Diálogo entre Simón, masón de ciudad, y
Felipe, un masón que está de paso.
Simón: Señor, acabo de recibir una carta que
contiene este trozo de papel. Os ruego que me digáis qué es lo que queréis.
Felipe: Estoy de paso, busco una cierta
asociación y, habiendo oído decir que sois un hermano masón, me he permitido
contactar con vos.
Simón: ¿Sois masón?
Felipe: Sí (como tal soy tenido por todos los
compañeros y hermanos).
Simón: ¿Y cómo sabré que sois masón?
Felipe: La palabra es justa.
Simón: Si es justa, dádmela justa.
Felipe: La deletrearé con vos, si os place.
Simón: Dadme la primera letra y yo os daré la
segunda.
Felipe: …
Simón: …
Felipe: …
Simón: …
Felipe: La palabra es …, pero dado que no os
conozco, y que vos tampoco me conocéis, y que, por razones de prudencia, no
debemos responder a más de tres preguntas, pues podrían sernos planteadas por
un impostor, os pregunto: ¿cuáles son vuestros signos?
Simón: Nuestros signos son todos escuadras,
ángulos y perpendiculares.
Felipe: ¿Y cuáles son vuestros toques?
Simón: Todos son agarres fraternales hechos
con la mano y gracias a los cuales los hermanos se reconocen entre sí.
Felipe: ¿Cuáles son los puntos de vuestra
recepción?
Simón: Oír y callar los secretos de un masón.
Felipe: ¿Cómo habéis sido recibido masón?
Simón: Por tres golpes dados a la puerta, el
último después de un tiempo doble al primer intervalo, y con más fuerza.
Felipe: ¿Cuál es la primera pregunta que el
maestro os hizo cuando fuisteis recibido?
Simón: Me preguntó si era por mi propia y
libre voluntad que yo venía allí para ser hecho masón. Respondí que sí.
Felipe: ¿Qué habéis visto antes de ser hecho
masón?
Simón: Nada que pueda comprender.
Felipe: ¿Qué habéis visto después?
Simón: Tres grandes luces.
Felipe: ¿Cómo las llamáis?
Simón: El sol, la luna y el maestro.
Felipe: ¿Dónde estaba vuestro maestro?
Simón: Al este.
Felipe: ¿Por qué al este?
Simón: Para esperar el amanecer, a fin de
enviar a los hombres al trabajo.
Felipe: ¿Dónde estaban los vigilantes?
Simón: Al oeste.
Felipe: ¿Por qué al oeste?
Simón: Para esperar que el sol se oculte, a
fin de que los hombres abandonen el trabajo.
Felipe: ¿Dónde estaban los compañeros de
oficio?
Simón: Al sur.
Felipe: ¿Por qué al sur?
Simón: Para recibir e instruir a todos los
nuevos hermanos.
Felipe: ¿Dónde estaban los aprendices
recibidos?
Simón: Al norte, para oír y callar, y esperar
al maestro.
Felipe: Decís que visteis tres grandes luces;
¿no habéis visto otra luz?
Simón: Sí, una, que superaba en mucho al sol
y a la luna.
Felipe: ¿Qué era?
Simón: La luz del evangelio.
Felipe: ¿Por qué habéis sido hecho masón?
Simón: Por el amor de la letra G.
Felipe: ¿Qué significa?
Simón: Geometría.
Felipe: ¿Por qué Geometría?
Simón: Porque ella es la raíz y el fundamento
de todas las artes y ciencias.
Felipe: Decidme, os lo ruego, cuánto dinero
teníais en vuestra bolsa cuando habéis sido hecho masón.
Simón: Absolutamente ninguno.
Felipe: ¿Y cómo habéis sido hecho masón?
Simón: Ni desnudo ni vestido, ni de pie ni
acostado, ni de rodillas ni alzado, ni descalzo ni calzado, sino en un estado
correcto.
Felipe: Y ese estado, ¿cuál era?
Simón: Tenía una rodilla descubierta en
tierra, con los brazos de un compás en forma de escuadra sobre mi pecho. Es
entonces, y en esta postura, que presté el solemne y sagrado juramento de
masón.
Felipe: Repetid vuestro juramento.
Simón: Prometo solemnemente, y declaro ante
Dios y ante esta respetable asamblea, que callaré y no revelaré jamás lo que he
oído, a saber, los secretos o el secreto de los masones o de la masonería que
me han sido, me son aquí o me serán desvelados, sea a un hombre, a una mujer o
a un niño; no los imprimiré, ni los picaré, ni los grabaré, sea sobre un
soporte móvil o inmóvil, o de cualquier otra manera que pudiera permitir
descubrir los secretos de un masón o de la masonería. Ello bajo pena de que se
me arranque el corazón del pecho, de que se me arranque la lengua del paladar,
se me corte la garganta, se haga trizas mi cuerpo con caballos salvajes, y sea
enterrado en las arenas de la playa, allí donde la marea sube cada 24 horas; o
también bajo pena de que se ate mi cuerpo, se reduzca a cenizas y sean
dispersadas a los cuatro vientos, de manera que no subsista el menor recuerdo
de mí. Que Dios venga en mi ayuda.
Luego el primer vigilante me puso un mandil
blanco diciéndome estas palabras: Yo os pongo la marca distintiva de los
masones, que es más antigua y más honorable que la Orden de los Caballeros de
la Jarretera.
Felipe: Estoy contento de constatar que sois
masón, después de lo que me habéis repetido de vuestro juramento. Si queréis,
podéis preguntarme lo que penséis oportuno.
Simón: Quisiera preguntaros dónde está
vuestra logia.
Felipe: En el valle de Josaphat, fuera del
alcance del chismorreo de las gallinas, del canto del gallo y del ladrido de un
perro.
Simón: ¿Cuál es la altura de vuestra logia?
Felipe: Es tan alta como el cielo, y tan
profunda como la tierra.
Simón: ¿Cuántos pilares hay en vuestra logia?
Felipe: Tres.
Simón: ¿Cómo los llamáis?
Felipe: Belleza, Fuerza y Sabiduría.
Simón: ¿Qué representan?
Felipe: La belleza adorna, la fuerza
sostiene, y la sabiduría inventa.
Simón: ¿De qué logia sois?
Felipe: De la muy respetable logia de san Juan.
Simón: ¿Cuántos signos posee un masón?
Felipe: Cinco.
Simón: ¿Cómo los llamáis?
Felipe: El signo pedestre, el signo manual,
el signo pectoral, el signo gutural y el signo oral.
Fuente: Gran%20Logia%20de%20Espa%C3%B1a.htm
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