Acordaos del proceder Socrático. –La
enseñanza de Sócrates se reducía a descubrir, a ayudar, a revelar en el
alma misma del discípulo, los gérmenes que el verbo eterno allí
depositara, –y es así, como después esa enseñanza ha venido a ser
corroborada por el texto magnífico con que San Juan abre las puertas del
Evangelio: –Era la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. Esa luz, él mismo lo dice, era la participación de la eterna inteligencia.
Esa luz, pues, es la misma que quizás ya
conocíais, pero con la cual os iniciamos y os damos el bautismo luminoso
de miembros de una sociedad, cuyo objeto es la arquitectura moral de la
humanidad indivisible.
El vapor ha
existido en todo tiempo en la elaboración de la naturaleza. Lo mismo la
electricidad, y todos los fluidos y fuerzas conocidas, cuya aplicación a
los progresos humanos nos asombra. –Pero comparad la existencia del
vapor, a la conciencia de su fuerza y lo que es más, a la organización
de esa fuerza por medio de la mecánica industrial, –y veréis la
distancia que media entre la organización y la conciencia de una fuerza o
de una facultad, y el hecho sólo de su existencia.
Ese vapor, esa fuerza que se perdía,
concentrada, organizada, surca los mares, devora las llanuras, atraviesa
las montañas, transportando los productos de los climas, los hombres de
todas las razas, los pensamientos de todas las escuelas, cruzando y
mezclando los elementos materiales, morales, e intelectuales de la
humanidad, en un foro tan vasto como el mundo, para realizar la harmonía
predestinada, y la omnipresencia de todo lo bello, de todo lo útil, de
todo lo justo. [16]
Del mismo modo la masonería, h.·. La luz
existe, existía. –Todos reconocen la necesidad de un vínculo común, pero
casi todas las religiones y sectas, han pretendido imponer sus formas y
ritos peculiares y exclusivos, a la forma universal, que desconoce las
fronteras y que ignora los límites, y que es la que nosotros proponemos.
La masonería en medio de todas las disidencias, divisiones, odios, y
persecuciones, ha elevado su bandera en la que brilla el triángulo
inmortal de la Trinidad divina, cuya encarnación humana se llama libertad – igualdad – fraternidad.
No discutimos sobre dogmas, ni sobre
principios. Exigimos tan sólo el reconocimiento del Arquitecto supremo
de los mundos, sin cuya existencia, y reconocimiento, sociedad, leyes,
civilización y progresos sacudidos por el Sansón de la duda, rodarían
desquiciados al abismo. Exigimos el reconocimiento de la inmortalidad
del alma, sin cuya verdad, «esta vida, sería, como lo dijo Hugo, indigna del Dios que la da y del hombre que la recibe».
Exigimos el reconocimiento de un vínculo supremo entre ese Dios el
eterno, y entre este ser el inmortal, para continuar el desarrollo de la
crisálida celeste que la humanidad contiene, y que no puede terminar
porque tiene a la eternidad por tiempo, a la inmensidad por campo y al
infinito por término y deseo de sus aspiraciones sin fin. –He ahí los
cimientos indestructibles del templo moral tan vasto como el mundo, que
los masones, aprendices, compañeros y maestros, levantan con sus manos
bajo el amparo de la luz del cielo y de las luces que nos guían.
La masonería quiere pues fortificar todo
lo que es universal. –La universalidad es su carácter. Su bandera de
enganche no establece clasificaciones de riqueza, de color, de patria,
de religión, de profesión. Su ley de ciudadanía impone como única
condición a la virtud, para ser inscrito en el registro cívico de esa
Jerusalén porque sueñan los mortales, de esa ciudad que de Oriente a
Occidente y de Septentrión a Mediodía, realizará las palabras del
Apocalipsis de San Juan, «que no ha menester Sol, ni Luna, que
alumbren en ella; porque la claridad de Dios la alumbró y la lámpara de
ella es el cordero.» «No entrará en ella ninguna cosa contaminada, ni
ninguno, que cometa abominación y mentira.»
He ahí nuestra ley de elecciones para ser ciudadano de la ciudad masónica.
Se os han abierto las puertas. Habéis
pasado por las pruebas [17] que se exigen para recibir la luz. Sed pues
dignos de la luz, porque la luz os seguirá en los recónditos de la
conciencia para escudriñar vuestras acciones.
La iniciación es necesaria. Toda religión
la impone, todo Estado la exige. El cristianismo emplea el bautismo del
agua, símbolo de la purificación. –El Estado, la renta o la Escuela,
símbolo de arraigo y de instrucción. –La Masonería, impone la luz como
bautismo, o la aceptación de la revelación eterna, que nos hace
participantes de la luz divina, de la ley en la conciencia para dirigir
la libertad. –Exigimos pues todo lo fundamental que las religiones y
sistemas políticos exigen. La confesión libre, la comunicación directa
de la conciencia con el Juez Supremo; la purificación de nuestras
faltas, al confesarlas y proponer no repetirlas, que es la realidad del
simbolismo católico, y lo que es más, la afirmación de la humanidad
universal, de la patria universal, de la Iglesia universal, en la
aceptación de la fe masónica.
¿Se cree por ventura que hemos llegado a
tal estado de perfección en libertad, igualdad – fraternidad, que ya no
sea necesario sacerdotes, apóstoles, misioneros y propagadores de la
santa doctrina?
Hay esclavos en el mundo. Luego la masonería es necesaria.
Hay privilegios, distinciones de raza, de
clases, de naciones, odios y prevenciones separatistas, guerras
permanentes. –Luego la masonería es necesaria.
Hay ignorantes que buscan la ciencia y no
pueden adquirirla; hay enfermedades, miserias, desgracias
irremediables, –barbarie que es necesario civilizar, luego la masonería
es necesaria. –He ahí por lo que hace al exterior. –Y por lo que hace a
la intimidad misma de la humanidad, –¿no vemos claramente la distancia
enorme que nos separa del ideal en todos los países? –¿No vemos
las instituciones imperfectas, las leyes vejatorias que aún subsisten,
los dogmas rivales que combaten, las Iglesias que fluctúan en el océano
de las disputas y de los intereses? –¿No vemos aún a la mayoría alejada
del espíritu, sumergida en la materia, procurando encontrar en la
materia y en la sensación el fin de la inmensidad del deseo? –Luego la
masonería es necesaria, porque es el reinado del espíritu.
La masonería tiene pues que combatir al
error, al vicio, a la [18] desgracia, al dolor físico y moral, a las
tinieblas de la inteligencia. Y para ese combate que dura tanto como la
historia, se ha organizado y vosotros hoy empezáis a conocer su
disciplina, porque sin disciplina nada se consigue. La base de esa
organización es la asociación y la obediencia del hombre libre. Tenemos
una jerarquía: Respetémosla. –Aprended, pues, desde hoy a respetar
nuestra organización y autoridades.
Tenemos nuestra historia, nuestros medios, nuestro fin.
Nuestra historia está encarnada en los
progresos de los pueblos, en las llamas de las hogueras extinguidas, en
el patíbulo que se avergüenza ya de presentarse en las plazas de los
pueblos, en las penitenciarias que se levantan para la rehabilitación
del delincuente, –en las garantías de la vida, de la propiedad y de la
libertad del pensamiento; –en la abolición sucesiva del tráfico de
esclavos, en la desaparición del tormento del código penal; en las
conquistas del derecho de gentes para disminuir los males de la guerra.
¿En qué progreso no encontraréis la
acción directa o la influencia masónica a despecho, o ignorándolo los
mismos que lo combaten o protegen?
Nuestros medios son la organización de nuestras logias, y la acción de la razón y del amor.
Nuestro fin, la construcción de ese
templo en cuyo altar las naciones vendrán un día con los trofeos de todo
despotismo vencido, a extender la mano para remover la alianza
definitiva de los elementos humanos, presentando al creador el más bello
de los espectáculos: La libertad fraternizando, la libertad pidiendo al
creador otra tierra u otro cielo para continuar sus victorias de luz,
de fuerza, de amor, hasta la consumación de los siglos.
[Transcripción íntegra a partir de las Obras completas editadas por Manuel Bilbao, Buenos Aires 1866, tomo 2, págs. 15-18; facsímil digital realizado por Google.]-http://www.filosofia.org/aut/002/fbb2015.htm
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