En lo fundamental, la
estructura iniciática de la Masonería en nada difiere de la de cualquier otra
organización esotérica y tradicional. Su división en tres grados aprendiz,
compañero y maestro conforma un esquema perteneciente a toda vía iniciática
regular, constituyendo una síntesis del proceso mismo del Conocimiento y su
realización efectiva.
(1)
Igualmente, este ternario iniciático es análogo a los
tres planos o niveles de la manifestación cósmica: el Corpus Mundi, el Anima
Mundi y el Spiritus Mundi, según la terminología del hermetismo cristiano
medieval. El Cuerpo, el Alma y el Espíritu universal se corresponden así con
los grados de aprendiz, compañero y maestro, respectivamente. De ahí que la
realización iniciática reproduzca etapa por etapa el proceso mismo de formación
del cosmos o del orden universal, motivo por el cual, y en razón de la analogía
existente entre el macrocosmos y el microcosmos, dicho ternario es también el
de la constitución del ser humano considerado en toda su integridad. Utilizando
el simbolismo geométrico, los tres mundos (y los tres grados iniciáticos) se
representan como otros tantos círculos concéntricos, en donde, naturalmente, el
más periférico y exterior se correspondería con el plano corpóreo, el
intermedio con el anímico o psicológico, y el más interior con el espiritual.
(2) El punto que tácita o explícitamente está representado en el centro de este
último círculo simbolizaría al Ser o Unidad primordial, que en lenguaje
masónico no es otro que el Gran Arquitecto del Universo (idéntico al
"motor inmóvil" aristotélico), que aunque en sí mismo no manifestado como
el punto, que en realidad no existe en el espacio es no obstante el principio
a partir de cuya emanación o expansión se genera toda la manifestación, que
depende enteramente de él en todo lo que ella tiene de realidad.
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