Proverbio egipcio

“El reino de los cielos está dentro de ti; aquel que logre conocerse a sí mismo, lo encontrará” Proverbio egipcio

sábado, 17 de enero de 2015

Elementos: principios fundamentales que constituyen el universo



Los principios fundamentales que constituyen el universo, aunque se les asignaban a menudo correspondencias con diversos fenómenos de otras áreas del ser, son cuatro. La doctrina china de los elementos se originó en el II milenio a. de C. y consideró el agua, el fuego, la madera, el metal y la tierra, los cuales estarían relacionados con una estación del año y una dirección o punto cardinal; al agua le corresponden el número 1, los abismos, el invierno, el norte; al fuego el 2, las alturas, el verano, el sur; a la madera el 3, la primavera, el este; al metal el 4, el otoño, el oeste; a la tierra te corresponde el 5 y es además el elemento mediador.



Casi todas las demás culturas y entre éstas los griegos (el primero de ellos Empédocles) distinguieron 4 elementos: fuego, agua, aire y tierra, añadiéndose a partir de Aristóteles el que algunos consideraron «quinto elemento», el éter, que como envoltura radiante del aire que envuelve a su vez a la tierra participaba de ésta y de aquél.

Para los griegos, el agua procede del frío y la humedad, el aire de la humedad y el calor, el fuego del calor y la sequedad, y la tierra de la sequedad y el frío; estableciéndose así un movimiento cíclico que une los cuatro elementos. Igualmente, cada uno representa un estado: líquido (agua), gaseoso (aire), ígneo (fuego) y sólido (tierra). Visto así, tenemos una concepción evolutiva donde el desarrollo del ciclo comienza con el primer elemento (agua) y termina con el último (tierra), pasando por los intermedios (aire y fuego). Todo ello para crear una concepción cuaternaria como las cuatro edades del hombre: infancia, juventud, madurez y ancianidad. También la doctrina de los temperamentos puso los 4 elementos en correspondencia con los 4 temperamentos: el agua con el flemático, la tierra con el melancólico, el fuego con el colérico y el aire con el sanguíneo. Y lo mismo las 4 edades del hombre, los humores y los órganos corporales, las 4 divisiones del día y las 4 estaciones del año (como en China).

C.G. Jung alude a estas antiguas clasificaciones y da como principios activos y masculinos el fuego y el aire, como pasivos y femeninos el agua y la tierra.

Los francmasones también relacionaron los 4 elementos con las etapas del desarrollo espiritual humano: el hombre nace de la tierra y se purifica al paso por el aire, el agua y el fuego.

El Renacimiento gustó de personificar los elementos en divinidades antiguas: la tierra en figura de Cibeles, el agua en Neptuno, el aire en Juno y el fuego en Vulcano.

Los alquimistas admitieron además de los 4 elementos de la filosofía natural griega otros 3 elementos “filosofales”: la sal, el azufre y el mercurio.

En la concepción macrocosmos-microcosmos, los 4 elementos desempeñan una función esencial ya que son ellos los que hacen posible una cosmovisión integrada mediante sus diversas combinaciones y permiten explicar la constitución del microcosmos humano así como la formación del macrocosmos universo.

La doctrina de los elementos la recibe Occidente de la Antigüedad griega, especialmente de Tales de Mileto y Empédocles, y da pie a numerosas especulaciones, analogías, correspondencias, imágenes simbólicas, al acervo alquímico, a las combinaciones numerológicas.

Presenta especial interés el diagrama de los 4 elementos representado en un fresco de la cripta en la catedral de Anagni (al sur de Roma), el cual describe las relaciones entre los elementos según la interpretación hipocrática (ver imagen). Lo más notable son las especulaciones numerológicas que contiene, según las cuales se asignan a la tierra y al fuego los cubos de los números elementales, el femenino 2 (por tanto 2 x 2 x 2 = 8) y el masculino 3 (o sea 3 x 3 x 3 = 27); en cuanto a los valores numéricos para el aire y el agua resultan de multiplicar por 3 y por 2 los cuadrados de los mismos números (es decir 2 x 2 x 3 = 12 y 3 x 3 x 2 = 18). Mediante diferentes combinaciones pueden representarse todas las asociaciones imaginables entre los elementos.
Malletes / Isidro Toro

Imágenes:
-El hombre en la intersección de los cuatro elementos. Xilografía de H. Weidlitz en Historia Naturalis v. C. Plinius Secundus, Frankfurt, 1582
- Esquema de los elementos en la catedral de Anagni (sur de Roma)

Bibliografía
Alfonso Serrano Simarro y Alvaro Pascual Chenel. Diccionario de Símbolos. Editorial LIBSA. Madrid 2005
Udo Becker. Enciclopedia de los símbolos. Robin Book. Barcelona, España. 1996


No hay comentarios.:

Publicar un comentario