La crisis de las 629 personas a bordo del 'Aquarius' ha reabierto el
debate sobre la solidez de la solidaridad europea y las capacidades para dar
una respuesta común al asilo y la migración desde los valores humanitarios
de Europa, como ya se planteó en 2015. Aquel año, Europa
tuvo que hacer frente al mayor desplazamiento masivo de personas desde la
Segunda Guerra Mundial que huían de la guerra y el terror en Siria y otros
países en conflicto. En 2015, la cifra de solicitantes de asilo en Europa
alcanzó su máximo histórico, con 1,3 millones de personas.
En aquel contexto, el Gran Consejo Rector de la Gran
Logia de España expresó la puesta a disposición de la Masonería Española para
contribuir a la acogida de refugiados. La Masonería, que prohíbe en su seno
cualquier debate sobre política o religión, sólo se manifiesta ante cuestiones
que afectan a la esfera de los principios y valores fundamentales de las
sociedades democráticas. “Los
masones de la Gran Logia de España no podemos ni queremos permanecer insensibles
o cruzados de brazos. Fieles a nuestra propia exigencia de ser buenos
ciudadanos y personas solidarias, queremos contribuir a que encuentren una
digna acogida quienes, sin apenas nada material, tienen que enfrentarse al
exilio”, decía la Masonería Española.
Esta presión migratoria llevó a los miembros de la
Unión Europea a acordar reubicar a 160.000 solicitantes desde Grecia e
Italia, países de primera llegada, antes de septiembre de 2017 a través de un
sistema de cuotas que tuvo en cuenta el tamaño de la economía, la población, la
tasa de desempleo y la presión migratoria. Cuando se cumplió el plazo, sólo
Malta cubrió su cuota. Seis países -Austria, Dinamarca, Eslovaquia, Hungría,
Polonia y República Checa- no aceptaron el mecanismo de reparto. En el caso de
España, el porcentaje de cumplimiento se situó en el 11%, sólo por
encima de Croacia y Bulgaria.
Fuente: El Oriente. Segunda época N° 220
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