Proverbio egipcio

“El reino de los cielos está dentro de ti; aquel que logre conocerse a sí mismo, lo encontrará” Proverbio egipcio

martes, 19 de mayo de 2015

Thomas Vaughan (1612-1666)




Conocido también como Eugenio Filaleteo, fue el primer traductor al  inglés de los manifiestos rosacruces la Fama y la Confessio, pues aunque circulaban ya en manuscritos, esta versión de 1652, según ha podido constatar en su libro El Iluminismo Rosacruz la historiadora Frances A.Yates, “fue un acontecimiento verdaderamente memorable”, pues evidentemente esta versión en letra de imprenta impulsó notablemente su difusión.
Fue discípulo y amigo del masón Sir Robert Moray, quien le entregó el manuscrito del fondo de las colecciones de “papeles” que tenía su suegro, Lord Balcarres.
Vaughan dice haber basado su traducción de los manifiestos de otra escrita “por mano desconocida”. Se llamó a sí mismo “filósofo de la Naturaleza” declarando ser seguidor de Enrique Cornelio Agrippa y de su obra La Filosofía Oculta, así como de Platón, y se jactaba de tener cierta hostilidad hacía Aristóteles y Descartes. Aunque no hay señales de su filiación masónica a una logia específica, cosa bastante corriente en esa época de atmósfera secretista, su relación con masones y su influencia sobre la Orden fue muy directa. Vaughan estaba totalmente impregnado del pensamiento hermético y atento a la orientación que estaba tomando el Conocimiento Tradicional, reconociendo estar ligado intelectualmente al “Colegio Invisible” de la Rosa Cruz. Esto es lo que escribió en la introducción que hizo a la traducción de los dos manifiestos rosacruces: 
 La atención que yo les presté primero fue despertada por sus libros, pues los he reconocido como verdaderos filósofos... Sus principios están enteramente de acuerdo con la antigua y primitiva sabiduría. (Sedir, Historia y doctrina de la Rosa Cruz).     
    Fue un personaje principal que da testimonio de una época en la cual los conocimientos humanos, la ciencia, la filosofía, así como las órdenes de caballería, los colegios artesanales y en definitiva el pensamiento hermético se replegaba y condensaba en la Francmasonería. La misma F. A. Yates nos informa del reconocimiento público obtenido por los manifiestos la Fama y la Confessio, síntesis de ese pensamiento, y anota una frase muy ilustrativa tomada de una obra del teólogo John Webster en la que éste aconseja que:  la filosofía de Hermes resucitada por la escuela de Paracelso sea enseñada en las universidades.  
   Se conserva un ejemplar de esta edición de los Manifiestos llevada a cabo por Vaughan, que está depositado en la Biblioteca de la Universidad de Yale; se trata del ejemplar que perteneció a Isaac Newton y que conserva anotaciones y la firma del científico, ya que esta obra y otras de sabios hermetistas, como Michel Maier o John Dee, constituían los principales libros de estudio de Newton, lo cual nos permite observar las rutas de comunicación creadas por una  misma corriente de pensamiento, en este caso la tradición de Hermes.
    A Vaughan (Eugenio Filaleteo) se le confunde a veces con Ireneo Filaleteo, seudónimo que empleó otro adepto de la Tradición Hermética cuyo nombre parece que fue George Starkey.

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