Ancianos nazis asesinados a quienes les arrancaron los dientes, religiosos jesuitas, órganos represivos de la dictadura y recorridos por catacumbas subterráneas de la iglesia de los sacramentinos, forman parte de la entretenida ficción que construye el escritor Carlos Basso y que pretende replicar los éxitos editoriales de "Logia" de Francisco Ortega y "La Historia secreta de Chile", de Jorge Baradit. El libro se lanza oficialmente este sábado 31 en la Feria Internacional del Libro de Santiago.
En una misma mañana dos ancianos de origen alemán en Santiago y uno
en Concepción son degollados. A los tres les arrancaron los dientes.
Bajo la axila tenían tatuajes crípticos con el grupo sanguíneo, a la
manera en que eran tatuados los oficiales de las unidades de élite de la
Alemania Nazi para proceder rápidamente a la transfusión de
sangre cuando resultaban heridos.
Con esta historia, repleta de intrigas y cruentos crímenes, se inicia Código Chile, la
nueva novela de Carlos Basso, profesor de periodismo de investigación
de la Universidad de Concepción, que combina misterio,
suspenso, esoterismo nazi e historia; una ficción con la que editorial
Penguin Random House pretende replicar los éxitos comerciales de Logia, de Francisco Ortega y editorial Planeta y de La Historia Secreta de Chile, de Jorge Baradit, Editorial Sudamericana.
Desde las catacumbas subterráneas de la iglesia de los sacramentinos,
hasta la tumba secreta de La Quintrala bajo el centro de Santiago,
Basso construye una entretenida ficción que revela misterios secretos de
la historia de Chile y que se lanza oficialmente este sábado 31 en la
Feria Internacional del Libro de Santiago.
—¿Qué hay en común en Código Chile, Logia de Francisco Ortega y La historia secreta de Chile de Jorge Baradit?
—Que somos parte de una generación de tipos que crecimos en la
dictadura, que hoy somos cuarentones y que de niños alucinábamos con las
historias de nazis, ovnis y mitos en general. Lo de la ciudad de los
Césares, que Pancho trabaja en “Logia”, es un tema que también me
apasiona y que, de hecho, cito en una crónica de 2013 que
escribí yo mismo para este diario. Se tratan de historias que
no formaron parte de la enseñanza formal. De hecho, recuerdo muy bien
cuando en el colegio, en los años ’80, nos explicaron con detalle la
historia de la ciudad de El Dorado y de cómo esta influyó en la
colonización de América y la expansión de los españoles cada vez más al
sur, pero resulta que nunca nos hablaron de la Ciudad de los Césares,
¡el mito más increíble y rico que existe en Chile!
—En este libro, los misterios componen el plato fuerte...
—Lo que hago es proponer al lector un pacto ficticio que descansa en
historias, lugares y símbolos que son reconocibles para todos nosotros,
pues todo en ella dice relación con Chile, con sus tradiciones, con su
pasado reciente y lejano… y también con algunos enigmas que se han
silenciado durante años. De muestra un botón: uno de los principales
escenarios de mi novela es el Cementerio General de Santiago, a mi gusto
uno de los lugares más increíbles de Chile y entre otras cosas que se
relatan en el libro, está lo relativo a la tumba del padre del
periodismo chileno, el sacerdote Camilo Henríquez, creador de la Aurora de Chile. Pues
bien, religioso católico como lo fue, en su tumba no hay ni una sola
cruz y, por el contrario, hay un obelisco, una columna solitaria que en
realidad revela su filiación francmasónica, sobre la cual es muy poco lo
que se ha hablado…
—Sin ir más lejos, uno de tus protagonistas es un religioso jesuita
—La historia de esa orden es muy interesante y de ella se han
efectuado muchos paralelos con los templarios y con la francmasonería,
los que se explican en la novela con bastante detalle. Sin embargo,
quizá más determinante que eso es el hecho de que los jesuitas han sido
desde siempre un poder muy importante en Chile, por lo cual no soy el
primer autor que escribe sobre ellos. Uno de los best sellers más
importantes del siglo XIX, quizá solo superado en popularidad por
“Martín Rivas”, fue El subterráneo de los jesuitas, de Ramón Pacheco. Ah, y varios siglos antes de eso, otro best seller fue la Histórica relación del Reyno de Chile,
escrito por Alonso de Ovalle, quien se convierte también en un pivot en
mi ficción, utilizando para ello la relación de amistad que Ovalle
mantuvo en Roma con uno de los sabios más grandes de su época, el
también jesuita Atanasius Kircher, un hombre increíble, que escribió
sobre la Atlántida y que es fundamental en la novela, debido a un
episodio de su vida que utilicé en la estructura de la historia.
—También aparece La Quintrala…
—Juego con la ubicación del cadáver de La Quintrala, a partir de los
datos que entrega Vicuña Mackenna. Así, mis personajes sostienen que su
cadáver -que nunca ha sido hallado- descansaría en una cripta
subterránea ubicada en Estado 215, al frente de la iglesia de Los
Agustinos, en pleno centro de Santiago, lugar donde se ubicaba una de
las casa solariegas de la familia Lisperguer, apellido alemán deformado
fonéticamente de Leisperberg.
—¿Pero de esta Quintrala, no recoges solo su crueldad?
—No, a ella le debemos más que el estereotipo de
mujer cruel. Ella era la mujer más rica de Santiago. Su esposo era el
alcalde y ella descendía de una princesa inca, que según Vicuña Mackenna
era propietaria de las tierras que iban desde Talagante a Cauquenes,
además de lugares como La Calera, Tango, que actualmente es San
Bernardo, Llolleo y otros. Asimismo, eran los dueños de Tobalaba, la
Reina, Providencia, Pudahuel y la llamada Estancia del Mar… es decir,
Viña del Mar. Por eso, cuando fue formalmente acusada de 14 homicidios,
terminó siendo absuelta luego de que corriera mucho dinero de por medio.
¿Y qué salió de allí? La máxima popular que escuchamos todos los días,
aquella de que en este país la justicia se compra con dinero. Toda esa
historia está contada con bastante detalle en el libro.
—En estas intrigas, además combinas a los nazis con agentes de seguridad de Pinochet
—Una de las cosas Pinochet decidió que no había que contarnos en los
años ’70 y ’80 fue la penetración del nazismo en Chile en la época de la
Segunda Guerra Mundial, tema sobre el cual he investigado mucho, al
punto que tengo un libro de no ficción que aborda dicho tópico, América nazi.
Quizá uno de los hechos más sorprendentes de todo ello es que la
Ahnenerbe; es decir, la sección de las SS que buscaba artefactos
místicos en todo el mundo, también efectuó varias operaciones en América
Latina. Respecto de la DINA, creo que es necesario ya comenzar a
ficcionar también nuestro pasado reciente y, al mismo tiempo, recordar
cómo operó esa asociación ilícita que tanto daño causó, y cuyas
actuaciones rayaban en lo kafkiano, al igual que en el caso de los
nazis.
—La portada del libro se ve la Basílica de los sacramentinos y una swástica encima. ¿A qué corresponden los símbolos que aparecen en el fondo?
—Sin adelantar mucho de la novela, te cuento que se trata de las
grafías que aparecen en el manuscrito Voynich, un libro muy extraño que
fue encontrado a inicios del siglo XX en una subasta de libros de una
biblioteca jesuita en Roma, y que se denomina así por el nombre del
librero que lo adquirió, Wilfried Voynich. Ese libro está escrito en un
idioma que nadie ha podido descifrar aún y se encuentra en la biblioteca
Beinecke, de la Universidad de Yale. De acuerdo a algunas
interpretaciones, en una de sus secciones, que parece ser de botánica,
habría dibujos de plantas que solo crecen en América Latina, pero el
problema es que por el tipo de tintas y papel utilizado en el libro,
este habría sido escrito antes de 1492; es decir, antes de la llegada de
Colón a América…
—Para encontrar las simbologías tuviste que recorrer mucho, supongo. ¿Cómo fue ese proceso?
— Caminé por todo Santiago. Llegué a acumular cerca de 6 GB de fotos y
videos, los que me permitieron contar la historia que quería con el
máximo de verosimilitud que pude, en lo relativo a los lugares en los
cuales transcurre la historia, algunos de ellos sencillamente fuera de
serie… Y ya que mencionaste la Basílica de los Sacramentinos, creo que
allí se encuentra el sitio más impresionante de Santiago. Más que la
basílica en sí, que es bellísima e imponente, lo que me dejó sin aliento
fue la visita que conseguimos con Andrea Viu (editora de Alfaguara) a
la capilla subterránea que posee la basílica, un lugar enorme, lleno
mármoles finísimos y de una arquitectura ojival imponente, que hace
olvidar que uno está en Santiago, generando la impresión de encontrarse
en una enorme catacumba romana, y todo eso a solo 10 cuadras de La
Moneda…
Fuente: http://www.elmostrador.cl/cultura/2015/10/27/codigo-chile-el-thriller-conspirativo-que-une-secretos-vaticanos-nazismo-y-simbologia-criptica-en-santiago/
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