La masonería no es una organización
política, aunque en ocasiones sus miembros fueron perseguidos por causas
políticas. Tampoco es una secta religiosa, aunque sus adeptos confiesan
una fe absoluta hacia sus principios. En el pasado la Iglesia Católica
los hostilizó como a herejes y muchas monarquías los consideraban una
amenaza fatal para sus coronas por su insistente vocación de oponerse a
cualquier tiranía religiosa o política.
Sin embargo, todavía hoy, cuando la
humanidad parece haber perdido su cordura y estar lista para la llegada
del Armagedón, los masones se reúnen y trabajan regularmente con la
esperanza de redimirla.
Pero, indudablemente, la masonería ya ha
dejado atrás sus momentos más gloriosos, cuando los nombres de grandes
literatos, músicos, y pensadores prestigiaban sus filas. Muy lejos ha
quedado aquella época dorada en que Mozart escribía su cantata masónica
El elogio a la amistad, inspirado en los ideales de la hermandad, o los
revolucionarios del 89 francés gritaban por las calles de París el lema
masón de Liberté, Egalité, Fraternité. Pero desde George Washington a
Benito Juárez (sin olvidar a Walt Disney) es innegable la influencia
social que ha tenido esta asociación fraternal en la historia moderna.
En Cuba la masonería también cuenta con
un pasado ilustre, indisolublemente ligado a la formación misma de la
nacionalidad y en sus filas militaron los hombres que luego lucharon por
la independencia del país.
Quizás muchos piensen que sus antiguos
ritos y liturgias ya no se avienen con el mundo postmoderno y que, como
institución que se propone alcanzar el mejoramiento de la sociedad,
aunque sin propiciar cambios sociales, ya resulta obsoleta.
Paradójicamente, luego de una declinación vertiginosa en las primeras
décadas de la revolución, la masonería en la isla retorna por sus fueros
y tiene ahora una membresía creciente, por lo que no resulta ocioso
reflexionar sobre el papel de esta institución en la historia de la
nación y su sorpresivo pero innegable resurgimiento en la actualidad.
El artículo primero, inciso I de la
Constitución Masónica declara que “La masonería es la institución
orgánica de la moralidad”, la moral entendida como el respeto a sí mismo
y a la sociedad en la que se asienta, y este criterio representa la
aspiración a un estilo de vida por el que deben distinguirse los
masones, no sólo dentro de la fraternidad, sino también en cualquier
medio donde se encuentre.
Bosquejo histórico
Sobre el nacimiento de las fraternidades
masónicas se ha especulado mucho. Algunos sostienen que la masonería
data de 4 mil años A.N.E. y consideran como ilustre antecesor a
Hiram-Abi, el maestro en artes constructivas que el Rey Tiro envió al
bíblico Salomón para dirigir la edificación del templo consagrado a
Yehová.
Otros le atribuyen un origen donde se
amalgaman los preceptos druídicos, bardos y cristianos, leyendas y mitos
germanos, mezclados con los misterios de Grecia y Egipto.
Pero la opinión más generalizada afirma
que las sociedades masónicas descienden de las corporaciones de
constructores de la Edad Media, y que estas a su vez posiblemente eran
sucesoras de los colegios fundados por Numa Pompilio, segundo rey
legendario de Roma, quién reinó de 714 a 671 A.N.E.
Como se sabe, el poderío económico
alcanzado por la Iglesia durante el medioevo, sufragó la edificación de
suntuosas basílicas de estilo gótico, como las catedrales de
Estrasburgo, Colonia o París, donde estas hermandades de arquitectos y
operarios, celosas guardianes del secreto constructivo, desplegaron todo
su conocimiento y su arte. Pero aquellos gremios entraron en decadencia
hacia el S XVII al disminuir la actividad constructiva y fue entonces
que, para fortalecerse, comenzaron a permitir la entrada a personas
ajenas al oficio. A los nuevos miembros se les llamó albañiles
aceptados, y paulatinamente, la fraternidad de obreros verdaderos se
trocó en fraternidad de obreros simbólicos.
En 1717 las cuatro logias de Londres,
herederas de aquellos gremios medievales, constituyen la Gran Logia
Inglesa, lo cual marca el nacimiento de la masonería moderna que se
propagó rápidamente por toda Europa y alcanzó mayor fuerza a fines del
siglo XVIII, fundamentalmente en Inglaterra, Alemania y Francia, donde
muy pronto la palabra masón fue sinónimo de revolucionario: el emblema
de honor enarbolado por los masones era la misma trilogía aclamada por
los franceses que tomaron la Bastilla en 1789. Por si fuera poco, esa
divisa también inspiró el alzamiento de los liberales españoles –entre
los que se contaba un buen número de masones– que aspiraban a regenerar
la nación ibérica y restablecer el Código fundamental de Cádiz en 1820.
Se llegó a tal punto que incluso hubo logias “republicanas” y
“realistas” según sus tendencias.
Esta vertiente de la masonería,
considerada irregular por su intromisión en asuntos políticos -y que
según la ortodoxia masónica desvirtúa el verdadero objetivo de la
organización y lejos de beneficiarla, la perjudica-, en un momento
determinado tuvo una gran influencia sobre las sociedades secretas que
se formaron en Cuba, donde fueron transmisores de las doctrinas que se
ajustaban perfectamente a las ideas separatistas y los fines
conspirativos de los criollos, ya en los albores del pasado siglo.
Primeras logias cubanas
Aunque desde finales del siglo XVIII
existió en Cuba cierta actividad masónica, protagonizada por los
emigrados franceses de Haití, no es hasta el siglo XIX que se funda la
primera logia en la isla por un francés radicado en Santo Domingo, y
nombrado Joseph Cerneau.
El Templo de las Virtudes Teologales No
103 se constituyó en La Habana, con carta patente de la Gran Logia de
Pennsylvania, en el año 1804 de la Era Vulgar, y a éste le sigue la
fundación de otras logias como L`Amitié y Benefique Concorde. A pesar de
que Cerneau tuvo que marcharse rápidamente del país, acusado de
instigador revolucionario, la masonería que él había inaugurado, se
propagó con rapidez.
Fueron masones de ideas democráticas los
que fomentaron la primera conjura para la emancipación del país, en
1809. Pero a la manera en que ocurren las cosas en las películas de capa
y espada, la conspiración fue descubierta por la denuncia de un
sacerdote que no tuvo escrúpulos en traicionar el secreto de confesión
de una devota señora, temerosa por la vida de su esposo involucrado en
los hechos. Uno de los conspiradores, el abogado Joaquín Infante, masón
de ideas separatistas, llegó a elaborar incluso lo que se considera el
primer Proyecto de Constitución para la futura República de Cuba, un
documento que llevaba en su espíritu lo más avanzado de la ideas de la
época, pero que no tuvo la suerte de cumplir su destino.
Así, a la persecución política se une
también el decreto emitido en 1812 por el Consejo de Regencia de España e
Indias, que declaró ilegítima la Orden Fraternal en las posesiones
ultramarinas de la Metrópoli, y a partir de ese momento se considera la
francmasonerí a como delito de estado.
Con el restablecimiento del régimen
constitucional en España, comienza a reorganizarse la masonería cubana.
En 1818 se crea en Cuba el primer cuerpo de Altos Grados, el Gran
Consistorio del grado 32 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado fundado con
patente francesa por Luis Juan Lorenzo de Clouet d’Obernay, y que
reunió tres logias simbólicas que pasaron a trabajar por el sistema
escocés.
El rito escocés antiguo y aceptado o
escocismo es la llamada masonería de altos grados ya que partiendo del
tercer grado de la masonería simbólica (maestro) llega hasta el 33. El
organismo superior es el Supremo Consejo compuesto por los poseedores
del grado 33 y que preside el gran comendador. Posee también otros
cuerpos que reciben además del nombre distintivo, uno genérico que
abarca a todos los de un mismo grado y cada grado es un sistema en sí
con su cuerpo superior.
Dos años después, a partir de 5 logias
simbólicas, se funda la Gran Logia Española del Rito de York, en torno a
la cual se agruparon fundamentalmente los criollos. Más adelante, por
sucesivas fusiones de ésta y otros cuerpos simbólicos se constituye una
Gran Logia Soberana representativa de 66 logias, con lo que se da unidad
e independencia al simbolismo, lo que también representa un acto de
rebeldía hacia el Gran Oriente Nacional de España que pretendía ejercer
su dominio sobre la masonería en la isla.
Según los estudiosos de estas sociedades
la verdadera masonería es la simbólica, llamada también “pura” o “azul”
y consta de tres grados que corresponden a aprendiz, compañero y
maestro. A partir de aquí comienzan los ritos o sistemas que son una
extensión, ya que se crearon con posterioridad. El organismo superior es
la Gran Logia que preside el gran maestro y otros funcionarios. Allí
están representadas las logias particulares por eso los masones
argumentan que en este cuerpo existe una verdadera democracia.
Por otro lado, también se unifica el
sistema de grados del Rito Escocés con la fusión del Gran Consistorio y
el Grande Oriente Simbólico de la Isla de Cuba para crear el Grande
Oriente Territorial Español Americano, al cual pertenecían distinguidas
personalidades como oficiales del Ejército y la Armada española y
comerciantes y hacendados de La Habana. Según algunos autores, tales
preferencias demostradas por criollos y españoles, podría interpretarse
como un reflejo de las tendencias separatistas e integristas que
caracterizaban la sociedad de esa época.
Nuevas persecuciones
Tras la vuelta del absolutismo en España
se agudizan las contradicciones colonia-metró poli y vuelven a correr
aires conspirativos que en muchos casos tienen una clara raigambre
masónica.
Este fue el caso de la Conspiración de
Rayos y Soles de Bolívar, encabezada por el habanero José Francisco
Lemus y Escámez, coronel de los ejércitos colombianos, y que tenía la
finalidad de fundar la República de Cubanacán. La mayoría de los
implicados eran masones y la organización misma poseía una urdimbre y
pensamiento basado en los ideales masónicos. El capitán general
Francisco Dionisio Vives penetra la organización y los complicados son
enjuiciados por conspiradores aunque no se mezcla la filiación masónica
de los encartados. Según el propio Vives había en la isla en ese momento
12 mil masones.
En 1830 se abre una nueva causa, esta
vez por infidencia y francmasonerí a, a los conspiradores de la Gran
Legión del Aguila Negra. Al parecer con este proceso se cierra el primer
gran ciclo de luchas por independizar a la isla y por organizar la
masonería, pues en el año 1834 las logias se declaran ilícitas
nuevamente y se pierde todo rastro de masonería organizada en Cuba. La
corriente independentista labora en organizaciones secretas con cierto
carácter masónico pero no son propiamente logias masónicas.
El padre de la masonería cubana
La reorganizació n masónica en la
Metrópoli con la fundación del Grande Oriente Hespérico Reformado marca
un resurgimiento de la masonería en Cuba con un carácter marcadamente
español. Primero se crea en 1857 un Consejo de Caballeros Kadosh y luego
este Cuerpo de la masonería de Altos Grados auspició la fundación de
las logias simbólicas Fraternidad y Prudencia, aunque según la ortodoxia
masónica esto constituye un error metodológico, que implica
irregularidad de origen.
La regularidad en la masonería proviene
del cumplimiento de ciertos requisitos para el funcionamiento de las
logias. Entre ellos se encuentran la regularidad de origen –que está
dada por el hecho de que la carta patente para su fundación provenga de
una Gran Logia con autoridad para ello–, la creencia en un Ser Supremo,
la independencia de la masonería de Altos Grados, la prohibición de
discutir sobre política y religión, y la observancia de los Antiguos
Límites que también constituyen reglas a respetar.
Más adelante se funda la logia San
Andrés -que sí es regular por tener carta patente de la Gran Logia de
Carolina del Sur- y cuyos miembros serían cubanos en su mayoría,
incluidos sus altos funcionarios. Fraternidad, Prudencia y San Andrés se
reúnen en 1859 para fundar la Gran Logia de Colón (1), bajo la
orientación de Andrés Cassard, cubano de nacimiento aunque de origen
francés, y que es considerado el padre de la masonería en la isla por su
papel en la reanimación de la fraternidad.
Andrés Cassard también preconizaba una
forma de potencia masónica en la que las cámaras simbólicas están
subordinadas a los cuerpos escoceses, por lo que la Gran Logia se
supeditó inmediatamente a los altos grados dominados por los españoles y
los criollos españolizantes en su mayoría. Según algunos autores esta
doble sujeción a que se ve sometido el simbolismo y sus miembros en
calidad de cubanos, no es fortuito, sino sólo un reflejo de la situación
del país.
A partir de este hecho se abre un
período, que abarca una buena parte del siglo XIX, durante el cual la
masonería simbólica pugna por independizarse del escocismo, lo que trajo
como consecuencia divisiones internas e inestabilidad para ambas
sociedades fraternales. Más, a pesar de esto, lo cierto es que durante
todo este siglo la masonería cubana tiene un papel primordial en la
difusión de las ideas más avanzadas de la época y en la formación de una
conciencia nacional, e incluso, en la organización de las guerras de
independencia que darían al traste con el régimen colonial.
Masonería e independencia
En 1862 el doctor Vicente Antonio de
Castro funda el Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA), con el
supuesto objetivo de regularizar la masonería.
Según el historiador Eduardo Torres
Cuevas, las liturgias del grado 33 creadas por Vicente A. de Castro eran
esencialmente socio-políticas y no sólo filantrópico- fraternales. Como
consecuencia, en la década del 60 el GOCA se convierte en el transmisor
de un “proyecto democrático, laico, republicano e independentista que
encauzó y permitió darle dimensión a las preocupaciones de la juventud
de su época” (2) y fue sumamente importante como preludio al estallido
revolucionario del 68, en tanto le aportaría dos elementos notables:
“una organización secreta que sirvió de nexo a quienes preparaban la
insurrección” y “una propuesta armónicamente estructurada para la
transformació n de la sociedad colonial en una nueva e independiente”
(3), ya que al redactar estas liturgias, su autor dejó claro que se
trataba de un sistema de pedagogía social y su objetivo era formar
hombres capaces de dar respuesta a los problemas sociales del país.
Y por eso se advierte al masón, ya desde
el primer grado, que: “podría muy bien suceder que os encontréis en la
ocasión de tener que pelear con las armas en la mano para defender la
virtud, la inocencia o la patria, entonces será preciso no retroceder ni
temblar” (4).
También son reveladores algunos de los
principios contenidos en el grado 27 y que según Vicente Antonio de
Castro, debía defender y hasta conquistar la masonería: soberanía del
pueblo, libertad del trabajo, libertad religiosa, libertad de persona,
soberanía de las naciones, derecho de reunión e igualdad social, entre
otros.
Debido a las contradicciones que tenían
que ver tanto con un problema metodológico de funcionamiento como con
las propias tendencias políticas existentes en el país, la masonería
regular se opone radicalmente a este cuerpo masónico y finalmente el
Supremo Consejo de EE.UU. descalifica al GOCA por carecer de la debida
autorización para su fundación y porque sus fines -según este Consejo-
eran “enteramente políticos”.
Pero ya la semilla estaba sembrada, pues
las figuras más descollantes del 68 se iniciaron en el GOCA. Maceo
pertenecía a él desde 1864, Agramonte y otros ilustres camagüeyanos se
iniciaron en la logia Tínima No 16, y en Bayamo La Estrella Tropical No
19 agrupaba entre otros a Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera y
Carlos Manuel de Céspedes, quien luego fundara bajo dispensa la logia
Buena Fe, en Manzanillo, y cuya biblioteca se consideraba una de las más
completas en Cuba en cuanto al tema de la masonería.
Cuando estos hombres van a la manigua y
elaboran los documentos que darán a conocer los objetivos y proyección
de sus acciones tienen como punto de referencia las ideas que ya se
habían manejado en las liturgias del GOCA.
Al estallar la guerra del 68 aumenta la
hostilidad de las autoridades políticas y religiosas hacia la masonería
y, aunque la institución no puede considerarse como un todo homogéneo,
debido a las contradicciones y escisiones que sufre en este momento,
todo el cuerpo sufre las consecuencias de la persecución. Muchos masones
son apresados y el Gran Maestro de la Gran Logia de Colón, José Andrés
Puente Badell, es fusilado, así como otros hermanos, sin otro cargo que
el delito de masonería, aunque es sintomático que ya en ese momento
Andrés Puente se destacaba como defensor de la independencia del
simbolismo con respecto al escocismo.
Como consecuencia de la persecución
recesan por un tiempo los trabajos del Gran Oriente de Colón en ambas
ramas, la simbólica y la filosófica, hasta que se emprende su
reconstitució n en 1871.
Durante la guerra
Se tiene referencia de que a pesar de
las duras condiciones que imponía la guerra se fundaron logias llamadas
militantes por ser constituidas en plena manigua: Tínima 16, Camagüey y
La Independencia, esta última fundada por Céspedes en 1870.
egún testimonios, la logia Independencia
funcionó por casi tres años, y siempre se buscó la forma de celebrar
las tenidas respetando el ritual masónico como si estuvieran en el más
suntuoso templo. Los útiles se transportaban en un mulo que llamaban “el
masón” debido a sus funciones, hasta que durante una escaramuza el mulo
cayó en manos enemigas. Pero esta logia no desapareció tanto por las
condiciones adversas para su funcionamiento, como por las pugnas
internas que dividía a los máximos dirigentes del 68 y que a la larga
influyeron en el fracaso de la insurrección.
La persecución de las autoridades
españolas a los masones más destacados en sus ideas independentistas
llega a límites insospechados cuando antiguos miembros de la logia Buena
Fe son juzgados por el delito de masonería y Céspedes resulta condenado
en rebeldía, como Venerable Maestro de esta logia, a 11 años de prisión
mayor, a pesar de que ya había muerto en 1873.
La masonería regular vuelve a
organizarse en 1871 pues se reconstituye el Gran Oriente de Colón, que
es reconocido por el Gran Oriente de España. A pesar de ello, en 1875 el
representante de los grandes Orientes de América, Ramón Bru Lassús,
declaró interrumpidas las relaciones oficiales e inmediatamente procedió
a fundar logias en La Habana, invadiendo la jurisdicción y sin
facultades para ello. Estableció los talleres Cuba Española, Unión
Ibérica e Hijos de Covadonga, pretextando que con ello cortaba los
recursos que el Gran Oriente de Colón enviaba ocultamente a los criollos
que combatían contra la metrópoli. En ese mismo año queda resuelto este
incidente, pues Bru es destituido de su cargo y se reanudan las
relaciones. Se sospechan de su parte intenciones políticas y de lucro
personal.
La Convención Masónica de Lausana
celebrada en 1875, a la que asiste un representante por Cuba, tomó
acuerdos importantes para el desarrollo de la masonería cubana. Uno
sería el reconocimiento de la existencia regular y legítima del Supremo
Consejo de Colón como potencia soberana e independiente, sin importar
que la isla no lo fuera políticamente de España. En segundo término se
hace constar en este Congreso que los Supremos Consejos estaban
facultados para dejar de ejercer el mando en los tres grados simbólicos,
lo que propicia cierta flexibilizació n en la actitud del escocismo y
posibilita la firma de un Tratado de Amistad y Reconocimiento Mutuo de
poderes y atribuciones, entre el Supremo Consejo de Colón y la Gran
Logia Simbólica de Colón.
Pero este pacto no pondría fin a las
divisiones, porque el 1 de agosto de 1876, como una respuesta del
simbolismo a la actitud hegemonista del escocismo, se había fundado en
el occidente del país la Gran Logia de la Isla de Cuba por Aurelio
Almeida y González.
Para hacerse fuerte este nuevo cuerpo
firma a su vez un pacto de respeto mutuo con los Orientes españoles. A
pesar de ello, en 1878 los integrantes de la Gran Logia son acusados de
ser desafectos al régimen español y se les exige que rindan cuentas de
su actuación. La respuesta del gran maestro Gregorio González Amador y
de Aurelio Almeida como gran secretario es valerosa, cuando les aclaran
que ellos carecen de autoridad sobre la Gran Logia y, como consecuencia,
a pocos días del Pacto del Zanjón, rompen relaciones con el Gran
Oriente de España.
Durante el Pacto del Zanjón la masonería
regular debía respetar al gobierno político de la nación. Sin embargo,
en este período se fundó con elementos ferroviarios la logia Obreros de
la Luz -entre cuyos miembros se encontraba Julio Sanguily -, la cual
colaboró con la revolución portando documentos y mensajes para la
preparación de la Guerra Chiquita y más tarde proporcionó ayuda a
Calixto García para su salida del país. También con fines parecidos se
crearon las logia Plus Ultra y Evolución, esta última aglutinadora de
muchos de los inquietos jóvenes de la Acera del Louvre.
Es en esta época cuando se reestructura
la masonería simbólica, pues tras sucesivas fusiones entre las Grandes
Logias, en 1891 surge la Gran Logia de la Isla de Cuba como único y
soberano organismo simbólico. Al año siguiente se logra también la
integración de un único Supremo Consejo para regir la masonería de Altos
Grados.
Logias en el exilio
En la emigración se constituyeron
también núcleos fraternales que mucho aportaron a la causa de la
independencia. En Cayo Hueso se funda la logia Félix Varela No 64 y más
adelante la Francisco Vicente Aguilera, de la cual es electo V.M. el
patriota Fernando Figueredo Socarrás. En Nueva York trabaja La
Fraternidad No 387, a la que pertenecerían Benjamín J. Guerra y Gonzalo
de Quesada y Aróstegui, tesorero y secretario, respectivamente, del
Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí, quien a su vez se había
iniciado en España, desde muy joven, en la logia Armonía.
Con todos estos datos es de suponer que
no sólo los tabaqueros fueran grandes colaboradores del empeño martiano,
sino que los masones exiliados hayan constituido también un pilar
importante en la preparación de la guerra necesaria.
Más adelante, cuando se decide el
levantamiento de 1895, es Juan Gualberto Gómez, patriota y masón, a
quien designa Martí para iniciar el alzamiento en Cuba y son ilustres
patriotas y masones los firmantes del Manifiesto de Montecristi.
Al estallar la guerra el gobernador
general prohibió las reuniones masónicas a pesar de que la Gran Logia se
había declarado poco antes ajena a toda controversia política.
La bandera cubana y los símbolos masones
La bandera que hoy representa la
nacionalidad cubana había ondeado por primera vez el 19 de mayo de 1850
en la bahía de Cárdenas, donde desembarcó Narciso López al mando de una
expedición de 600 hombres. La empresa fracasó en sus objetivos pero
López repetiría su intento, lo que finalmente le costaría la vida, pero
su muerte consagraría la bandera que con tanto amor había creado.
Hoy es bastante conocido quien fue el
autor del estandarte aunque es menos divulgada su génesis, inspirada en
la simbología masónica.
Según testimonio de Cirilo Villaverde, a
principios de 1849 acostumbraban a reunirse, en la casa del también
masón y poeta Teurbe Tolón, varios cubanos partidarios de la causa
separatista. En una de estas tertulias se comenzaron a manejar ideas
para la elaboración del pabellón cubano. Narciso López propuso tres
franjas azules en campo blanco, representativas de las tres regiones
militares en que se dividía el país. Para el color rojo, según
Villaverde (…) “López, que era francmasón, naturalmente optó por el
triángulo equilátero” (5), que simboliza la grandeza del poder que
asiste al Gran Arquitecto del Universo y cuyos lados iguales aluden a la
divisa masónica de libertad, igualdad, fraternidad y a la división
tripartita del poder democrático.
La estrella de cinco puntas significa la
perfección del maestro masón: la fuerza, la belleza, la sabiduría, la
virtud y la caridad. La bandera comprende además en su integración los
tres números simbólicos. El tres (tres franjas azules) representa la
armonía perfecta; el cinco, resultado de la suma de todas las franjas,
significa el espíritu vivificador, que perpetúa la naturaleza; y el
siete que se obtiene al sumar el triángulo y la estrella es un número
considerado divino por los judíos y los griegos.
Como Antiguos Límites se conoce el conjunto de principios, costumbres y tradiciones que definen las obligaciones de un masón. Entre ellos se cuenta el secreto masónico -que se refiere al ritual y al conocimiento simbólico que adquieren los masones según van ganando grados-, y la integración por varones adultos que respeten la moral.
Como Antiguos Límites se conoce el conjunto de principios, costumbres y tradiciones que definen las obligaciones de un masón. Entre ellos se cuenta el secreto masónico -que se refiere al ritual y al conocimiento simbólico que adquieren los masones según van ganando grados-, y la integración por varones adultos que respeten la moral.
Masonería en la república
Al concluir el coloniaje español, la
masonería cubana comienza una nueva etapa. Durante todo el período
anterior ha debido luchar por definir los límites entre el escocismo y
el simbolismo, se ha enfrentado a persecuciones políticas, y en no pocas
oportunidades ha facilitado actividades conspirativas de los criollos
y, sólo ahora, después de cuatro años de receso forzoso, pero
favorecidos por las nuevas circunstancias, podrá ocuparse de poner orden
en su propia casa y precisar su destino.
En la revista La Gran Logia del 1 del
junio de 1900 aparece un artículo que, aunque limitado en sus objetivos,
definiría la línea principal del trabajo que se proponen realizar para
contribuir a la recuperación del país: “…La misión de la Masonería ha de
ser puramente de consejo, su potencia directa no alcanza más que a sus
miembros; su esfera de acción en la sociedad no puede ir, como auxiliar,
más allá de la educación y la beneficencia. ..”
Aunque al reanudarse las labores
masónicas, una de las mayores dificultades que debían resolver los
afiliados era la falta de recursos, la institución se dedicó a crear
condiciones decorosas para sus instalaciones y emprendió variadas obras
que respondían a los intereses expuestos.
En 1917 los masones salvan de la quiebra
al asilo de niños y ancianos La Misericordia que existe hasta hoy con
el nombre de Hogar Nacional Masónico Llansó y más adelante asumen obras
como el amparo a la Casa de Beneficencia de Matanzas y del Asilo para
niños José María Casal, además de la creación del Auxilio Masónico, como
una forma de ayudar a los familiares de masones fallecidos, que aún hoy
subsiste.
Asimismo se crean diversas
instituciones, como las Agrupaciones Masónicas, el Zapato Escolar y el
Traje Masónico -ambas con el objetivo de ayudar a las escuelas públicas y
a las familias de escasos recursos-, la Escuela Nacional Masónica, para
niños huérfanos de padres masones, y la Universidad Masónica José
Martí, todas como una forma de cooperar con la causa de la educación en
el país.
También se organizó la Asociación de
Jóvenes Esperanzas de la Fraternidad con el propósito de velar por el
desarrollo moral, físico e intelectual de los jóvenes.
Desde el punto de vista organizativo es
palpable la recuperación de la masonería cubana. La Gran Logia y el
Supremo Consejo del grado 33 para la República de Cuba ratifican y
amplían el Tratado de Amistad y Reconocimiento mutuo que existía entre
ellos, y en 1947 quedaron definitivamente solucionadas algunas
divisiones que debilitaban internamente ambos cuerpos.
En la década del cincuenta se construye
el Gran Templo sede de la Gran Logia, donde radican hasta hoy
dependencias tan importantes como el Museo Masónico –que atesora
diversos objetos relacionados con la historia del país–, y la Biblioteca
de la Gran Logia.
El prestigio y el reconocimiento social
que alcanzó la masonería le posibilita aumentar su influencia en la vida
del país. Así lo demuestra su intervención opositora al Proyecto de
Reforma Educacional de 1956, que reclamaba la inclusión de la enseñanza
religiosa en la educación oficial. En consecuencia con sus principios de
libertad religiosa, los masones hicieron pública una declaración en
defensa del laicismo y salieron airosos en su reclamo.
Pero hubo otras circunstancias que
exigieron de los masones nuevas definiciones. Uno de estos momentos fue
en 1933, cuando Lisardo Muñoz Sañudo, gran comendador, dirige una carta
al presidente de la República Gerardo Machado donde le dice claramente
que ya Cuba no lo quiere en este puesto y “Como cubano, como masón y
como miembro de este Supremo Consejo” le pide que decline en otro
ciudadano la dirección del país. Al negarse a esta petición, Machado es
expulsado de la masonería y con esta actitud la institución demostraba
que aunque sus leyes le prohiben inmiscuirse en política y oponerse al
gobierno del país donde radica, sus raíces se sustentan en principios
democráticos inalienables.
Una situación parecida vuelve a
presentarse en 1956. A los pocos días del golpe de estado de Fulgencio
Batista, los masones elaboraron un documento en el que se le proponía al
sargento devenido general una fórmula para regularizar la situación a
través de elecciones en las que no debían participar ninguno de los
golpistas. La gestión fue infructuosa pero en repetidas ocasiones la
masonería, sin transgredir sus leyes internas, hizo público su
desacuerdo con la violencia que se entronizaba en el país y que, según
el mensaje leído por el G. M. Piñeiro del Cueto, en la IV Conferencia
Interamericana de la Masonería, ponía en peligro las instituciones
republicanas.
A diferencia de lo sucedido en el pasado
siglo, respetando su regularidad, la masonería no promovió
conspiraciones desde su propio seno, aunque en reiteradas ocasiones hizo
pública su preocupación por la situación interna y reclamó garantías
ciudadanas para los opositores al régimen. También existen testimonios
de la ayuda que, en forma clandestina, le proporcionó a perseguidos por
causas políticas.
Masonería y revolución
Durante los primeros años la masonería
respalda al nuevo gobierno y sus medidas revolucionarias, pero la
radicalizació n del proceso trae como resultado que algunos de sus altos
funcionarios abandonen el país. El exgran maestro J. J. Tarajano funda
en Estados Unidos la Gran Logia de Cuba en el exilio, que fue reconocida
en la Conferencia de Grandes Maestros celebrada en Washington.
Los masones cubanos proclaman que la
Gran Logia con sede en La Habana es la única y verdadera representació n
de la masonería regular cubana y este hecho finalmente es reconocido en
la V Conferencia de la Confederación Masónica Interamericana.
Al margen de este proceso la masonería
continúa apoyando las medidas tomadas por el gobierno revolucionario a
favor del pueblo, no obstante, en este período comienza para ella una
etapa de decadencia. Disminuyeron sensiblemente sus recursos financieros
y vieron limitadas muchas de sus gestiones filantrópicas de carácter
privado, debido a los profundos cambios ocurridos en el país. A esto se
suma el éxodo hacia el exterior de una parte de sus miembros, mientras
que muy pocos jóvenes se interesaban por ingresar en la institución y
preferían dedicarse por entero a un proceso que prometía cumplir con
creces todo aquello que los masones han enarbolado siempre como su mayor
divisa: Libertad, igualdad, fraternidad. De 34 mil miembros en 1959, la
cifra se había reducido a 19.582 en 1981. Pero cuando parecía que el
destino de la masonería en Cuba era languidecer calladamente hasta su
total extinción, comienzan a registrarse signos de recuperación. A
partir de 1982 se advierte un ligero crecimiento que ya no se detendrá
hasta el presente, cuando su membresía asciende a más de 24 mil
afiliados. Antiguos masones que permanecían “dormidos” retornan a las
sesiones regulares y actualmente se encuentran pendientes de trámites y
aprobación alrededor de 1.500 nuevas solicitudes de ingreso que
corresponden en su mayoría a jóvenes, entre los que se cuenta un buen
número de profesionales.
Este fenómeno no responde al azar y
tiene causas bien definidas. En entrevista con el gran maestro de la
Gran Logia de Cuba de A.L. y A.M., Eriberto Saborit Verdecia, este
afirma que dicho crecimiento puede derivarse en gran medida de la
apertura que en los últimos años ha mostrado la revolución hacia algunas
instituciones no gubernamentales, de carácter religioso o no.
“Esta nueva postura disminuye el rechazo
y la presión social que antes se manifestaba hacia los masones o
personas que profesaban alguna creencia religiosa y ahora la gente
limita mucho menos sus afiliaciones en uno u otro sentido”.
También es posible pensar que tanto en
el resurgir de la masonería –como en el de las diversas religiones que
se profesan en el país- estén influyendo otros muchos y complejos
factores que tienen su origen en la peculiar situación económica, social
y moral que atraviesa el país.
Para el gran maestro, el Templo Masónico
es “como un oasis de paz, amor y tolerancia, en cuyas puertas se dejan
las malas pasiones. Ahora más que nunca puede hablarse de una verdadera
hermandad dentro de la masonería, ya que la gente no viene a buscar nada
material. Aquí no damos privilegios ni posición social. Todo lo que
hacemos es luchar por mejorar lo que nos rodea”.
El soberano gran comendador del Supremo
Consejo del Grado 33, Jesús Armada Pena ya había formulado un criterio
que completaba esta idea al decir para la revista La Gran Logia que en
los templos se preservan valores morales y espirituales de la humanidad
que en el “mundo profano” se han deteriorado un poco. Los que quieran
ingresar a la institución deben ser hombres íntegros, dispuestos a ser
consecuentes con esa línea de conducta, y a luchar por
autoperfeccionarse.
Los masones están seguros de que, a
pesar de sus antiguos ritos y con independencia del sistema social que
exista en el país, la masonería no resulta anacrónica: por la ética de
sus postulados, por su colectivismo y porque su finalidad de buscar la
superación del hombre es inagotable. De ahí proviene su optimismo al
valorar el futuro de la masonería en la isla, “…la institución que más
elementos ha aportado a la independencia, la libertad, la cultura y el
progreso de Cuba…” (6)
Dr. JORGE DOMINGUEZ 33
(jorgedf@finlay.cmw.sld.cu)
(jorgedf@finlay.cmw.sld.cu)
Notas
(1) La denominación “de Colón” alude al territorio descubierto por el gran almirante Cristóbal Colón.
(2) Torres-Cuevas, Eduardo, Antonio Maceo, las ideas que sostienen el arma. Editorial Ciencias Sociales. p. 29.
(3) Idem, p. 25.
(4) Idem, p.30.
(5) Ponte Domínguez, Francisco J. La masonería en la Independencia de Cuba. La Habana, 1954. p. 44.
(6) Acuerdo tomado por el Primer
Congreso Nacional de Historia, celebrado en La Habana en 1942 que
proclama a la masonería como la institución que más elementos ha
aportado a la Independencia, la libertad, la cultura y el progreso de
Cuba.
Vocabulario
Carta patente: La
implantación de las logias en un país debe comenzar necesariamente por
la tutela de una Gran Logia extranjera, normalmente de un país vecino.
Al documento que hace oficial la autorización se le llama Carta patente.
Una vez fundada la Gran Logia de ese país ella misma puede extender las
cartas patentes de su jurisdicción.
Carta dispensa: Cuando
el documento para fundar una nueva logia por razones determinadas lo
entrega un Gran Maestro y no una Gran Logia, lo que requeriría mayores
trámites.
GADU: Estas siglas corresponden a Gran Arquitecto del Universo y es el nombre con el que los masones se refieren a Dios.
Logia: Lugar donde se reúnen los masones.
Profanos: Que no son masones.
Templo: Logia. Referencia simbólica al Templo de Salomón.
Bibliografía
Fernández Callejas, Roger. Historia moderna de la Francmasonerí a en Cuba. La Habana, 1944.
Miranda Alvarez, Aurelio. Historia documentada de la masonería en Cuba. La Habana, 1933.
Ponte Domínguez, Francisco J. Historia de la masonería del Rito Escocés en Cuba. La Habana, 1961.
La masonería en la Independencia de Cuba. La Habana, 1954.
Reyna Dubois, Emilio Jorge. Apuntes para un centenario.
Santaella Blanco, Antonio. La Masonería en la Revolución Cubana.
Torres-Cuevas Eduardo. Antonio Maceo, las ideas que sostienen el arma. Editorial Ciencias Sociales.
Revista La Gran Logia, años 1899, 1900, enero 1966, agosto y octubre 1989, septiembre, octubre, noviembre y diciembre 1995, febrero 1996.
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Revista Mundo Masónico, nros. Enero-Febrero 1959; Mayo-Abril 1959; Septiembre-Octubre 1961.
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