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| Representación artística del halo de materia oscura que supuestamente rodea a la Vía Láctea. | 
Quiero escribir hoy, contestando la pregunta de un lector, sobre la 
posible materia oscura del universo. Por cierto, las preguntas de los 
lectores son muy bienvenidas, y las trato de contestar lo mejor posible 
si me las envían a la dirección señalada al final del post.
Los movimientos de los astros han estimulado, desde los tiempos más 
remotos, la búsqueda de explicación racional del mundo del que formamos 
parte, una búsqueda que si se realiza de manera adecuada se denomina 
ciencia.  Los planetas se movían en el cielo, de manera irregular, 
las estrellas también y las constelaciones cambiaban de sitio con los 
siglos. La pregunta de Hooke a Newton de cual sería la trayectoria de un
 planeta sometido a una ley del inverso del cuadrado de su distancia al 
sol estimuló la salida final de la física del reino de la especulación y
 su entrada en el de la ciencia. De todos los proponentes de ese tipo de
 fuerzas, solo Newton produjo como resultado las órbitas elípticas 
empíricamente encontradas por Kepler para los planetas.
La ciencia exige la medida de los fenómenos que trata de explicar, y 
la comprobación en el laboratorio de sus predicciones. Si no ocurre así,
 las teorías no pasan de cuentos, hipótesis y doctrinas místicas. 
 Dos casos, entre miles de ellos ilustran ésto: Los Rayos 'N' de 
Blondot, en 1903, y la 'fusión fría' de 1989. O los modelos propuestos 
para tratar de entender el mundo subatómico, modelos que han ido 
quedando obsoletos con el paso de los años. Hasta el creador de la idea 
de las supercuerdas se dedica estos días a otras cosas.
Los datos recogidos a miles de millones por los observatorios 
astronómicos basados en tierra o en satélites en órbita alrededor del 
planeta indican que el movimiento de las estrellas de las ''galaxias'' 
(recordemos que las galaxias no son objetos físicos, sino construcciones
 mentales o matemáticas que asignan estrellas a regiones del espacio) 
una vez filtrados y analizados, que ese movimiento difiere del calculado
 utilizando el modelo matemático que se denomina ''Relatividad 
General'', publicado por Einstein en 1915 unos días antes del mismo 
modelo propuesto por David Hilbert.
Los seres humanos gustamos de lo desconocido, de lo invisible. La 
realidad repele a una buena parte de estos seres humanos, aunque la 
realidad es lo único bello que hay en el universo. Desde que tenemos 
conciencia hemos buscado hadas, brujas, demonios y ángeles: seres 
oscuros, invisibles, que se supone detectamos por los efectos que 
producen, pero que no se pueden ver, medir, verificar, ni siquiera en 
principio.
Existen discrepancias entre las velocidades de conjuntos de estrellas
 medidas con nuestros aparatos, y las predicciones de las teorías. Para 
resolver estas discrepancias muchos físicos han postulado una ''materia 
oscura'' que no se puede ver, medir ni verificar, y que se supone que 
existe por los efectos que produce. Esto no solo ocurre con las 
velocidades de las estrellas, sino que en el otro extremo del espectro, 
en el del tamaño de los protones, se postula mediante los quarks, 
entidades teóricas que por definición no se pueden ver, medir ni 
validar, y se detectan por los efectos que producen.
El funcionamiento de la mente humana es muy curioso. Presentada la 
mente con imágenes de exactamente el mismo tamaño, pero dibujadas dentro
 de líneas convergentes, la mente asigna tamaños cada vez más grandes a 
las figuras que están cada vez más cerca del punto sobre el que 
convergen las líneas.  Como seres humanos, en vez de cambiar 
nuestros modelos mentales, preferimos cambiar los datos reales.  
Las medidas de la interacción de la radiación electromagnética con 
las paredes de una cavidad con un único agujero muy pequeño, y las 
paredes ennegrecidas con una capa de carbón (lo que se denominó ''cuerpo
 negro'') indicaban que la energía emitida por un cuerpo no se absorbía 
por otro de manera continua, sino de forma discreta, y equivalentemente 
solo se emitía en cuantos de radiación. Esta realidad fue descrita por 
Ludwig Boltzmann en 1877. Planck se resistió  durante años a asumir
 esa realidad para entender la radiación del cuerpo negro: prefería toda
 clase de hipótesis traídas por los pelos antes que cambiar sus 
ecuaciones, su modelo mental de la realidad física.
Desde 1865 se sabía que la velocidad de la luz era la velocidad de 
las ondas electromagnéticas. ¿Pero velocidad en cual sistema de 
referencia? Porque cuando vamos en un tren las sillas del tren tienen 
velocidad cero, respecto de nosotros, pero se mueven muy deprisa 
respecto a una persona que las mire cuando el tren pasa sin frenar por 
un apeadero.  El modelo mental del mundo físico era que éste estaba
 todo él permeado por un éter de propiedades irreales: Inmensamente 
rígido e inmensamente tenue, respecto del cual se movía la luz. Desde 
1887, cuando Michelson y Morley encontraron que la luz  (las 
sillas) se movía(n) a la misma velocidad si el tren pasaba por el 
apeadero y si estaba quieto, las dos mejores mentes de la física y de 
las matemáticas, Hendrik Lorentz y Henri Poincaré intentaron, en una 
multitud de artículos, resolver la inconsistencia entre las medidas y el
 modelo mental del éter. Einstein lo resolvió de un plumazo: no existía 
ese éter.
Muchas veces la solución de los problemas consiste en cambiar los 
modelos mentales, que suelen haberse creado en tiempos antiguos para 
explicar fenómenos mal medidos. Cuando se miden bien las cosas, se 
prefiere buscar ángeles en vez de cambiar los modelos, antes que 
aprender a pensar de manera distinta. La inercia mental, incluso de los 
científicos, es enorme.
Hoy día se plantea una serie de hipótesis para tratar de explicar las
 discrepancias entre lo que medimos de las estrellas (Michelson) y lo 
que nos dicen los modelos, por ejemplo, la Relatividad General 
(Lorentz). Entre otras se propone la existencia de un número inmenso de 
partículas de masa muy pequeña, que permean todo el espacio, incluidos 
los cuerpos sólidos: los neutrinos. Pero como no se acomodan las medidas
 con los tres neutrinos propuestos para la separación de un electrón del
 neutrón para volver a protón+electrón+neutrino, se propone otro 
neutrino, esta vez denominado ''estéril''.  La materia oscura 
serían números astronómicos de esos neutrinos estériles, de muy alta 
masa (relativa) e inmensamente tenues (¿un éter del siglo XXI?).
Pero nadie sabe de donde pudieron salir esos neutrinos, no se han 
medido, visto, ni validado. Las posibles explicaciones son colecciones 
de ''puede ser'', ''es posible'', ''se generarían en una fluctuación', 
.... Particularmente en la literatura pseudo-científica que hoy llena 
bastantes estantes en las bibliotecas de las universidades se lee mucho 
esto de ''se pudo originar en una fluctuación ...'' que no explica 
absolutamente nada y es una frase vacía de contenido.
Las estrellas del universo no se mueven como predicen los modelos 
mentales (las ecuaciones) que nos hemos hecho del mismo. Podemos 
introducir hipótesis sobre entidades no medibles, a céntimo la docena, 
para explicar los desacuerdos.
Pero podemos, también, buscar, como hicieron Boltzmann, Planck y 
Einstein, una nueva forma mental de analizar el mundo, nuevos modelos 
matemáticos, ecuaciones nuevas. Las de Planck, y Einstein tienen más de 
100 años: Son el equivalente hoy de las ideas de Laplace para ellos en 
1900. Si se cambiaron las ecuaciones de la mecánica clásica en 1900 a la
 cuántica y la relatividad, ¿No sería hora de buscar correcciones a la 
mecánica cuántica y a la relatividad general?
No hay verdades absolutas, ni los dogmas son formas correctas de 
pensar. Como seres humanos aprendemos todos los días, y todos los días 
debemos cambiar nuestras imágenes mentales para adaptarlas a la realidad
 que vamos descubriendo día a día, minuto a minuto. No solo en la 
ciencia. En la sociología, en la política, en la economía lo necesitamos
 aún mas que en el análisis constante de la naturaleza.
Fuente: El Porqué de las Cosas _ Blogs _ elmundo.es.htm
 
 
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