Plotino |
El termino inmanencia está presente en los
trazados masónicos, aunque no lo pongamos de bulto. Es importante comprender su
alcance y utilizarlo como herramienta en las formulaciones que mineralizan el
libre pensamiento que nos distingue. La masonería no es dogmatica, de allí la
importancia de la correcta utilización de un vocablo tan relacionado con las
materias que comprenden nuestros augustos misterios.
Inmanente, según el diccionario del venezolano Hernán Albornoz: “se dice de
aquello que es inherente a un ser o que está unido inseparablemente a su
esencia”.(1) Lo dicho nos lleva a la definición de esencia: “es uno de los aspectos constitutivos del
ser. Preguntar por la esencia es preguntar: ¿qué es un ente? La esencia es el
núcleo del ente en su correcta individualización”.(2)
En filosofía se considera la esencia metafísica y la
física. La primera se refiere al núcleo íntimo del ente, sin el cual éste
desaparecería; en la segunda, son propiedades que permiten realizar un objeto.
La inmanencia viene a ser los actos que se realizan en
un agente y, cuyas características, la da su permanencia en él, de forma tal
que sólo dentro del agente aquéllos hechos pueden cumplir con su función, lo
que lo hace contrapuesto al concepto de trascendencia.(3)
Desde el punto de vista bíblico, Dios
es inmanente ya que actúa dentro de su creación en forma activa y no pasiva.
Dios establece las leyes que rigen el universo y las controla. El panteísmo,
que plantea una total identificación entre Dios y el mundo, se caracteriza por
ser inmanente. Para Plotino, quizás el primero en realizar esta formulación, el
mundo procede de una emanación desde el Uno, o sea, el mismo ser del Uno se
difunde y se manifiesta, desde el Nous,
que en la Antigua Grecia correspondía al espíritu, la parte más elevada y
divina del alma, hasta la materia.(4)
Plotino es un filósofo egipcio, fundador del
neoplatonismo, quien vive entre los años 204-270 e\v\,
mayormente en Roma. Para él, toda realidad surge del Uno, a través de una serie
de emanaciones. La primera es el Nous,
espíritu o inteligencia, la segunda la Psiqué,
el alma y así sucesivamente hasta llegar al grado ínfimo del ser, o sea, lo múltiple,
lo indeterminado, la materia.
El
Uno de Plotino es un efluvio de Luz única, que atenuándose al pasar por una
serie de grados y cuyo último resplandor, antes de diluirse entre las
tinieblas, es la materia. En nuestro Taller se encuentra, simbólicamente, en el
Occ.·.
La
sabiduría se alcanza, cuando se emprende el camino que lleva al encuentro con
la L.·., y transitar hacia su fuente primigenia: el Uno.
Sin
profundizar en la filosofía neoplatónica, encontramos una clara demostración de
lo inmanente del Creador en la creación, presentándose como un panteísmo,
siendo importante dejar en claro que el Uno, para Plotino, conserva para sí los
caracteres tanto de la inmanencia, como de la trascendencia, tema que no
corresponde tratar en esta plancha.
También
observamos una relación con el árbol sefirótico de la cábala, así como con la gnosis numeral masónica.
Conclusión
La masonería es una institución universal, con
tradición filosófica, compuesta por hombres libres, afiliados por la
Iniciación, dedicados a labrar su propio perfeccionamiento mediante el estudio
de la ciencia y la investigación de la verdad. La L.·., es el emblema de todas
las virtudes y el símbolo del G.·.A.·.D.·.U.·. La marcha masónica exhibe el celo
que debemos mostrar al transitar hacia aquel que nos ilumina.
La
creencia en un Ser Supremo, conceptos claros de fanatismo y superstición como
enemigos del progreso; virtud y moral, como esfuerzo y practica de vida; el
vicio, en sus variadas manifestaciones, como males que agreden al individuo y a
la humanidad; son las enseñanzas que proporciona la Orden al Iniciado. Lo
anterior es inherente, o inmanente, al mundo manifestado. Están presentes, como
las baldosas blancas y negras del Taller. De allí la importancia de escuadrar
la Log.·., partiendo del Occ.·., pasar por el norte donde la tenue L.·., del reflejo
lunar, nos permite observar la fachada de las
apariencias tras la cual se oculta la enigmática realidad;
colocarse al orden frente al Or.·., ante la sabiduría del V.·. M.·., zona en la
cual se proyecta una claridad crítica;
para llegar a la columna del sur, lugar del razonamiento
riguroso, del espíritu
científico, donde podemos alcanzar el verdadero conocimiento que
nos permite separar lo sutil de lo denso,
lo significado del significante y el espíritu vivificante de la letra muerta y,
acertadamente,
levantar nuestro templo interior, contribuyendo con la magnífica obra del G.·.A.·.D.·.U.·.
Es
todo…
Notas
y bibliografía
1)
Albornoz, Hernán. Diccionario de Filosofía. Vadel Hermanos, editores.
Valencia, Venezuela. 1990. Pág. 100
2)
Idem. Pág. 58
3)
Martínez Echeverri, Leonor; Martínez Echeverri, Hugo. Diccionario de
Filosofía Ilustrado. Editorial Panamericana, Bogotá, 1997. Pág. 295.
4)
Albornoz, Hernán. Ob cit. Pág.
149
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