...Israel podía haber sido un Estado dentro de
Estados Unidos, o una República de la Unión Soviética. Un norteamericano de
origen sefardita, Manuel Noah, famoso escritor, ideó a principios del XIX
restablecer la nación judía en la región del Niágara. América era el lugar
adecuado para ello porque Noah creía que los indios descendían de las tribus
perdidas de Israel.
Compró las tierras de Grand Island y el
Gobierno federal le nombró juez del territorio que debería convertirse en
Estado judío dentro de la Unión. En septiembre de 1825, con presencia en la
ceremonia de la Milicia de Nueva York, la
masonería y la Iglesia episcopaliana, entre salmos en hebreo, Noah colocó la primera piedra de la ciudad
de Ararat. Noé emprendió la repoblación del mundo en el Ararat, pero la
nueva Ararat no logró atraer colonos judíos y la idea de Noah quedó en utopía.
Lo cierto es que desde que Nabucodonosor
provocó la primera diáspora en el 587 antes de Cristo, el pueblo hebreo ha
buscado un país propio donde regirse a sí mismo, fuera retornando a la tierra
prometida, o en los llamados “Estados proselíticos”, naciones que se convertían
al judaísmo. Así sucedió en el siglo I con Adiabena (hoy Kurdistán), o al
principio de la Edad Media con el reino Hymiarita del Yemen, el reino
judeo-bereber de las montañas Auras o el Kanato de Jazaria en el Cáucaso. Ya en
el siglo XVI, un aventurero sefardita portugués, Joao Míquez, logró el favor de
Solimán el Magnífico y recibió un feudo en el lago Tiberíades, que pobló con
judíos expulsados de Venecia y Roma. Posteriormente fue nombrado duque del Mar
Egeo, y también quiso colonizar con hebreos las Cícladas y Chipre.
A finales del siglo XIX surgió en Europa un
movimiento político y cultural, el sionismo, que lograría fundar un Estado
judío, Israel. Los pogromos antisemitas del Imperio ruso, o las necesidades
económicas, habían hecho que los judíos se sumaran a las corrientes migratorias
que, desde Europa, mandaban a legiones de expatriados hacia ultramar. En Europa
Oriental surgieron organizaciones de “amantes de Sion”, en referencia al monte
Sión de Jerusalén, y en 1881 el periodista austriaco Nathan Birnbaum usó por
primera vez el término “sionismo” en su periódico Autoemancipación, al que subtituló “Órgano de los sionistas”. Pero
el padre del sionismo fue Theodor Herzl, y su acta de nacimiento, la aparición
de su libro El Estado judío en 1896.
Al año siguiente Herzl convocó en Basilea el I Congreso Sionista, que puso en
marcha el proceso político. Pese a su nombre, el sionismo no limitaba sus
aspiraciones a Sión, Israel. Lo importante para los primeros sionistas era
lograr un Estado soberano judío, y lo secundario, su ubicación.
El barón Moritz von Hirsch, de familia judía
bávara ennoblecida, fundó en 1891 la Sociedad de Colonización Judía, que
financió proyectos en Argentina, Brasil, Canadá y EEUU. El proyecto argentino
alcanzó especial relevancia, Von Hirsch adquirió allí 17 millones de hectáreas,
una superficie equivalente a cuatro veces Suiza, y Argentina se convertiría en
uno de los países con más población judía del mundo. Sin embargo, la mayoría
preferiría instalarse en Buenos Aires y el proyecto de una entidad territorial
judía en la República Argentina se frustró.
La alternativa a Palestina que estuvo más
cerca de prosperar en aquella época fue en un lugar inesperado, Uganda, hasta
el punto de bautizar al movimiento rival del sionismo llamado “ugandismo”. Su
impulsor fue el barón Alfred de Rothschild. Al Gobierno británico le interesaba
promover cualquier población europea de su inmenso imperio africano, y en 1903
Herzl se reunió con el ministro de Colonias, Joseph Chamberlain, que le ofreció
oficialmente la colonización de Uganda. El Foreign Office concretó el proyecto,
sería un territorio del África Oriental inglesa bajo dominio de la Corona pero
con Gobierno judío y amplia autonomía.
El ugandismo topó con dos enemigos, uno en
África, organizado por los misioneros cristianos que movilizaron a las tribus
nativas. El otro, en el seno del movimiento judío. Herzl declaró en el VI
Congreso Sionista que la creación de un Estado judío en Uganda no implicaba
renunciar a la tierra prometida de Sión, que era solamente una solución
momentánea a la miseria y persecución de los judíos de Europa Oriental, y el
congreso lo aprobó. Pero el grupo ruso fundamentalista de Chlenov se opuso
ferozmente, pese a ser ellos quienes más sufrían los pogromos. Los ataques de
Chlenov a Herzl fueron tan despiadados que provocaron su muerte por fallo
cardíaco a los 44 años, mientras que el número dos de Herzl, Max Simon Nordau,
sufrió un atentado. Los radicales ganaron, y el VII Congreso Sionista renunció
a Uganda. Si las masas judías del Este hubieran tenido un refugio abierto en
Uganda el genocidio nazi habría tenido menor alcance.
En la URSS. En 1917, la Declaración Balfour
del Gobierno inglés estableció un “hogar nacional judío” en Palestina, mientras
en el otro extremo de Europa tenía lugar la revolución bolchevique, que también
encaró el problema judío asignándoles un país. De acuerdo con la política de
Stalin de dar a las distintas “nacionalidades” repúblicas autónomas integradas
en la Unión Soviética, el Presidium de la URSS dictó en 1928 un decreto creando
el Oblast (provincia) Autónomo Judío de Biro-Bidjan, en la desierta región
siberiana del Amur.
El Oblast se convertiría en República
Soviética Judía cuando alcanzara suficiente población. La capital fue
construida por un famoso arquitecto, Hannes Meyer, director de la Bauhaus, y la
Sociedad de Colonización Judía de la URSS, una organización comunista
norteamericana, animó a los judíos de Estados Unidos a emigrar a Biro-Bidjan.
Entre los que lo hicieron estaba la familia de George Koval, que regresaría a
Estados Unidos en 1940 como espía y se apoderó del secreto de la bomba atómica.
Pero la ubicación de Biro-Bidjan en el último confín de la Unión Soviética,
casi en el Pacífico, hizo que en su mejor momento no hubiera más de 30.000
judíos, que poco a poco abandonarían “la Sión soviética”, donde su presencia actual
es anecdótica.
Fuente: http://www.tiempodehoy.com/cultura/historia/los-otros-israeles
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