Joan-Francesc Pont en el templo principal de la Gran Logia Simbólica Española. |
Que nadie espere descubrir salones misteriosos y escenarios de novela gótica: la nueva sede de la Gran Logia Simbólica Española (GLSE)
podría pasar por una oficina de patentes, o por el espacio social de un
club de golf. El interior es diáfano, las paredes son blancas, en la
entrada están montando una tienda de mercadotecnia masónica; todo el
mundo podrá entrar y pedir información, concertar visitas. “En julio
invitamos a los vecinos —en la calle Vallès de Barcelona—, se
presentaron 120 personas. Les mostramos las instalaciones, les sentamos
en el templo principal para explicarles qué es la masonería, les
invitamos a una copa”, explica Joan-Francesc Pont, Gran Comendador del
Supremo Consejo Masónico de España —una suerte de Senado masónico de la
GLSE. Más de uno perdió los prejuicios que décadas de represión han
estigmatizado lo que Pont describe como “una escuela de formación de
ciudadanos”. En realidad, la masonería son hermandades, antes secretas,
que a partir de ritos y reuniones propugnan entre sus miembros defender
los ideales de la Ilustración.
El templo principal, el más grande de los cuatro que tiene la nueva
sede de la GLSE, parece una sala de conferencias de una escuela de
negocios. Las butacas son las mismas que se utilizarían para un palacio
de congresos. Hay micrófonos y reproductores de video. “Es el templo del
siglo XXI", cuenta Pont. Desde la inauguración de la sede, a principios
de octubre, esta es la quinta visita guiada que Pont ha hecho para un
medio de comunicación. El responsable del diseño del edificio, el
profesor de Derecho Joan Ramon Rodoreda, ha guiado a media docena de
medios más.
Pont prefiere que le fotografíen en el templo principal para mostrar
así la imagen moderna de la masonería. La opción del fotógrafo era el
templo que se ha reconstruido pieza a pieza procedente de la anterior
sede, en la calle Avinyó de Barcelona. Este espacio coincide con la
imagen más estereotipada que tenemos de la masonería, quizás la de la Biblioteca Arús.
El “templo del siglo XXI” tiene menos símbolos: tres fotografías
iluminadas de la luna, del sol y del cosmos con el triángulo que
representa al Gran Arquitecto del Universo. También destaca un techo
iluminado con pequeñas bombillas que reproducen constelaciones
importantes para la logia.
En la entrada principal, además de la tienda de souvenirs, hay un
gran mural con los nombres de masones célebres de la historia. También
hay un hall of fame con fotografías de una veintena de
personalidades catalanas que fueron masones: Víctor Balaguer,
Bonaventura Carles Aribau, Andreu Nin, Lluís Companys, Josep Irla o el
pedagogo Francesc Ferrer i Guàrdia. Pont es presidente de la Fundación
Ferrer i Guàrdia. El pensamiento más de izquierdas está presente en todo
el edificio; no solo hay recuerdos para Ferrer i Guàrdia o el troskista
Andreu Nin, también hay una sala de reuniones bautizada con el nombre
de Genís Alonso, sindicalista de la CNT que cuando se reunía con sus
compañeros de logia, siempre vestía esmoquin, asegura Pont.
Hoy, pese a que la masonería ya no es una actividad secreta, la mayor
parte de sus componentes prefieren mantenerse en el anónimato. Son
excepcionales los casos de personajes públicos que admitan su
pertenencia en alguna logia. En España, un ejemplo conocido es el del
exministro socialista y diputado canario Jerónimo Saavedra; en Cataluña,
el del empresario y exdiputado por ERC Ramon Viñals.
Entre los objetos que llaman la atención en el edificio de la GLSE
hay una piedra trasladada de la sede de Avinyó en la que se han
esculpido símbolos clásicos de la masonería: el sol, el triángulo del
Gran Arquitecto, las dos columnas de Salomón, el laurel, los tres puntos
—el triángulo, de nuevo, la perfección de la geometría—, el compás y la
escuadra. Hay también objetos de recuerdo más reciente, como una
bandera de un congreso internacional en México en 1982. En el comedor,
Rodoreda ha colgado un escudo de una escuela republicana comprado en el
mercado de los Encants. Es un homenaje, según Pont, a Marcel·lí Domingo,
masón y ministro republicano de Instrucción Pública.
En el libro Barcelona maçònica (Viena Edicions), Xavi
Casinos explica, por ejemplo, que la estatua de San Roque en la catedral
de Barcelona muestra la herida en la pierna derecha, y no en la
izquierda, como es tradición, porque probablemente el autor de la obra
era masón. Pont confirma que, efectivamente, en el rito de iniciación de
la masonería hay que mostrar la pierna derecha, pero también parte del
pecho y un brazo, como señal de transición, de paso adelante para
conocerse a uno mismo.
La sede de la calle Vallès acoge 16 logias que componen la GLSE: en
total cuentan con unos 500 miembros. No es la Gran Logia más grande de
España, esta es la Gran Logia de España (GLE), con sede en Barcelona y
con cerca de 3.000 miembros, según informa. La GLE también admite
visitas organizadas y tiene una tienda online. Pero si la GLSE tiene la
casa madre en el Gran Oriente de Francia, la GLE depende de la Gran
Logia Unida de Inglaterra, la de mayor en el mundo.
La diferencia más notoria es que la GLE no acepta a mujeres como
miembros. La figura de referencia de la GLSE es una mujer, la Gran
Maestra Nieves Bayo. La GLE explica que es “la garante en España de la
masonería tal y como comenzó a practicarse hace 300 años. Es el cuerpo
masónico español que mantiene lazos de amistad y reconocimiento con
todas las Grandes Logias regulares del mundo”. La GLE calcula que el
incremento de miembros en las logias españolas es de un 3% anual.
Las similitudes son mayores. Sus logias se basan en la ilustración y
los principios de la revolución francesa de “libertad, igualdad y
fraternidad”. Y han sido reprimidas por igual por el fascismo y la
Iglesia Católica.
Casinos, en el libro Barcelona Maçònica, relata que el cura
Joan Tusquets fue “el gran ideólogo antimasónico de Franco”. Tusquets
publicó un famoso panfleto contra la masonería prologado por Ramon
Serrano Suñer. Tusquets estableció durante la República una cadena de
delatores entre las logias que afectó directamente la sede de los
masones del Gran Oriente de Francia en Barcelona: “Junto con otro
sacerdote, Joaquim Guiu Bonastre, Tusquets organizó una red de
confidentes que reclutó entre miembros de la sociedad secreta que le
facilitaban información sobre lo que se decía en las logias. Para su
empresa, Tusquets utilizaba métodos poco propios de un religioso, como
el robo o incendios provocados. En la calle Avinyó había uno de los
templos masónicos más importantes de la ciudad. A su lado había una
farmacia, en la parte de atrás de la cual vivía una tía de Tusquets.
Aprovechando esta circunstancia, los dos sacerdotes pudieron espiar
directamente a los masones”.
Pont, que también es abogado y catedrático de Derecho Tributario,
explica que la presencia de la masonería en la sociedad se ha ido
normalizando, aunque queda mucho por hacer: “Tengo conocidos que me ven
en los medios; algunos me dan la enhorabuena y otros me comentan que por
qué hago estas cosas raras. Aspiramos a normalizar nuestro rol, pero
queda mucho para alcanzar la normalidad de Estados Unidos, de Suiza o
incluso de Francia".
Fuente: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/10/09/catalunya/1476029291_902630.html
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