En la
biblioteca municipal de Lyon se conserva un manuscrito francés, del siglo
XVIII, bellamente caligrafiado. Este manuscrito (copia u original) parece ser
una traducción, posiblemente del latín y lleva por título: La Anacrisis del
Docto Pelagio, heremita de la Isla de Mallorca, enviada a Libavius, (1)
filósofo francés, para tener la comunicación con su buen Ángel de la Guarda. La
obra está estructurada como la enseñanza de un maestro a su discípulo e
históricamente se puede situar en la segunda mitad del siglo XV, el momento del
paso de Libanio Galo por Mallorca, y también el momento en el que se data esta
Anacrisis.
De Pelagio
bien poco se sabe. Posiblemente nació en Génova a principios del siglo XV y
murió sobre el 1480 en Mallorca, donde vivió como heremita. También se sabe que
viajó mucho, especialmente por el norte de África y que vivió más de 50 años en
la isla de Mallorca, patria del beato Ramón Llull y del lulismo.
Fijémonos
ahora en el título de la obra. Dos cosas nos llaman especialmente la atención:
la palabra ANACRISIS y ver escrito eremita con hache, HEREMITA.
Anacrisis, Es
la transliteración del griego anacrisis y significa ‘interrogación’,
‘preparación’, ‘proceso’. Su forma verbal tiene el mismo sentido, ‘interrogar’,
‘investigar’, ‘examinar’. No obstante, Anacrisis, está formado del prefijo ana
y del sustantivo crisis. Ana tiene el sentido de ‘abajo a arriba’, ‘sobre’,
‘superior’. Crisis significa ‘elección’, ‘separación’, ‘decisión’, ‘resultado e
interpretación de un sueño’.
Un buen número
de posibles interpretaciones se nos ocurren: resultado de ir arriba, elección
superior, interpretación de los sueños superiores... En fin, parece que la
anacrisis es la ciencia y el proceso de interrogar al buen Ángel, es decir el
comercio celeste.
Heremita.
Aunque antiguamente en francés, y como forma bárbara, era posible escribir
heremita (heremite) con hache, quisieramos ver aquí un sentido distinto al de
anacoreta, el sentido de hermetista, es decir el de adepto de la ciencia de
Hermes. Libavius o Libanius, el filósofo francés a quien es enviada esta
Anacrisis es, según François Secret y Jean Dupèbe, Libanio Galo, el maestro de
Juan Tritemo, famoso adepto de principios del siglo XVI. Si el discípulo, Juan
Tritemo, es un verdadero adepto de la ciencia de Hermes, el maestro, Pelagio,
también será un adepto de la ciencia de Hermes. No puede ser de otra manera.
Por ciencia
hermética normalmente se entiende la obra alquímica que se realiza sobre el
reino mineral, es decir corpóreo. Los espíritus, de todos es sabido, carecen de
cuerpo. Así pues, ¿qué relación puede haber entre este comercio celeste o magia
y la alquimia? Oigamos al sabio H. Khunrath en el comentario del versículo 321
de su Anfiteatro de la Eterna Sapiencia: «Los Teósofos que ejercen [...] los
trabajos de la Sapiencia [es decir Cristiano-Cabalísticos, Físico-Mágicos y
Físico-Químicos], son así [...] justos». De ello podemos entender que los
trabajos de la Sapiencia, los trabajos del justo son, en este orden, la Cábala,
la Magia y la Alquimia. El mismo Khunrath lo define en el versículo 294 de su
Anfiteatro: de la Cábala dice que es «la simbólica recepción»; de la Magia dice
que «consiste, piadosa y sabiamente, en el culto de los Seres Divinos, y en el
trato de los seres espirituales y la conversación con ellos y la investigación
de las cosas naturales»; de la alquimia dice que «es el arte de disolver
químicamente por el método de la naturaleza, de purificar y de reunir
convenientemente las cosas Físicas».
Así pues, en
primer lugar se debe recibir un símbolo, es decir, y según su sentido
etimológico, el trozo que falta para retornar al estado completo, al uno. Es lo
que Nicolás Valois en sus Cinco Libros recomienda: «Búscate un buen compañero.
No operes sin tenerlo». Cuando tengamos ese trozo que falta, el buen compañero,
ya podemos tener comercio espiritual con él y así aprender a leer el Libro.
Pelagio mismo, en el capítulo decimoctavo titulado La llave secreta de la
ciencia de la anacrisis, sin la cual no hay nada cierto, nos dice: «[...]
Fíjate bien en este misterio, ya que sin el conocimiento de la propia estrella
nunca conseguirás la familiaridad de esto [...]». Solamente cuando conoces tu
propia estrella puedes tener comercio con el buen Ángel de la Guarda –parece
decir– que será tu guía y fiel consejero y responderá a todas tus lícitas
preguntas.
Nos podemos
cuestionar ¿acaso sólo se puede tener un comercio espiritual después de haber
visto la estrella, de haber recibido el símbolo? La respuesta es tajante,
ciertamente no, el comercio espiritual está al alcance de cualquiera. Pero el
comercio con el buen ángel, con el buen espíritu sólo es posible para aquel que
ha recibido el símbolo, puesto que lo conoce. Los cabalistas decían que todos
los pueblos tienen sus dioses (Elohim) pero sólo el pueblo escogido tiene ‘el
Dios’ (ha-Elohim), ya que sólo éste tiene la medida del hombre, la he (h) del
comienzo. Valga esto como advertencia. Muchos son los que se han dejado
engañar.
LA ANACRISIS DEL DOCTO PELAGIO
(Fragmentos)
Explicación de
la Anacrisis (Capítulo 4)
Debemos saber
que el eterno gran Dios creó desde el comienzo dos inteligencias para conocerlo
y adorarlo, a saber, la angélica, la cual desde su primer ser fue creada
perfecta y completa en todas las cosas, y la humana. La inteligencia humana
debe ser conducida a su perfección por el amor de su creador. Bien diferentes
son las disposiciones que hay entre estas inteligencias, ya que los ángeles son
creados completos en todos los servicios que comprenden perfectamente por la
voluntad del creador.
El hombre es
creado en la ignorancia de todas las cosas y no comprende nada perfectamente a
causa de su alma encerrada en una masa corpórea interna y sujeta a la corrupción,
la que le llena de diversos pensamiento que le impiden conocer a Dios
perfectamente, la naturaleza angélica y todo lo exterior a él. No se conoce ni
a sí mismo a causa de las cosas que están en la oscuridad de su prisión
corporal. Ésta tiene su alma como una madre tiene a su hijo, en las entrañas,
donde éste no puede ver ni conocer ninguna cosa pasada, futura ni presente; y
cuando sale al mundo sólo puede comprender superficialmente mediante sus
sentidos.
Con todo,
Dios, por su bondad, ha querido proveer de diversas maneras a la enfermedad de
la naturaleza humana, especialmente al dar un ángel de la guarda a cada hombre
en particular. Éste, aunque visible, le procura cantidad de gracias celestes,
le conduce, lo gobierna y le es garante ante las enfermedades y los malos
ángeles.
Nuestro buen
ángel, según la doctrina cristiana de la Iglesia, y los espíritus santos
presentan a Dios, para quien todo es presente, tanto nuestras oraciones como
nuestras buenas obras; nos hacen conocer los sagrados mandatos de la divinidad
si nos tornamos dignos por nuestra piedad, por una santa vida, por una humildad
y pureza del alma, cuerpo y espíritu. También por el desprendimiento de las
cosas sensibles, es decir viciosas, mundanas y corporales, y por la costumbre
continuada del ejercicio de la virtud de la oración y de la meditación elevamos
con fuerza nuestra alma y nuestro espíritu por encima de todas las cosas.
Entonces tenemos poder sobre las malas inclinaciones corporales.
Nadie puede
comprender los divinos misterios de este secreto ni conocer las dulzuras de
esta celeste luz si antes no ha gustado las dulzuras y lo ha experimentado en
sí mismo.
En este estado
el alma y el espíritu están, en cierta manera, fuera del cuerpo, ella adquiere
el don de la profecía, comprende todas las ciencias y conoce las cosas más
ocultas por la comunicación de su buen ángel.
Es así como
los santos han hecho tantos milagros, sanado a los enfermos, resucitado a los
muertos, predicho las cosas futuras y adquirido el conocimiento de las ciencias
y de todas las lenguas, ya que por esta elevación el alma se vuelve semejante a
su buen ángel, quien sólo ama y sólo se acerca a las almas que están así fuera
del cuerpo y le son iguales por su pureza, ya que dos contrarios de diferente
naturaleza no pueden conciliarse, agruparse ni unirse juntos.
Aquellos que
solamente viven en la comunicación de los brutos que están debajo de nosotros y
se atan a la fragilidad de los malvados y viciosos, nunca pueden conocer la
presencia de su buen ángel. A pesar de estar siempre a su lado, no siente sus
buenas interpretaciones y ello a causa de que, incontinente después de una o
dos horas de comunicación familiar como un buen amigo, el alma recae en su
bajeza y prisión. Después daremos fórmulas y oraciones mediante las cuales es
posible levantarse de estas caídas.
Todas estas
cosas que escribimos son verdaderas y sólidas, sin odio, sin venganza, sin
envidia, sin murmuración, sin gloria, sin ambición, sin crueldad, sin avaricia,
en fin, sin vicio y sin pecado; separados de todas las malas sociedades, de
todos los embarazos del mundo y de todas las malas inclinaciones, tal como
deben ser.
Entrégate
completamente a la oración, a la contemplación, al amor de Dios y espera
siempre firmemente en la misericordia de Dios. Si haces así, conocerás la
grandeza y todas las maravillas de Dios. Guárdate mucho de ser discontinuo en
estos santos ejercicios y de caer en algún pecado que te haría perder la
anacrisis, ya que es muy difícil de llegar a ella.
Los buenos
ángeles tienen mucha y libre familiaridad con los hombres (Capítulo 8)
Es sabido que
un español llamado Carlos hizo antaño maravillas mediante su buen ángel. En
poco tiempo y a pesar de su corta edad, llegó a tener un tan gran conocimiento
en todas las ciencias que pasaba por hacedor de milagros.
Querido
Libano, cuando este suceso levantó tanto ruido, tú estabas en París. Confundió
tanto a todos los doctores de todas las ciencias que lo tomaron por un gran
mago. Desgracia a los que no creen, ya que no conocen las maravillas de Dios,
quien da, cuando le place, la sabiduría y la ciencia a los ignorantes. Nunca
hay que dudar, Dios puede dar cosas maravillosas a los que le aman, a los que
le están enamorados; éstos llegan a la cima de su deseo: perfeccionarse en esta
ciencia. A los que tienen una verdadera fe cristiana todo les es posible. Nada
hay de más fuerte ni de más poderoso.
Cómo hemos de
respetar siempre a nuestro buenos ángeles (Capítulo 12)
Los cristianos
hábiles de esta ciencia saben bien cuán agradable es a Dios Todopoderoso la
comunicación de los ángeles con los hombres, ya que Dios sólo busca y acerca a
los que le loan y le bendicen con un amor ardiente y una inteligencia
verdadera. Por ello, quien desee habitar con los buenos ángeles en los cielos
después de esta vida, debe intentar imitar con todo su poder la vida angélica y
desprenderse de todas las impiedades del siglo. Quien ama a Dios y guarda sus
mandamientos y tiene también la caridad, será semejante a los ángeles.
La oración
vocal es buena e incluso a veces necesaria para excitar nuestra devoción cuando
nos sentimos abatidos. A menudo, de la oración vocal se pasa a la mental y
entonces se habla con Dios sin tan siquiera hablar y el Espíritu Santo ilumina
nuestra alma con una luz maravillosa. Cuando el alma ve esta perfección es
capaz de recibir la inspiraciones de su buen ángel y entrar en las grandes y
admirables anacrisis.
Es imposible
instruirse en el secreto de la anacrisis si antes no se ha aprendido a elevar a
Dios su alma en espíritu (Capítulo 13)
Para decir
verdad, esta ciencia no depende del poder ni de la voluntad del hombre, sino de
Dios. No está en poder de quien la quiere y la desea, sino en el Todopoderoso.
Quien dude no debe esperar obtener nada del Señor, por eso la confianza y la
humildad son del todo necesarias en la oración. Sin ello no podemos esperar
poseer el efecto de nuestra demanda.
Para obtener
de Dios la anacrisis hay tres máximas a observar y se hacen por la oración. La
primera es tener la firme confianza en la obtención de Dios de lo pedido. La
segunda es que hay que llevar una vida sinceramente cristiana y exenta de
vicios. La tercera es que tu plegaria sea constante, perseverante y continua,
ya que es menester que la fe, la esperanza y la caridad, con verdadera
confianza, sean tan firmes en Dios que puedas obtener de él el efecto de tu
demanda.
Esta confianza
no viene de tu voluntad ni de tu mérito, tan sólo del de Dios, de su divino
amor y de nuestro celoso ardor en agradarle.
Una conciencia
manchada no puede tener verdadera confianza en Dios. Para que la oración tengan
su efecto debe ir acompañada de un ardiente deseo que incluso parezca querer
violentar a Dios, obligarlo y como forzarlo a concedernos, por así decirlo,
nuestras demandas.
Esta violencia
no es injuriosa para Dios, al contrario, le es agradable. El Evangelio quiere
que una alma sea constante y perseverante hasta la impertinencia, siguiendo el
consejo que nuestro Señor dio al pobre: rogar, suplicar, pedir, golpear
impetuosamente en la puerta del amigo a fin de obtener los tres panes que
pedía. Nadie conoce mejor esta manera de amar a Dios y rogarlo que quien ha
obtenido el efecto de su ruego y lo ha experimentado.
No se puede
llegar al fin deseado sin antes ser perfectamente instruido (Capítulo 17)
Al practicar
las anacrisis, éstas aumentan cada vez más con el tiempo. En esta ciencia nadie
puede tornarse grande en un instante ni llegar a esta perfección sin pasar por
los grados de sabiduría y de ciencia, y también la fe de quien ruega. Este debe
tener una intención recta y pura, con una exactitud que lo lleva a no revelar
nunca este secreto misterioso.
Cuanto más
ardiente el deseo, más fácil de obtener el efecto de la demanda. Tan pronto y
siempre que se sienta el alma ardorosa de un santo deseo de agradar a Dios y
sea arrastrada y sacada fuera de los sentidos corporales, rápidamente, el
misterioso secreto le será revelado. Esto es lo que aseguran los expertos en
esta ciencia, que poseen el binario pitagórico y han convertido el ternario en
la unidad, ya que si el alma no sabe causar el binario, no reducirá el alma
turbada a la perfecta pureza de la unidad. Ello consiste en ponerlo solamente
una vez en el binario, con lo cual ha sido extraída en el orden de la derecha
línea criternaria. (2)
He aquí el
soberano grado de la anacrisis que no puede ser comunicado por la primera
operación, ya que el grado que enseñamos es el más bajo e inferior de la
anacrisis. El comienzo del cuaternario es terminado en simulador cuando es
reducido por el binario, es decir, en el sueño.
La pena quita
el placer. La primera dificultad consiste en saber discernir la verdad de la
confusión de los sueños.
La segunda es
la falta de sueños. La mayoría no sabe diferenciar los sueños verdaderos de los
falsos, los cuales pueden ser sugeridos por el mal espíritu.
La tercera
dificultad consiste en saberlos retener en el orden que han sido. Por ello esta
ciencia pide una persona sabia y versada en esta celeste y divina revelación.
De aquí que sea necesario tener el espíritu contento, tranquilo y paciente; por
este medio se llegará al primer grado de gozo, a pesar de las dificultades del
comienzo. Éstas son las señales de nuestro primer grado de la anacrisis por
sueño.
El segundo grado
es que, en la vigilia, se ve al buen ángel.
El tercer
grado se hace sin visión, mediante una exaltación o elevación del espíritu que
te ilumina con el socorro de tu buen ángel que te despierta. Es la operación
perfecta.
NOTAS:
(1): El título
cita «Libavius», pero en el texto siempre está escrito «Libanius». De todos es
conocida la similitud caligráfica entre la «n» y la «v», por lo que apuntamos
un posible error del copista. Es posible que éste o el traductor no fueran de
origen francófono.
(2): En el
manuscrito original esta palabra es de lectura dudosa.
Presentación y
traducción, O. Aluja
Fuente: http://www.lapuertaonline.es/ar76.html
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