«En el nombre
de Dios, el Misericordioso, el Compasivo, Dios de los mundos, ¡oh, Eterno!
fortalécenos por la luz, afírmanos en la luz, reúnenos a la luz. Haz que el
término de nuestra búsqueda sea encontrar tu agrado y que nuestro supremo fin
sea el que nos prepara a tu reencuentro. Somos los propios opresores de
nuestras almas (Corán VII, 22).
Tú no eres
avaro en la efusión de tu sobreabundancia. Los cautivos de las tinieblas
permanecen en el umbral, esperando la misericordia y la liberación del
cautiverio. El bien es tu vestidura (conforme a tu esencia) y el Mal, oh, mi
Dios, es tu decreto. Tú postulas, por tu gloria sublime, los actos nobles y generosos
y los humanos no alcanzan niveles que los harían dignos de tu venganza.
Bendice
nuestro acto de recuerdo; aleja la maldad, ayuda a los bienhechores y
esparcetus bendiciones sobre los elegidos».
(Prólogo del Livre
des Temples de la Lumière de Sohravardî ).
La unidad del
objeto exige la totalidad del sujeto.
El sufismo así
como todo esoterismo que está en pos de una espiritualidad integral, es decir
transformante y unitiva, sigue esta norma esencial, inherente a la naturaleza
misma de la quete; al mismo tiempo primer y último paso en el proceso de
unificación del hombre.
¿Cuál es el
objeto de nuestros anhelos? ¿Cuál es el fin de nuestras oraciones? ¿A dónde
dirigimos las miradas? ¿Por qué escrutamos las santas escrituras?
El Fogara
(1) ha elegido a Al.lah como único objeto de su vida, elección que es gracia
concedida por Él. Al.lah se hace objeto, siendo la Realidad Misma, el Supremo
Sujeto, para de esta manera convertirse en Meta y Origen.
La unidad del
objeto hace imprescindible la totalidad del sujeto, en este caso el hombre todo
él se entrega, en su dimensión horizontal y vertical.
El Fogara
actualiza su deiformidad indestructible esencialmente por la fe en Dios, que es
Uno; y creer en el Uno es creer en las consecuencias de la Unidad, como anuncia
el célebre hadith: «Yo era un tesoro escondido y he querido ser
conocido; entonces he creado el mundo».
El sufí (2) va
más allá de la separación sujeto-objeto en el fondo transpersonal del corazón,
y de esta manera puede exclamar con Mansur Hallâj: «Ana’l Haqq, soy la
Verdad creadora". Pero entendamos desde qué punto, por encima de lo que
considera si mismo la mayor parte de los hombres, pudo exclamar al-Hallâj
semejante dicho:
«Me he
despojado de la piel que me envolvía de tinieblas y la he arrojado lejos. Heme
aquí, por la fuerza del Nombre divino, junto al tabernáculo de la Exaltación y
de la Gloria. Pues tras la salida al Gran día, he sido desraizado. Puesto que
si el Eterno se manifiesta a un ser, lo desraíza". (Estrofa del Gran
Testamento de Sohravardi).
El Fogara
va en pos del reencuentro; siendo el acto mismo de la fe el recuerdo de Dios;
para así llegar a la Unidad por el Nombre divino. Sin embargo:
«Hacen falta
años para que, bajo la acción del sol, la piedra original se vuelva rubí en el
Radakhrhan o ágata en el Yemen (3)». (Vade-mecum de los Fieles de Amor de
Sohravardî).
_____________
1. Fogara:
«Oh, vosotros, hombres: vosotros sois los indigentes (fogara) hacia Dios
y Él es el independiente, el glorioso».
La virtud del fogara,
"el pobre" es la ausencia de preocupaciones egocéntricas en las
intenciones y en el pensamiento y, en el fondo, la anulación de la mente ante
la Verdad divina.
2. Sufí:
Este término designa al que está esencialmente identificado con el Acto divino
y de ahí la máxima: «El sufí no ha sido creado».
3. Metáforas
que aluden a regiones terrestres que simbolizan estados celestes.
BIBLIOGRAFÍA:
L’archange
empourpré de
Sohravardî. Trad. de Henry Corbin, Ed. Fayard, París.
L’ésoterisme
comme principe et comme voie
de Frithjof Schuon, Ed. Dervy, París.
Diwân de Hocein Mansur Hallâj, Cahiers du
Sud, París.
Fuente: http://www.lapuertaonline.es/ar324.html
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