Llego (nov 2008) a la biblioteca pública Arús, en el paseo de Sant Joan de
Barcelona (España). "Está especializada en masonería", me chiva la
administrativa. Gracias. Me dedico a buscar, a hurtadillas, símbolos que
me conduzcan a una sabiduría superior. Asomo la cabeza para ver si hay
un compás o una escuadra, algo. Pero nada: sólo hay libros protegidos
por cristales en estanterías de madera resplandecientes. En la entrada,
eso sí, hay una reproducción de la estatua de la Libertad que, junto a
las lámparas de color verde de la sala de estudio -como las de la
Biblioteca del Congreso, en Washington-, le da al lugar un aire muy
estadounidense.
Más aún cuando el gerente del patronato de la
biblioteca, Josep Brunet, afirma que los masones están encantados con el
presidente electo de EE UU, Barack Obama, y que incluso una logia
formada por negros pidió, formalmente, el voto para él.
Brunet me presenta a Pere Grau, el Gran Maestro -así, en mayúsculas-
de la Gran Lògia de Catalunya. Ante lo estentóreo del cargo, me veo
tentado a imaginar que, de un momento a otro, un hombre más o menos
disfrazado y más o menos misterioso aparecerá por las escaleras de
mármol. Pero la realidad, más prosaica, impone su ley. El maestro -que,
por cierto, llega con cinco minutillos de retraso- viste traje y
corbata. Grau me habla de un proyecto que le entusiasma: la Gran Lògia
de Catalunya ha recuperado casi 2.700 documentos que le fueron
confiscados durante la Guerra Civil. No es, en sentido estricto, una
recuperación, porque los originales seguirán en el Archivo General de la
Guerra Civil de Salamanca. Pero la logia sí ha logrado que le envíen
reproducciones en microfilm de esos papeles.
"¿Y qué dicen?", le pregunto. Grau evita entrar en detalles porque
piensa publicar un libro con todo el material. Pero algo sí dice. "Son
documentos internos de reuniones y actas de las logias. Como aparecen
nombres y apellidos, estos papeles fueron la prueba para condenar a
cientos de masones a penas de cárcel". Así lo dictaminaron, a partir de
1940, los tribunales "para la represión de la masonería y el comunismo",
según la jerga franquista. A mucha gente, recuerda Grau, se le hizo
pasar por masón sin que lo fuera, sólo para buscarle líos.
El trabajo minucioso de los masones ha permitido localizar los
documentos, que serán de acceso público dentro de unos meses. Entre
ellos se encuentran algunos muy valiosos. Por ejemplo, las actas de
fundación de la logia, el 9 de septiembre de 1933, y la incorporación de
"masones ilustres", como el presidente de la Generalitat en el exilio,
Josep Irla. "También hay manifiestos rotundos en favor de la República y
de la laicidad". La inmensa mayoría son documentos colectivos. Pero
¿qué hay de los personales? Fichas policiales, sumarios... "Eso depende
de las familias", dice Grau, muy crítico con la Ley de Memoria Histórica
del Gobierno. "Es un tímido avance. Nosotros exigimos la nulidad de
todos los procesos judiciales".
Jesús García, El Paìs, Madrid,
12 NOV 2008
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