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viernes, 24 de abril de 2015

El curioso caso del robo de la piedra del Papa

 El curioso caso del robo de la piedra del Papa
Una de las historias más singulares relacionadas con el monumento a George Washington de la capital estadounidense es el robo de la piedra papal en 1854, aparentemente por parte de miembros del grupo anticatólico y antipapista Know-Nothing Party.
Todo comenzó con el movimiento “nativista” de mediados del siglo XIX. Los “nativistas” a veces se definían, de manera irónica, como nativos americanos. Se oponían a las nuevas oleadas de inmigrantes, legales o ilegales, de países como Irlanda o Italia. Hasta ese momento, la mayor parte de los colonos europeos eran procedentes de lugares como Gran Bretaña y Alemania. Los recién llegados eran a menudo católicos y extremadamente pobres, como los irlandeses que huían de la hambruna de las patatas.
Al inicio de los años cincuenta del siglo XIX, estos sentimientos se coalicionaron en el partido americano llamado comunmente los Know-Nothings. El apodo se debía a los encuentros secretos y de signos escondidos, más adecuados para un club de niños que para un partido político, y al hábito de responder “No sé nada” cuando eran interpelados sobre sus actividades.

Los Know-Nothings tuvieron un gran éxito durante un corto periodo de tiempo, sobretodo en las elecciones de 1856, obtuvieron muchos cargos locales y estatales y lograron incluso enviar a algunos miembros al Congreso.

El problema con el monumento a Washington comenzó en 1852, cuando el Daily National Intelligencer de Washington D.C., anunció, el 7 de febrero en la página 4, la intención del Papa de contribuir donando una piedra para que se introdujera dentro del monumento. La piedra provenía del Templo de la Paz, conocido también como Templo de la Concordia, de Roma, y tenía una inscripción en inglés: Rome to America (Roma a América).

Es extraño que en la página 2 del The New York Times del 30 de enero de 1852 y en la página 2 del The Daily Cincinnati Commercial del 23 de febrero del mismo año se declarase que el Vaticano estaba planeando mandar dos piedras. Probablemente luego se cambió de idea, puesto que a Washington llegó sólo una.

Los nativistas no tardaron en protestar. Circularon discursos y peticiones, y una petición decía que “la inscripción Rome to America conlleva un significado que va más allá del natural…que este regalo de un déspota, colocado entre aquellos muros, no podrá ser visto por verdaderos americanos más que con sentimientos de mortificación y disgusto”.

La piedra llegó en 1854 –no se conoce la fecha exacta– y fue colocada en un almacén en la base del monumento llamado lapidarium. Medía casi 1,45 mts y tenía 25 cm de espesor. El lapidarium contenía muchas piedras que eran regalos procedentes de todas partes de Estados Unidos y el mundo entero que aún no han sido colocadas.

Al principio, los Know-Nothings pidieron que arriba de la piedra papal en el monumento fuera colocada una “piedra de protesta”, como se lee en la página 2 de la edición del New York Times del 9 de marzo de 1852. Pero luego..

La noche entre el 5 y el 6 de mayo de 1854, entre la una y la dos, varios hombres bajaron al almacén para robar la piedra papal. Lo que ocurrió a continuación está vívidamente descrito en la página de la edición del 8 de marzo de 1854 del Daily National Intelligencer.

El vigilante nocturno George Hilton estaba de guardia en su cabina, alrededor de la cual los hombres amarraron cuerdas, diciéndole a Hilton que permaneciera en silencio. Los ladrones pegaron incluso periódicos en las ventanas de la cabina que daban al lapidarium.

De alguna manera lograron poner la piedra en una carretilla usada por los trabajadores y se la llevaron para tirarla al río Potomac.

El recorrido era más corto que el actual. En aquella época, de hecho, el Potomac era más extenso que ahora y corría cerca de lado suroeste del monumento.

Enseguida se sospechó del guardián. Después de todo, tenía un fusil con dos cañones, y las ventanas podían subirse o bajarse a voluntad. Hilton fue despedido.

El 9 de marzo de 1854, el Intelligencer anunció en primera página que la Washington National Monument Society, encargada del proyecto, había ofrecido una recompensa de cien dólares por los ladrones, elevada el 4 de abril a 500 dólares, pero los delincuentes no fueron nunca capturados.

En 1873, el pontificado consideró la hipótesis de enviar una piedra sustituta. En la primera página de la edición del 3 de marzo de 1873 del Morning Republic (o Little Rock Daily Republican), de Little Rock (Arkansas), se leía que el Vaticano al inicio “estaba tan ¿‘indignado’? por lo sucedido que rechazó enviar otra. De cualquier manera, “recientemente reconsideró la cuestión, y mandará otra”. Si acaso fue enviada, no aparece en el monumento.

Años después, el 30 de septiembre de 1883, el Washington Post publicó en primera página una entrevista al gerente de un bar que mantuvo el anonimato y declaraba haber sido uno de los ladrones. Si se puede confiar en esta historia, los ladrones eran nueve, y eran los Know-Nothings.

El gerente del bar describió la piedra diciendo que tenía una inscripción en letras doradas. Los ladrones habían llevado la piedra al norte del monumento, a un lago llamado Babcock Lake (actualmente lleno). Desde ahí la habían aventado al río, siguiendo el Long Bridge, más o menos donde se encuentra ahora el George Mason Bridge.

Un amigo, desde el puente, iluminaba con una linterna roja. Los ladrones rompieron la piedra para conservar algunos pedazos como souvenir y tiraron el resto al río.

“Si las dragas en el trabajo en el Portomac encuentran el punto exacto, pescarán algo que creará sensación”, añadía el gerente del bar. Eso había sucedido hacía nueve años.

El 19 de junio de 1892, en la página 2, el Washington Post publicaba un artículo sobre el hallazgo de la piedra. Algunos buzos estaban trabajando en la zona norte del Long Bridge para plantar las bases para una nueva serie de moles. Un buzo llamado Harry Edwards estaba usando una gran manguera de aspiración para eliminar los escombros cuando descubrió la esquina de una gran placa de piedra.

Una ulterior limpieza reveló “un pedazo de mármol abigarrado bien cortado y espléndidamente pulido, surcado con vetas rosas y blancas…con un grosor de quince centímetros, y quizá 45 centímetros por 90…”. Un lado llevaba una inscripción dañada: “Ro – t- merica”, “grabada en letras góticas”.

Se reunió una multitud de curiosos. Uno de ellos, según el artículo del Post, era un anciano vestido de otra época que golpeó la piedra con el bastón. “¿De dónde salió?, dijo secamente. Cuando se le preguntó si sabía algo, gritó: “Es obra del diablo, y ha vuelto del infierno al que pertenece”, y luego se fue. ¿Era un anciano Know-Nothing?

La piedra fue colocada en una pequeña construcción cerca de ahí para que estuviera segura. Dos días después, el 21 de junio de 1892, la página 5 del Post publicó un descorazonador título: “Robada la piedra papal. La piedra misteriosa desaparece por segunda vez”.

A las 23.30 del 19 de junio, los trabajadores se habían marchado tras haber cerrado con cuidado la puerta de la construcción en la que se encontraba la piedra. Una ventana entreabierta para favorecer la ventilación fue encontrada abierta de par en par.

Nadie supo qué sucedió, aunque el diario local Evening Star del 26 de mayo de 1959, en la página B-1, mencionaba una leyenda urbana en base a la cual la piedra había sido sepultada entre la 21 y R Street.

Mucho después, en 1982, el Vaticano realmente envió otra piedra para sustituir la original. Es de mármol blanco y se encuentra ahora colocada en el monumento a Washington, a cien metros de altura, en el muro occidental interno de la escalera. La inscripción dice A Roma Americae, que en latín significa “De Roma a América”.


Por John Lockwood, cuidador de parques de Washington D.C. Al haber pasado los últimos sesenta años en la capital estadounidense, escribe con la generosa asistencia de los Archivos Nacionales y la Biblioteca del Congreso. 
Este artículo fue publicado originalmente en el Catholic Journal US. 

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