anual del eje terrestre
respecto al plano de la elíptica.
Copérnico no llega a ver publicado su
libro, lo cual ocurre poco después de su muerte. No son pocas las críticas,
entre otras la de Lutero, quien le llama “tonto”.
La Iglesia católica coloca el libro en el Índice
de lecturas prohibidas para los católicos. Los matemáticos y físicos que
aceptaron sus ideas, son perseguidos y hasta quemados vivos, como ocurre con
Giordano Bruno.
Johannes
Keppler
Keppler es un astrónomo alemán que
revoluciona la ciencia al formular tres leyes que fueron las primeras que se
plantearon con sentido estrictamente científico, rompiendo la tradición del
movimiento circular como el único perfecto y planteando, por vez primera, el
carácter físico de las fuerzas en contra del tradicional carácter anímico. Su
defensa del sistema copernicano significa la ruptura definitiva con la
concepción platónica y abre las puertas a la física de Newton.
Keppler nace el 27 de diciembre de 1571
y muere el 15 de noviembre de 1630. Su vida transcurre en un constante luchar
con los protestantes y católicos, al punto que a su madre intentaron quemarla
en la hoguera acusada de brujería.
Para Keppler la materia está sujeta a un
orden geométrico y exalta la belleza, la perfección y la divinidad del
universo, en el cual ve la imagen de la trinidad divina. Considera que el Sol
se encuentra en el centro del mundo, imagen del Dios Padre, del cual se deriva
toda luz, todo calor y vida. La disposición de los planetas alrededor del Sol
obedece a una ley precisa de armonía geométrica. Los cinco planetas constituyen
un poliedro regular y se mueven según esferas circunscritas al poliedro
delineado por su posición respectiva. En sus comienzos, atribuye el movimiento
de los planetas a un alma motriz de ellos mismos o al alma motriz del Sol,
buscando en la filosofía neopitagórica y neoplatónica una respuesta a sus
investigaciones, respuesta que desecha para concluir que en lugar de existir
inteligencias motrices, lo que existe son fuerzas puramente físicas. Mantiene
firme el principio de que la objetividad del mundo consiste en la proporción
matemática implícita en todas las cosas. Cabalgando sobre este principio, que animó
la investigación de Leonardo da Vinci, llega al descubrimiento más importante
de su vida: las leyes de los movimientos de los planetas.
Keppler no solamente perfecciona el
sistema copernicano, sino que registra definitivamente el valor del
procedimiento que reconoce en la proporción matemática la verdadera objetividad
natural.
Galileo
Galilei
El 15 de febrero de 1564 nace en Pisa,
Italia, Galileo Galilei. Fue un hombre de ciencia y da basamento firme a los
avances de sus predecesores: Leonado, Copérnico y Keppler, entre otros. En
1583, la oscilación de una lámpara en la catedral de Pisa, le motiva a la
investigación que le conduce a comprobar la ley
del isocronismo de las oscilaciones del péndulo. Galilei es considerado el
introductor del método experimental en las ciencias. Además de descubrir la ley del péndulo, estudia las bases de la
dinámica moderna, los satélites de Júpiter, los montes de la Luna, la
composición de la Vía Láctea; inventa el termómetro, la balanza hidrostática,
diseña y construye el primer telescopio registrado; enuncia el principio de la inercia y el centro de gravedad de los sólidos;
defiende el sistema heliocéntrico expuesto por Copérnico, lo que le acarrea
consecuencias impredecibles por el enfrentamiento con el Santo Oficio o
Inquisición.
Galileo elimina toda posibilidad
finalista o antropomórfica del mundo natural y reduce la naturaleza a una
objetividad medible, lo que lleva a la filosofía de la experiencia o dicho de
otra forma, a la ciencia moderna a su madurez.
La investigación natural no puede estar
sujeta a cualquier preocupación finalista o antropológica, ya que las obras de
la naturaleza no pueden ser juzgadas con una medida exclusivamente humana,
sobre la base de lo pueda entender o le resulte útil al ser humano. Nuestros
pareceres o designios no afectan a la naturaleza, ni tienen para ella valor
nuestras razones probables, así que cualquier anticipación respecto a la
naturaleza resulta imposible. Visto el avance de la ciencia en nuestro siglo
XXI, esta afirmación en sujeto de discusión, pero este punto no es el objeto de
este texto.
Galileo enfrenta a quienes basan sus
conjeturas sobre el mundo natural en escritos que muchas veces se trazan con
otros propósitos y pretenden responder con ellos a observaciones y experiencias
directas. Considera que estos no pueden llamarse filósofos. Igual denuncia que
no pueden sacrificarse las enseñanzas directas de la naturaleza a las afirmaciones
de los textos sagrados. Las Sagradas Escrituras y la naturaleza, ambas
provienen del Verbo Divino: la primera dictada por el Espíritu Santo, la
naturaleza es un mandato de Dios. Las Sagradas Escrituras debe adaptarse al
limitado entendimiento de los hombres a quienes se dirige –véase aquí la
aplicación de la escuadra y el compas sobre el V.·.L.·.S.·. en el Ara-,
mientras que la naturaleza es inexorable e inmutable y jamás traspasa los
límites de las leyes que le han sido impuesta, sin importarle si el hombre las
comprende.
Cuando observamos roto un bastón
sumergido en agua, el error no es del ojo, que ciertamente recibe la imagen
rota y refractada, sino del razonamiento de la persona que no conoce las leyes
físicas que hacen que un objeto se refracta al pasar de un medio transparente a
otro. El razonamiento sirve para extender la experiencia sensible y suplirla
donde no alcanza, pero no puede sustituirla. Tampoco la lógica puede sustituir
la experiencia, ya que su objeto es conocer si las demostraciones ya hechas y
halladas proceden de modo concluyente.
La experiencia es fundamento y limite
del conocimiento humano. Le es imposible alcanzar la esencia de las cosas. La
experiencia se atiene a los elementos permanentes y verdaderamente objetivos y
elimina los subjetivos. Por ello son cualidades propias e inseparables de los
cuerpos materiales la cantidad, la figura, la magnitud, el lugar, el tiempo, el
movimiento, el reposo, el contacto, la distancia y el número; estas cualidades
sensibles son determinaciones cuantitativas; mientras las que son puramente
subjetivas como los sabores, olores, colores y sonidos subsisten solamente en
los órganos sensibles, pero no son caracteres objetivos de los cuerpos, aunque
sean producidos por éstos.
De allí que Galileo, avanzando en lo ya
propuesto por Nicolás de Cusa, Leonardo da Vinci y otros predecesores, apunta
hacia la estructura matemática de la realidad objetiva. Sostiene que la
naturaleza está escrita en términos matemáticos y sus caracteres son geométricos:
triángulos, círculos y otras figuras precisas. Para adentrarse en su estudio se
debe aprender, previamente, el lenguaje de las matemáticas y la geometría. En
la estructura matemática del universo se funda su orden necesario, que es único
y que siempre ha sido y será así. La ciencia para estudiar este orden debe
fundarse en un sistema exacto de medida, por lo que las generalidades como “cercano”, “grande”, “pequeño”, entre
otras, no significan nada ya que entra en lo relativo de lo que es grande o
lejano para los actores. Se hace ciencia solamente cuando se introduce una
unidad de medida y se determinan con relación a esta unidad todas las
relaciones cuantitativas.
Con respecto a la naturaleza no hay
posibilidad de anticipación. Aquí no hay espacio para la magia o la adivinación
ya que nuestros pareceres o nuestros designios no la afectan, ni tienen para la
naturaleza valor nuestras razones probables. Galileo muere el 8 de enero de
1648, tras años de juicio escapando de la “justicia”
oscurantista de la Inquisición. Para ese año Baruch Spinoza contaba con 16
años. Espinosa será un hombre del siglo XVII, de inicios de la Ilustración.
Iniciado en la masonería, planteará que para el filósofo existe una coincidencia
entre Naturaleza y Dios: que “las leyes
universales de la Naturaleza son únicamente decretos de Dios, que nacen de la
necesidad y perfección de la Naturaleza en Dios”. De lo anterior se deduce,
claramente, que no puede existir una suspensión de las leyes de la naturaleza o una corrección de las mismas, ya que
significaría que Dios no hubiese sabido créalas ordenadas y perfectas, para
hacerlas servir a sus designios. De esta manera magistral, Spinoza destierra de
la filosofía cualquier atisbo de misticismo, magia o superchería que enloda
incluso las vertientes esotéricas, cabalísticas y otras expresiones de la
filosofía perenne.
Bibliografía
Abbagnano, Nicolás. Historia de la Filosofía. Tomos I, II,
III. Montaner y Simons, S.A. Barcelona, España. 1964.
Albornoz, Hernán. Diccionario de Filosofía. Vadel Hernmanos, editores.
Valencia. Venezuela. 1990.
apuntesdefilosofa.blogspot.com
Audi, Robert (Editor). Diccionario Akal de Filosofía. Ediciones
Akal. Madrid. 2004
Daza,
Juan Carlos. Diccionario
Akal de Masonería. Ediciones Akal. Madrid. 1997
Martínez
Echeverri, Leonor y Hugo. Diccionario de Filosofía. Editorial
Panamericana. Bogotá. Colombia. 1997.
Schilling, Kurt. Desde el Renacimiento hasta Kant.
1ra edición en español. UTEHA. México
1965.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario