Después
de ordenar Dios a Noé y a toda su familia abandonar el Arca y hacer descender a
cuantos animales había refugiado en ella durante el diluvio, Dios bendijo a Noé
y a sus hijos, y les dijo:
"…
Vosotros, pues, procread y multiplicaos, pululad sobre la tierra y dominadla…
En cuanto a mí, he aquí que voy a establecer mi pacto con vosotros y con
vuestra descendencia… y con todos los seres vivientes que con vosotros hay… y
no será más exterminada criatura alguna por las aguas del diluvio, ni habrá más
diluvio para exterminar la tierra."
Y añadió Dios:
Y añadió Dios:
"Esta
es la señal del pacto que por generaciones eternas establezco entre mí y
vosotros y todos los seres vivientes que con vosotros existen: he colocado mi
arco en las nubes para que sirva como señal de alianza entre mí y la tierra… y
cuando yo agolpe nubes sobre la tierra aparecerá el arco en las nubes; y
recordaré la alianza que hay entre mí y vosotros… y las aguas no servirán más
de diluvio para destruir todo mortal; pues aparecerá el arco en las nubes y lo
veré, recordando el pacto eterno entre Dios y todos los seres vivos…". Y
aún dijo Dios a Noé: "Esta es la señal de mi alianza, que he establecido
entre mí y todo mortal que sobre la tierra existe". Génesis 9, 1-17.
A
este arco dio su nombre la diosa Iris, en cuyo árbol genealógico podemos
observar que en ella se mezclan los cielos, la tierra y las aguas, lo que le
otorga la naturaleza de mensajera de los dioses. Se la representa como una
hermosa joven alada que frecuentemente lleva mensajes de los dioses a los
hombres.
Ya con
el nombre de Arco Iris vuelve a mencionársele en el Antiguo Testamento, en el Eclesiástico
de Ben Sirac, alabando la Gloria de Dios, con estas palabras:
Mira
el arco iris y a su Hacedor bendice, ¡qué bonito en su esplendor! Rodea el
cielo con aureola de gloria, lo han tendido las manos del Altísimo. (43, 11-12).
Y más
adelante, elogiando a los patriarcas:
… como
el sol que brilla sobre el Templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina
las nubes de gloria. (50, 7).
El
arco iris tiene seis colores que representan literalmente las diferentes
radiaciones de que se compone la luz solar: tres colores primarios, el azul el
amarillo y el rojo, y tres colores complementarios, el anaranjado, el violeta y
el verde.
Podemos
representarlo geométricamente colocando los tres colores primarios en los
vértices de un triángulo y los tres complementarios respectivos en los vértices
de otro triángulo inverso con respecto al primero, de modo que cada color
primario y su complementario quedan situados en dos puntos diametralmente
opuestos. La figura resultante es la de la Estrella de David, o "sello de
Salomón" en la que la tríada primordial se refleja en la creación como en
un espejo.
Si
se traza la circunferencia que circunscribe a este doble triángulo, cada uno de
los colores complementarios ocupará en ella el punto medio del arco comprendido
entre los puntos donde se sitúan los dos colores primarios de cuya combinación
surge (y que son los dos colores primarios distintos de aquel que tiene por
complementario el color considerado).
Si
unimos ahora cada color primario con su complementario, obtendremos una rueda
de seis rayos, representación plana de las seis direcciones del espacio (arriba
y abajo, adelante y atrás, derecha e izquierda), que se oponen dos a dos
mediante tres rectas que se extienden desde el centro (correspondiendo a las
tres dimensiones del espacio).[1]
Los
tres diámetros de la rueda de seis rayos son los que unen los vértices opuestos
de los dos triángulos del "sello de Salomón". La correspondencia
entre las seis direcciones y los seis colores es exacta: las dos
representaciones se identifican.
Al
igual que el papel que el centro desempeña respecto a las seis direcciones del
espacio, el centro de la figura que representa a los seis colores del arco iris
está situado en el punto en el que los aparentes opuestos (que son en realidad
complementarios) se resuelven en la unidad. Este séptimo término no es
verdaderamente un color, como el centro tampoco es una dirección. Así como el
centro es el principio originario del espacio, con las seis direcciones, así
también dicho término ha de ser el principio del que derivan los seis colores y
en el cual están sintéticamente contenidos. Este color es el blanco, incoloro,
como el punto es adimensional. Todos los colores son en realidad una refracción
de la luz blanca, así como las direcciones del espacio son el desarrollo de las
posibilidades contenidas en un punto primordial. Sería pues el blanco, el
supuesto Séptimo color del Arco Iris y no el índigo, reconocido popularmente
como tal, ni ningún otro color.
El
arco iris se considera un símbolo genérico de unión entre el cielo y la tierra.
En este sentido su simbolismo podría asemejarse al del puente, vehículo de
unión entre cielo y tierra y por lo tanto símbolo axial que une y a la vez
separa sutilmente los mundos, unidos al comienzo y separados por el mismo hecho
de la manifestación. A pesar de esta consideración genérica, no parece que haya
una identificación verdadera entre ambos símbolos. Precisamente la
consideración bíblica que el arco iris tiene de alianza entre Dios y el Hombre,
lo relaciona más bien con las corrientes cósmicas por las cuales se opera un
intercambio de influjos entre el cielo y la tierra antes que con el eje por el
que se realiza una comunicación directa entre los diferentes estados. En este
sentido su simbolismo se asemejaría al de la lluvia, el rocío y la propia luz,
cuyo poder vivificante representa exactamente el poder de los influjos celestes
o espirituales.
En
este sentido cabe considerar que para que el efecto del arco iris se produzca
debe haber agua en suspensión, la cual ha de ser iluminada por el sol y el
hombre-observador debe encontrarse entre el agua y el sol. Para que esta
cortina de agua se encuentre en forma de nube, elevada, debe haberse producido
el fenómeno de la evaporación, o atracción del agua hacia el sol, su depuración
y vivificación. Este agua retornará en su momento a la tierra en forma de
lluvia. El arco iris pone de manifiesto la naturaleza del plano intermedio, el
plano de las aguas, uniendo y separando el mundo espiritual del mundo material.
En él se producen fenómenos naturales de conexión entre su plano superior e
inferior, poniéndose de manifiesto el papel que al hombre le corresponde de
enlazar él mismo ambos mundos mediante el Conocimiento: El fenómeno del arco
iris es virtual, potencial, debiendo existir un observador en un punto
determinado para poder apreciarse su manifestación. Esto supone que cada
observador está percibiendo verdaderamente un arco iris distinto, incluso que,
en la medida que nos movemos o desplazamos, estamos viendo una manifestación
distinta de este fenómeno, otro arco iris, podríamos decir.
Como
símbolo sagrado, el arco iris puede revelarnos la Idea que encarna, Idea que él
mismo vela mediante su forma y manifestación particular. A su meditación,
estudio y contemplación activa, es nuestro propósito dedicarnos, con la
esperanza de lograr utilizarlo como vehículo en este viaje iniciático al que
hemos sido invitados y a cuya llamada deseamos ardientemente responder.[2]
NOTAS
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario