
Jerónimo Saavedra (Las Palmas de Gran Canaria, 1936) ha sido
diputado, senador, ministro de Administraciones Públicas y de Educación,
alcalde, presidente autonómico, profeta en su tierra... y es masón.
Doctor en Derecho, socialista de los de antes, le abocó a la masonería
la tradición familiar. Pero también y sobre todo su hambre de
perfeccionamiento y de excelencia. Su afán de bien común. Esa cosa tan
rara de entender y hasta de imaginar en la clase política de hoy, se sea
casta o se sea descastado.
Yo de la masonería oí siempre
hablar a mi madre. Ella hablaba mucho de su padre, mi abuelo, quien fue
jefe militar en la isla de La Palma a finales del siglo XIX. Era un
militar muy de Prim, muy liberal, le reconocieron los servicios
prestados a la causa de la libertad en un reconocimiento firmado por el
propio Prim, sus servicios prestados a la Gloriosa. Era este abuelo mío
de origen malagueño, de un pueblo próximo a Ronda. Acabó su carrera en
la isla de la Palma, donde se casó con mi abuela y sin ir más lejos fue
fundador de la Cruz Roja en la isla. Su inquietud cívica y cultural
estaba bien clara.